Extremoduro regresa con sonido setentero y texto brillantes
«Para todos los público», el nuevo álbum de Extremoduro ha llegado al público marcado por el oscuro suceso del hurto del disco en el almacén de la fábrica encargada de materializarlo, con la posterior detención del almacenista al que se le fue la mano, lo puso a la venta en Ebay y lo colgó en Internet antes de salir a la venta. El asunto derivó en diferentes corrientes de opinión y con la banda, finalmente, mandando a todos «a tomar por el culo».

Resulta curioso cómo Extremoduro alcanza el número uno de ventas cuando su sonidos no son tan sencillos de asimilar ni se pliegan a las corrientes modernizadoras del rock. Extremoduro continúa sonando atractivamente setentero, cuando las canciones se tramaban con ingeniosos recovecos. Robe e Iñaki Antón «Uoho» quizá ni siquiera piensen en este aspecto temporal, pero es el fondo que queda tras la escucha de las ocho canciones que integran «Para todos los públicos», un álbum que necesita más de una pasada para captar todas las tramas sonoras que esconde, el profundo trabajo instrumental que respalda el talento como escritor de Roberto Iniesta.
Se puede mutear (eliminar) la voz de Robe, y el sonido restante será inequívocamente Extremoduro, reconocible. Se puede anular la parte instrumental y nadie dudará de hallarse ante la voz de su singular vocalista. Se puede silenciar todo y leer los textos: y se sabrá que son de Roberto Iniesta. Así es Extremoduro, una banda de patrones únicos, con claves perfiladas que lo extraen del pelotón.
Alejados de las modas, Extremoduro afronta «Para todos los públicos» con una libertad que rejuvenece los músculos de quienes somos escuchantes desde sus inicios. Con tanto sucedáneo y grupo deslavado y rehén, conmueve que exista aún un proyecto tan libre y descarnado como los Extremo.
«Para todos los públicos» está envuelto en un sonido y arreglos muy de los setenta, cuando la libertad creativa no conocía condicionantes ni intrusiones. Seguro que no es una sonoridad buscada en viejos discos de época ni una trama planeada. Ellos crean en su locura académica-callejera y los demás orientamos, con más o menos acierto. Con todo, el sonido es contemporáneo.
Desde hace años Extremoduro plantea estructuras musicales enrevesadas. De hecho, puede que haya momentos en los que sea aconsejable un paseíto por el camino de la utopía que propone el propio Robe y regresar cuando el viento no dé de cara. Quizá después de un kiki o de una abducción de soledad.
A menos de dos años de la publicación de «Material defectuoso», Extremoduro regresa con un álbum que medita sobre acordes pausados que lo mismo recorren las estaciones de Vivaldi que toman un acorde de Jethro Tull, Metallica, Lole y Manuel, Carlos Santana o Brian May.
Sin embargo, ni Robe ni Uoho son deudores del legado de otros; en realidad, la personalidad de ambos es tan artísticamente variable y perfilada que no existe comparación razonable. Si acaso, tibias referencias.
«Para todos los públicos» se comienza a grabar en febrero del 2012. Se toma el bajo, la batería y la guitarra de Robe más una línea de voz provisional para ir sugiriendo. Un par de meses después se interrumpe la grabación para preparar la gira de ese mismo año. Se retoma el trabajo en la primavera de 2013 y en verano se dan los últimos toques.
Finalmente, lo que llega desde Muxikon de Laukariz, Bizkaia, los nuevos estudios donde Robe y Uoho pergeñan todas sus maldades, son ocho cortes, más un breve diálogo surrealista, que ametrallan en todas las direcciones. Son ricas composiciones, donde los ritmos cambian, las guitarras seducen entre lustrosos solos que se mezclan como el viento de tres calles. Si surge un estribillo se incluye, pero las letras hundidas en la poesía popular, en y desde la Generación literaria del 27, junto al dinámico ropaje instrumental, prevalecen sobre cualquier tentación comercial.
«Poema sobrecogido» es una pieza áspera y, a la par. hermosa, además de recuperar el rock andaluz. «¡Qué borde era mi valle!» pinta rudo, rabioso. «Mi voluntad» es la más luminosa. «Pequeño rockanrol endémico» hurga entre un festival de fértiles y suaves guitarras. «Locura transitoria» es delicada. «Mama», un caliente caminar bajo el sol del funk. «El camino de las utopías» coloca una mano sobre las nubes y otra sobre la tierra, envuelve en su juego rítmico, con guitarra muy Brian May. «Entre interiores» es cautivadora.

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