Xabier IZAGA
ENSAYO

El euskara alavés, ayer y hoy

Koldo Mitxelena lo denominó «dialecto meridional», basándose en el diccionario de Niccolo Landucci. Hoy, más de 50 años después, cuando los testimonios del euskara alavés son más abundantes y de diversas épocas y zonas del herrialde -algunos de ellos de gran importancia filológica e incluso literaria-, sabemos bastante más acerca de ese euskara. Esos testimonios, junto a la valiosa aportación de Gerardo López de Guereñu sobre toponimia de Araba; el estudio del euskara que actualmente se habla en las zonas limítrofes de Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa, y los trabajos que han ido posibilitando describir las características del euskara alavés -en los que Koldo Zuazo ha tenido especial protagonismo- han posibilitado un notable avance en los estudios sobre la lengua vasca hablada en Araba y posteriormente desaparecida en casi todo el herrialde.

Cuando López de Guereñu comenzó a publicar, en 1956, los topónimos alaveses, el desconocimiento sobre el euskara alavés era casi total. Hoy conocemos sus características, variedades e influencia en las hablas de otros herrialdes. Incluso es posible describir ciertos rasgos exclusivos del euskara alavés. Asimismo, parece imponerse una tesis que no hace muchos años se habría considerado poco menos que descabellada pero actualmente sólidamente fundamentada en esos testimonios y sostenida con argumentos sociolingüísticos e históricos, según la cual Araba, y más concretamente Gasteiz, habría sido el núcleo del que surgieron las innovaciones que darían lugar al dialecto occidental, actualmente hablado, además de en Aramaio, en Bizkaia y en el valle del Deba, y habría extendido alguna de sus características a las comarcas guipuzcoanas de Urola y Goierri, los valles navarros de Burunda, Ameskoa y Lana, y probablemente a parte de La Rioja y Burgos.

El pasado año, Zuazo publicó el libro «Arabako Euskara» (Elkar, 2012), en el que recogía todos esos estudios y ofrecía novedosas conclusiones. Ahora acaba de publicar «El Euskera de Álava», una versión en castellano de aquel, pero con algunas modificaciones, ya que mientras ha reducido las explicaciones gramaticales, a otros aspectos les dedica una mayor atención.

En primer lugar, ofrece el resultado de las investigaciones de los últimos años sobre el euskara de Araba; después, una extensa relación de términos aparecidos en textos alaveses antiguos, y por último, un vocabulario compuesto por términos euskéricos vivos en el castellano que actualmente se habla en todo el territorio alavés.

Es conocida la labor de difusión de los estudios sobre el euskara más allá del campo académico llevada a cabo por Zuazo; en alguna ocasión, como esta, también en castellano, en mi opinión acertadamente, toda vez que el interés por nuestra lengua no se circunscribe a la comunidad vascohablante. Es de justicia reconocer, además, que la lenta recuperación de nuestra lengua no sería posible sin el apoyo e implicación de gran parte de la población vasca, hablante o no del euskara. Muestra de esa recuperación es, precisamente, Araba, cuyo número de vascoparlantes no llegaba a los 2.000 a principios de los 70 y en 2.006 rondaba los 75.000.