Mikel INSAUSTI
CRÍTICO CINEMATOGRÁFICO
CRíTICA: «Diana»

La princesa está triste, qué tendrá la princesa

Después de ver «Diana» me han venido a la cabeza los versos de Rubén Darío, porque seguramente la enfermedad principesca por definición es la de la melancolía. La gente de palacio no es como el común de los mortales, ya que su sufrimiento no tiene que ver con la lucha diaria por el sustento, sino con el marchitar de un encierro dorado. Traducido al lenguaje del culebrón, del que la película participa sin disimulos, ninguno título mejor que el de «Los ricos también lloran».

Se me escapan las razones por las que los productores de «Diana» se han inclinado por el melodrama romántico, cuando todos los rumores tras la muerte de Diana Spencer apuntaban hacia tratamientos cinematográficos en clave de trama conspirativa. La vida íntima o sentimental de los personajes públicos no suele funcionar bien en pantalla, y cuanto más privado sea lo que se quiere contar menos creíble resulta.

Las relaciones amorosas de Lady Di se conjugan en la película con su dimensión populista, como si fuera alguien demasiado sensible para ostentar un cargo oficial de responsabilidad. Diana Spencer es en ese sentido a los ingleses lo que Eva Duarte a los argentinos, en la medida en que simbolizan el papel de la mujer que pone corazón a su imagen pública.

Con los tabloides hemos topado, pues la llamada Princesa del Pueblo fue carne de portada para la prensa sensacionalista, y eso es lo que ha quedado 16 años después del accidente que le costó la vida, tal como lo refleja la realización del alemán Oliver Hirschibiegel, desconcertante cineasta, capaz de lo mejor y de lo peor.

«Diana» es solamente soportable por las buenas interpretaciones de Naomi Watts y Naveen Andrews, quienes aciertan a reflejar el amor imposible entre una famosa acosada por los paparazzi y un ser anónimo que quiere seguir siéndolo. Los diálogos no están a la altura, pero el guión tiene apuntes muy expresivos, como la utilización que se hace de la música jazz para explicar la importancia de la libre improvisación en el comportamiento humano.