Jon Odriozola
Kazetaria
JO PUNTUA

«Trade mark Spain»

Sin ideología ni cultura, desmarronados, con inveterada inverecundia hablan de «España» siempre contra alguien -Catalunya últimamente-, como crisol menéndezpelayesco y senequista

No ceja Celtiberia show en su desesperado empeño idealista de defender una hispanidad monomaníaca fruto, siempre, de espadones y trapisondistas de los barros guerracivilistas -con vencedores y vencidos antaño y hogaño-, estos lodos de manilargos con pensamiento mostrenco y congruas sine qua non, amén de sinecuras, mirras y toda la pesca. Eggpaña es un chollo para hampones, manguis, pícaros, colipoterras y demás ralea.

Hay lo que hay y se trata de mantenerlo: piscinas, áticos y nepotismo. Como en Hollywood. Como la saga papal de los Borgia. Sin ideología ni cultura, desmarronados, con inveterada inverecundia hablan de «España» siempre contra alguien -Catalunya últimamente-, como crisol menéndezpelayesco y senequista. España son ellos y los españoles somos así, señora.

Ni senequismo, ni quijotismo ni sanchopancismo: puros alibabás. Y castizos ergo: inquisitoriales. Soplan vientos de levante -y también de ábrego- que tratan de convertir a la plebe en grey apelando a los bajos instintos para que se preocupen de si «Bolinaga» toma más o menos potes en su pueblo sin tener el detalle de fenecer como es su obligación, o de que los últimos presos están saliendo después de cumplir «solo» 28 o 29 o 31 años (como Jose Mari Sagardui, Gatza, en 2010), o sea, más que el recién occiso Mandela. ¡Hay que ser mala gente, por no decir otra cosa! Hay quien mata y está dispuesto a morir (por una causa). Hay quien mata y no está dispuesto a morir (por una soldada). Y, luego, están estos vampiros, los peores: los necrófagos. Los buitres, al menos, cumplen una función necesaria en la naturaleza.

La raíz del senequismo (del filósofo estoico de origen hispánico Séneca) es proceder siempre de tal modo que al menos pueda decirse de ti que eres un hombre. Un hombre sobrio, quiere decirse, que es la cualidad principal del carácter español, según Menéndez Pidal. Sobrio -el mesetario azorinesco- otrosí a la fuerza ahorcan cuando no hay manduca que echarse a la gola y gaznate. De la necesidad hacen virtud.

Del quijotismo, nadie mejor que Miguel de Unamuno -él mismo un quijote- para escribir de ese rubro, un bilbaino nefelibata, un cuáquero. ¿Loco Don Quijote? Sí, por decir verdades de las que solo, yaciente en el lecho, cuerdo pide excusas. Como El Loco Vidriera. Como ese comentario en off que se desliza cuando se cree que el micrófono está cerrado y escupe la «verdad verdadera»: «mañana tengo que ir al desfile militar, qué coñazo».

¿Sanchopancescos? ¿Hombres de honor, de honra? No, pues esas virtudes medievales son consustanciales a los caballeros feudales, no de destripaterrones. Hombre realista, Sancho, que llama al pan, pan, y al vino, vino. Y a las ovejas, ovejas. Al menos eso le sirve para no ser manteado ni vapuleado como su señor don Quijote, idealista de alta estofa y coturno, a quien llora y nos hace llorar exánime.

No fue hidalgo el escudero Sancho, la gran creación española: la hidalguía (incluida la vasca): darle más importancia a lo que él «es» que a lo que él «hace». La «marca España»: haz lo que digo, no lo que hago.

Urte berri on!