Rania SANJAR (AFP)
EL DRAMA DE LOS REFUGIADOS SIRIOS

«Prefiero morir mil veces a vivir semejante humillación»

La ola de frío que asola a Oriente Medio está convirtiendo en dramáticas las extremas condiciones de vida de los tres millones de refugiados sirios. En medio de noticias sobre la muerte de bebés y niños en las zonas de Siria bajo control rebelde, la situación en los campamentos no es mejor. «Prefiero mil veces morir que vivir esta humillación», señala Fayzal.

En un campamento helado por la tempestad de nieve que asola Líbano y el conjunto de Oriente Medio. Fayzal mira el suelo de su tienda cubierta de barro. «Preferiría morir un millón de veces antes que vivir esta humillación», afirma este refugiado sirio de 48 años.

Quienes sí han muerto de frío son dos niños sirios, uno de ellos un bebé de Alepo y un menor de Rastane, bastión rebelde en la provincia de Homs, según un recuento provisional ofrecido por la Coalición Nacional de Oposición siria.

De los tres millones de refugiados que han huido de la guerra, en torno a un millón sobreviven en Líbano. Fayzal es uno de ellos y sobrevive en un campamento con otros 500 sirios en Saadnayel (este). «Lo que vivimos aquí no lo ha aguantado nadie. Todos los países han conspirado contra nosotros, todos son unos traidores», señala iracundo.

Este padre de cuatro niños originario de Idleb (noroeste de Siria) resume el sentimiento de la inmensa mayoría de los refugiados sirios, que se sienten abandonados a su suerte por la comunidad internacional.

Pocos son los que en su campamento tienen medios para calentarse o para hacer funcionar sus estufas para sobrevivir a la tempestad Alexa, que asola la región desde el miércoles y amenaza persistir hasta el fin de semana. «Cuando la nieve se derrite, el agua se transforma en barro en el interior de las tiendas. Y estas se hunden sobre nosotros bajo el peso de la nieve», cuenta Sakr, de 13 años de edad, oculto bajo una manta que hace las veces de capucha.

A su lado, otros niños tiritan o frotan sus pequeñas manos heladas, con sus zapatillas cubiertas de barro. «Denos algo para calentarnos», imploran.

Más lejos, un hombre intenta amarrar una toalla a la entrada de la tienda. En su interior, hombres y mujeres aferran a sus bebés contra sus pechos para calentarles. Un anciano con muletas, los pies desnudos, contempla resignado el barro que se infiltra en su tienda.

Todo sea por calentarse

En estas tiendas a merced del viento, algunos han llegado a medidas extremas. «Quemamos nuestro maltrecho calzado para hacer funcionar los sobia (antiguas estufas de Oriente Medio) porque falta combustible», llora Najla, una siria que ronda la cuarentena.

Un método que llena de un olor acre insoportable las tiendas, donde se hacinan como mínimo seis personas.

En Arsal (este), localidad fronteriza con Siria conocida por su apoyo a los rebeldes, la nieve cubre las frágiles tiendas, mientras las temperaturas rozan los cero grados y alcanzan los cuatro bajo cero por la noche.

La ONU ha lanzado una alerta por la situación en la que viven los refugiados en 200 campamentos improvisados en el norte y este de Líbano.

El frío glacial no impide que siga la afluencia de refugiados. Ayer llegó una decena de familias huyendo del frente en Yabrud, en la región de Qalamun.

En Jordania, la lluvia y el frío complica las condiciones de vida, ya extremas, de los refugiados, sobre todo en el campamento de Zaatari (norte), que acoge a 130.000 sirios huidos.

«Necesitamos estufas, hace demasiado frío», se queja Haitham Sayyad, cuyos hijos se pegan al único aparato eléctrico en su caravana.

El régimen jordano ha instado a la población a no salir de sus casas en previsión de importantes nevadas. El aviso no sirve para quien no tiene casa.

En Turquía, 200.000 sirios sobreviven en campamentos en la frontera del nordeste de Siria y otros 400.000 están diseminados a lo largo y ancho del país. En Estambul, familias sirias viven en los parques públicos.

En el Egipto golpista se han convertido en objetivo de las razzias policiales. Les queda volver al país o probar suerte embarcándose en una patera con destino a Europa o a la muerte.