Ramón SOLA
Tras la declaración de EPPK

Erosionando la roca

Aunque no tenga efectos directos inmediatos, la decisión de EPPK cambia notablemente la correlación de fuerzas, único modo de desencadenar la solución definitiva. En Euskal Herria refuerza a la izquierda abertzale y su iniciativa, reactiva las vías de trabajo por la resolución y da protagonismo a la mayoría vasca. En Madrid el PP pierde apoyos y el «lobby» de las víctimas decae. La roca se erosiona. Entre otros muchos efectos, la valentía del Colectivo rompe el monolitismo del Estado en este terreno, como antes la que representaron Iruin y Etxeberria en el Euskalduna quebró el del búnker judicial que sostenía la ilegalización

Hay silencios más elocuentes que las palabras. El del Gobierno español tras la decisión de EPPK entra en esta categoría. Ni el inmediato y enorme impacto mediático y político en el Estado de la declaración leída por Marixol Iparragirre le ha sacado de su mutismo. Poco importa si no tiene qué decir o no sabe cómo hacerlo, si no quiere o si no puede, si se ha pasado el fin de semana calmando a la AVT o engatusando a los gobernantes del PNV (también significativamente callados hasta el mediodía de ayer). El detalle apunta cómo la posición del Colectivo ha cambiado radicalmente el escenario. Los defensores de la no-solución, y para ello de la utilización de la cárcel como auténtico muro, son hoy menos que nunca, con menos argumentos y más confundidos. No cabe desestimar su fuerza, esa roca no va a implosionar, pero sí se erosiona, y en este caso no por el desgaste del tiempo sino por la fuerza de la decisión unilateral del Colectivo. Una decisión que varía la correlación de fuerzas en favor de los partidarios de la solución en diferentes ámbitos:

La izquierda abertzale se refuerza y retoma iniciativa. En parte por las dificultades prácticas enormes que conlleva un debate interno entre un colectivo tan amplio, tan diseminado, tan precariamente comunicado, tan espiado, tan machacado... las decisiones de EPPK se han producido a un ritmo sustancialmente más lento que el de otros agentes de la izquierda abertzale, más incluso que el de ETA o el Colectivo de Exiliados Políticos Vascos (EIPK), y lógicamente mucho más que lo que hoy es Sortu (la declaración de los presos este sábado es equiparable en contenido y objetivos con la que hicieron Rufi Etxeberria e Iñigo Iruin en el Euskalduna allá por febrero de 2011, hace casi tres años).

Aunque el Colectivo ya marcaba esta dirección en sus mensajes periódicos, resultaba inevitable que mientras no hubiera una mayor clarificación se mantuviera el riesgo de contradicciones entre unos y otros colectivos de la izquierda abertzale. Por otro lado, esa cierta indefinición era usada como coartada y refugio por algunas disidencias muy menores perTrso potencialmente dañinas.

Como en todo colectivo humano, las unanimidades internas son imposibles, pero tras la declaración queda patente que todos los ámbitos de la izquierda abertzale han tomado una posición y unos compromisos firmes y coherentes. Y esto fortalece a la izquierda abertzale en su conjunto y le pone en condiciones de recuperar la fortísima iniciativa que tuvo al principio del proceso pero que luego se había ido diluyendo.

Las vías técnicas hacia la solución renacen. Un proceso de resolución no avanza mediante buenos deseos ni meras interpelaciones al contrario, sino con iniciativas concretas, prácticas. La decisión de EPPK reactiva la vía del Foro Social, cuyas doce recomendaciones van, por cierto, más allá de las cuatro relativas a las personas presas y huidas. Esta iniciativa permanecía en una nebulosa desde mayo, a la espera de la decisiva respuesta de los presos. Ahora recobra recorrido y cuenta con un equipo gestor.

Después de que la Declaración de Aiete quedara bloqueada en su punto dos por la negativa del Estado español a dialogar con ETA, que el procedimiento alternativo del Foro Social encallara hubiera sido un duro golpe. También siguen ahí, a la espera de ayudar, el Grupo Internacional de Contacto y la Comisión Internacional de Verificación, cuya disolución en setiembre vendieron por anticipado algunos agoreros errados.

La mayoría social vasca adquiere un papel que jugar. No hay duda, basta ver las encuestas, de que la gran mayoría ciudadanía vasca es muy partidaria de llevar el proceso de resolución hasta el final, pero ¿cómo se consigue que tenga una influencia efectiva? Una de las novedades de la declaración que han podido pasar más desapercibidas es que el Colectivo se compromete a compartir sus futuros pasos con los partidos, instituciones y agentes vascos.

Se trata de una invitación de ida y vuelta, porque conlleva una interpelación a todos ellos. Por ejemplo, ¿va a seguir el Gobierno de Lakua, que alardea de tener un Plan de Paz, encogiéndose de hombros ante la oportunidad de ser parte de la solución a la cuestión de los presos? ¿Y el PNV, que tiene en su mochila la responsabilidad añadida de haber coimpulsado la dispersión en su origen? ¿Van a continuar presentado la cuestión de los presos como un problema exclusivo de la izquierda abertzale, cuando las dos últimas movilizaciones de enero han sido las mayores de la historia vasca y otro tanto se prevé para el día 11? Son preguntas que sin duda solo responderán de modo positivo cuando sus propias bases y entornos se las formulen.

La histórica unidad de Estado se resquebraja. Probablemente en ningún tema ha habido una unidad tan férrea entre PP y PSOE como en la política carcelaria de dispersión contra los presos vascos y sus familias, sostenida durante casi ya tres décadas, los tiempos de González a los de Rajoy pasando por los de Aznar y los de Zapatero. Por eso resulta relevante que personas muy alineadas con esa práctica, como Mercedes Gallizo -siete años directora de Instituciones Penitenciarias-, Margarita Robles -dos años secretaria de Estado de Interior y luego juez del Supremo- y Rodolfo Ares -cuatro años consejero de Interior de Lakua- hayan admitido que el paso de EPPK es revelante y crea un nuevo escenario.

La valentía del Colectivo rompe el monolitismo estatal en este terreno, como aquella que representaron Iruin y Etxeberria quebró el del búnker judicial que sostenía la ilegalización.

El «lobby» de las víctimas pierde fuste. Sus propios medios afectos redujeron ayer a la mínima expresión las ridículas reacciones de organizaciones como la AVT, que tildó el mensaje de los presos de «noticia triste», o Dignidad y Justicia, que lo llamó «basura». Nadie compró su mercancía averiada. Y reflejaron la gira de la AVT por cinco localidades vascas como lo que era realmente, un mero intento de provocación a la desesperada (con poco resultado). Su radicalización le genera una pérdida de influencia evidente, al tiempo que cada vez se oyen más voces constructivas de otras víctimas que hace pocos meses ni siquiera sonaban.

Y Europa toma nota. La declaración de EPPK contrarresta en el exterior el intento del Gobierno del PP por presentar a los presos vascos en el mismo paquete que a pederastas o violadores incorregibles. La izquierda abertzale sigue sumando credibilidad ante la comunidad internacional mientras Madrid sigue anclado en el mismo punto de salida... y luego se extraña cuando instancias como Estrasburgo dan la razón a «los malos».