Xabier Silveira
Bertsolaria
JO PUNTUA

Mil vidas (tributo a Nach)

Hoy voy a ser lo que a mí me dé la gana. A riesgo de perder lo que parece que he conseguido, lo dejo, me despido, y que me den dos nuevas cartas. Quien no juega no gana

Dice Nach (¿lo recordáis? El mejor bertsolari del mundo): «Toda una vida es poco para un hombre, la tierra me entregó un cuándo y un donde (...) quiero vivir más vidas que la que me corresponde».

Creo que fue Michael Phelps, deportista olímpico más condecorado de todos los tiempos, quien dijo que se retiraba feliz, pues no es muy común que una persona pueda tener más vidas que una sola. No hablaba, como hace Nach, de «habitar el Nilo antes de Jesucristo, ser escriba del antiguo Egipto»'... Supongo.

No sé si a vosotros os habrá pasado nunca, pero yo llevo tiempo queriendo, deseando, dejar de ser yo. De ser quien no soy. Entre las opciones que el mundo ofrece, mayoritariamente, optamos por ser una de tres: quien creemos ser, quien la gente cree que somos o quien creemos que la gente quiere que seamos. Nos metemos en el papel, nos ponemos una inquebrantable coraza y a vivir, que son dos días y deben parecer cien años. Así es como nos acaba por parecer todo imposible de cambiar y así nos parece que todo ha sido así desde siempre y lo será siempre. Locura pura, ni más menos, pues el ser humano, ya no una persona, el ser humano, «no es más que un parpadeo de lo que ha visto».

A mi manera, he imaginado vivir mil vidas, viajar en el tiempo a aquella «civilización en gracia como Grecia, sentir en vivo la pasión de Platón, cosmovisión, desde el Partenón su herencia entre columnas corintias sus lecciones limpian mi conciencia y son luz para el corazón, luz para la historia, luz como magnolias en Mongolia»... Sentirme un samurái con sed de gloria, defender mi imperio conquistando como único medio para hacer historia. Viena, mil setecientos, ciudad llena de cultura, palpo la hermosura de un lugar lejano, gozar al rozar a Mozart, verle tocar, y acariciar la eternidad entre sus notas de piano. Sinfonía en armonía, querer vivir las vidas que no fueron mías. No es absurdo, como entrar al palacio de un zar en San Petersburgo y gritar ¡Revolución! para cambiar el mundo.

Esta es una forma de verlo, ya lo imaginaba haciendo apuestas con Pernando Amezketarra, robándole a Iparragirre lo que la gente le daba y gastándomelo todo con Txirrita y Pello Errota hasta que no quedara nada.

Pero hoy eso, sería imposible, porque aunque para mal, el mundo cambia, y mientras cambia yo lo observo: pueblos invaden pueblos, siglos y derrotas, civilizaciones rotas... ¿Para qué quiero yo verme al lado de toro sentado, ser un chamán meditando iluminado entre los prados de Dakota?

Ayer no va a volver a ser, y si no me crees, mira a ver. Mañana voy... ¡mañana no, hoy! Hoy voy a ser lo que a mí me dé la gana. A riesgo de perder lo que parece que he conseguido, lo dejo, me despido, y que me den dos nuevas cartas. Quien no juega no gana.

Tras una vida a la deriva, sin poder distinguir cuándo es abajo y cuándo arriba, no hay más enigmas que el deseo de vivir más vidas que una sola. A ver si mola la próxima rola.