Alvaro Reizabal
Abokatua
JO PUNTUA

Océano

Menos mal que el fin de año nos ha dejado alguna buena noticia, precisamente en aquello que el Gobierno del PP nunca hubiera querido tener que ver: la liberación de los presos ilegalmente detenidos por el alargamiento retroactivo de sus condenas.

Se va acabando el año y la traca final está resultando sonada: una ley del aborto que nos devuelve a las catacumbas y al viaje a Londres o Paris para quien pueda permitírselo. La religión como asignatura puntuable como si viviéramos en el reino de Rouco Varela. Y la corrupción que aflora por todas partes en forma de facturas falsas, correos al banquero pidiendo favores para los amiguetes y para los propios remitentes, ordenes de Aznar de que se compren en millones de euros las obras de sus colegas y registro de más de doce horas en la sede de Genova por orden del juez, y como si lloviera. No pasa nada y parece como si el asunto no fuera con ellos, que -según dicen- lo único que quieren es colaborar con la justicia.

No sé yo de ningún país serio donde se registre la sede del partido en el Gobierno por serios indicios de corrupción y no haya la más mínima consecuencia política. Nadie asume responsabilidades y, para aviso a navegantes, al juez que investiga los desmanes del banquero depredador de animales salvajes, lo empapelan. Son el brazo incorrupto de Santa Teresa. Mejor dicho, no el incorrupto, sino el otro, el que apesta.

¿Y qué decir de la ley de seguridad? Ordenes de alejamiento de edificios, multas desorbitadas por manifestarse y, en su alocada carrera por privatizar todo lo que sea negocio, conversión de los seguratas en policías privados con todas las atribuciones represivas propias del oficio. ¡Más madera!

Pero de traca muy luminosa la subida del precio de la luz. Las suministradoras puestas de acuerdo manipulan la subasta para hacer subir el precio artificialmente, y nada menos que en un 11%, de un bien tan de primera necesidad como la electricidad. Dicho de otra forma: cometen un delito de alteración del precio de las cosas. Y tampoco pasa nada, ni el fiscal incoa unas diligencias para el esclarecimiento de semejante maquinación. Solo dicen que van a cambiar el sistema de determina- ción del precio. Al final dirán que en lugar de un 11, subirá solo el 9%, y que hay que estar contentos, que los consumidores nos hemos ahorrado dos puntos.

Menos mal que ante tanto dislate el fin de año nos ha dejado alguna buena noticia, precisamente en aquello que el Gobierno del PP nunca hubiera querido tener que ver: la liberación de los presos ilegalmente detenidos por el alargamiento retroactivo de sus condenas. Ha tenido que ser la justicia europea la que les ha obligado a cumplir la sentencia a regañadientes y con coste electoral.

Pero la salida de decenas de presos con ser una gran noticia no puede hacernos olvidar que el problema de fondo subsiste y que son centenares los compatriotas que se encuentran en la cárcel y lejos de sus familias. Por eso resulta más importante que nunca que el 11 de enero las calles de Bilbo se vean anegadas por el tsunami de nuestra presencia: Miles y miles de ttanttak, de gotas de solidaridad y de exigencia del cumplimiento de sus derechos. Un mar, todos los mares, el océano de la reivindicación.