Ibiliz ibili | Jesús M. Alquézar

El bosque de Realengo y las campas de Unaga

Ha llegado el invierno y durante muchos días el relieve vasco se teñirá de blanco, cubierto de nieve. Es el momento oportuno para volver a calzarnos las raquetas, esa herramienta ancestral que nos permite evolucionar cómodamente por las laderas nevadas, ascender montañas y completar travesías.

Desde «Mendia» proponemos un circuito circular en la sierra de Aralar, pisando la cima de Beloki, monte sencillo pero un excelente mirador sobre el bosque del Realengo y las campas de Unaga, por donde discurre esta ruta que os sugerimos, además de otros horizontes. Cuando la montaña esta bien nevada desaparecen los caminos, la orografía alcanza otra dimensión y hacer la huella tiene un sentido y belleza diferentes con unas sensaciones apropiadas a la fría estación. La denominación Realengo proviene de «la unión de Aralar», una mancomunidad compuesta por 19 municipios navarros que, desde el siglo XIV, se benefician del aprovechamiento vecinal de pastos, bosques y caza de 2.195 hectáreas de los reales montes de Aralar.

Subiendo desde Lekunberri, a 1,2 km de la antaño Guardaetxe, existe un inconfundible raso con aparcamientos para numerosos coches y mesas por ser lugar de recreo y encuentros de familias con niños en periodos blancos. Es Albi y aquí comienza nuestra excursión. A la derecha nace una pista recuperada, cerrada y prohibida para medios motorizados, que penetra en el bosque del Realengo y seguirla, a pesar de estar cubierta de nieve, es logico y fácil. Con numerosos lazos gana dulcemente altura y, tras superar la conocida txabola de Ganboa, el recorrido -que es una abertura en el bosque- guía a los mendizales.

En un pequeño claro aparece una cruz como referencia y a la izda, con un pequeño desplazamiento fuera del itinerario principal, se pueden ver las antiguas txabolas cupulares de Bustintza. El recorrido supera un paso estrecho, para en otra borda salir del hayedo y remontar las herbosas laderas hasta el collado de Urdangoene (Mugardi), paso a las atractivas campas de Unaga, tras una lenta progresión.

Desde el portillo alcanzar la cima de Beloki, a la derecha, que es una acción recomendada por el paisaje que ofrece y que es un suave paseo. Al volver al collado los mendizales iniciarán la travesía del altiplano de las campas de Unaga, sin camino alguno, en un paisaje netamente de país nórdico, orientándose por la lógica y, siempre con tiempo despejado alcanzarán primero un gran depósito de agua y reconocerán a duras penas la charca de Unaga «Unako putzua», totalmente clausurada ahora con el blanco elemento.

Los deportistas trazarán su huella para colocarse bajo el alargado Desamendi y, por su izda, vertiente oriental, irán por campos de nieve hasta el rojo refugio de Desao. Después, por un laberinto de dolinas en un respetable lapiaz, siguiendo grandes marcas rojas, para en el momento que se divisa Pago Mari y sin llegar al lugar, se inclinarán a la izda. hasta encontrar un chalet-refugio blanco. Nuevamente, por donde quieran, los montañeros alcanzaran en ascenso el claro Ipuzmeaka lepoa. Desde aquí, de nuevo penetrarán en el incomparable hayedo de Realengo, de gran porte, y seguirán los claros entre el bosque para, atravesando la sierra en diagonal WW/E, llegar al camino de Unaga, donde encontrarán las pisadas de la mañana y por las mismas el excursionista finalizará en Albi, tras un recordado «bucle» con raquetas.