Beñat ZALDUA
CONSULTA SOBERANISTA EN CATALUNYA

La respuesta del PSC, entre el drama y el esperpento

El PSC puede acabar en una ruptura o un final del partido tal y como lo conocemos, marcado por el drama de los diputados que no encuentran ya encaje y el esperpento de la dirección explicando su opción por el unionismo.

No fuimos pocos los tentados ayer en encabezar la noticia con la frase «El PSC se rompe», un titular guardado en la recámara desde hace tiempo por los periodistas que seguimos el día a día de la actualidad catalana. Prefiero, sin embargo, guardarme el titular efectista -y reduccionista- en el tintero, con la idea de aproximarnos mejor al fondo de lo que ocurre en el PSC, partido que de los 52 diputados que consiguió en 1999 podría pasar a 17 si la dirección finalmente decide expulsar a los tres díscolos que ayer votaron a favor de pedir la competencia para convocar referéndums. Si lo hace, habrá que dejar de hablar de la ruptura del PSC para hablar, directamente, del final del partido, al menos tal y como lo habíamos conocido hasta ahora. Un final, además, que bascula entre el drama y el esperpento.

Drama personal para personas como los diputados Marina Geli, Joan Ignasi Elena y Àngel Ros, con toda una vida de militancia en un partido que siguen considerando suyo pero en el que ven que ya no tienen encaje-qué decir de históricos como Ernest Maragall, Joaquim Nadal o Montserrat Tura-. Y drama con características de terremoto en el mapa político catalán, aunque esto no es ninguna mala noticia. Si bien la debacle del PSC viene de lejos, la posible expulsión de los críticos finiquita definitivamente la opción de los socialistas a encabezar cualquier tipo de alternativa de gobierno.

Esperpento. El representado por la dirección del partido, bunquerizado y cerrado sobre si mismo, incapaz de mantener a flote el barco original y que opta por embarcarse en uno menor. No se hundirán, pero no llegarán a ningún puerto. El inverosímil argumento de que la propuesta de ayer no estaba consensuada con el Estado no sirve para justificar su alineación con PP y Ciutadans.

La opción de la abstención encajaba bastante mejor con el programa electoral del PSC -en el que defienden el derecho a decidir-, pero eso supondría tener que desmarcarse del PSOE en la votación en el Congreso, algo a lo que los «capitanes» del partido no están dispuestos. Está claro, pues, a quién se deben.

Esperpéntico también el argumentario de la dirección. Esgrimir día y noche que el ejemplo a seguir es el escocés, ignorando las diferencias entre Cameron y Rajoy, es un insulto a la inteligencia. Igual que lo es erigirse en salvaguarda de un supuesto catalanismo original, como lo hizo ayer el portavoz, Maurici Lucena.

El catalanismo ni es patrimonio de ningún partido ni es algo estático. De hecho, se ha movido masivamente hacia el independentismo. No es que el PSC no lo haya visto, es que simplemente prefiere mirar hacia otro lado. Concretamente, hacia Madrid.