Alberto Pradilla
KAZETARIA
La mayor movilización política de la historia vasca

La miopía que no evita que el peor error sea deliberado

A estas alturas, alguien en la sala de mando del Estado habrá caído en la cuenta de que su mayor error de esta semana no fueron las prisas propagandísticas. Que el gran dislate no estuvo en adelantar el momento de darle al botón de «enviar» una nota de prensa. Si, como indicaba el viernes un amigo a través de Twitter, algún responsable del Estado ha tomado clases de Ciencias Políticas, le habrá bastado un breve vistazo a la imagen de Bilbo para llegar a la conclusión de que lo verdaderamente erróneo, el auténtico despropósito, no fue involuntario sino deliberado. La inmensa chapuza no fue filtrar a la prensa una operación policial, sino la redada en sí misma y todo lo que ha venido después, prohibición de Tantaz Tanta incluida. Una carrera guiada por el ruidoso sinsentido que enfanga todo a este lado del Ebro y que ha sido capaz de abrir grietas en la aparente parálisis que caracterizaba a partidos y movimientos democráticos en Euskal Herria. Para grietas, las que se ensanchan con el Estado español. En Madrid, la falta de pedagogía ha provocado una epidemia de miopía política. En la extrema derecha, por ser incapaz de actuar con visión de Estado y soltarse del mazo policial-judicial. Para buena parte de la progresía, incómoda, por insistir en ubicar en claves frentistas el debate «democracia vs inmovilismo». Es cierto que la desbocada acometida ha contribuido a esa imagen que representa a la mayoría del país. Pero tampoco quitemos mérito al trabajo de decenas de hombres y mujeres. El Estado no lo hace y por eso les detiene. Ocho de ellos tuvieron que enterarse en un calabozo de que hay cosas que comienzan a moverse. También se lo debemos. Les esperamos en casa.