Oihane LARRETXEA
ALERTA ROJA POR OLEAJE

Puro espectáculo para los sentidos

La alerta roja por fuerte oleaje fue la mejor carta de presentación de una mar que ayer se asomó a la costa especialmente embravecida. En Donostia, donde se cerraron los paseos marítimos, una ola que llegó con la pleamar arrancó de cuajo parte de la barandilla del puente del Kursaal.

La Naturaleza, además de sabia, es generosa, y ofrece en ocasiones espectáculos sin igual. Parece que la mar está encaprichada con Donostia, le gusta romper las olas contra sus rocas y paseos. Lo hace con virulencia, pero también con elegancia. Imponente, ayer se hizo notar con más fuerza de la habitual, al menos esa era la sensación generalizada entre las decenas de personas que se acercaron hasta la terraza trasera del Kursaal, convertida ayer en un mirador privilegiado desde donde disfrutar no solo con los ojos; también con los oídos. Los rugidos sonaban temibles.

Las medidas preventivas que se tomaron el día anterior en la capital fueron ampliadas ayer. Después de que el martes se despejaran de coches y contenedores las calles de la Parte Vieja más cercanas al Paseo Nuevo -cerrado desde hace meses-, poco después de las 13.00 el Paseo de Salamanca quedó totalmente cortado al tráfico y al paso de peatones. Las olas alcanzaban la acera constantemente, cada vez con mayor fuerza, dado que apenas quedaba una hora para la pleamar. Así, los coches que venían desde la República de Argentina -junto al Teatro Victoria Eugenia- debían desviarse por el Boulevard o dirigirse hacia el barrio de Gros.

La explanada de los cubos del Kursaal resultó ser el lugar perfecto para divisar el temporal, pero convenía pensárselo dos veces si una pretendía disfrutar del espectáculo en seco. Para entonces, el primer puente era ya blanco de todas la olas, al igual que el espigón de grandes rocas que habitualmente protege la playa de la Zurriola.

Ayer, no obstante, no había grandes rocas que valieran. La arena, totalmente cubierta de ramas y maleza, era engullida continuamente por el agua. Las gaviotas, juguetonas, eran las únicas que se atrevieron a tentar a la suerte. Tanto, que alguna que otra quedó sumergida.

Los curiosos agolpados en el pretil de la terraza se contaban por decenas, también las cámaras de fotos y los medios de comunicación. «Esto no se puede pagar con dinero», declaraba entusiasmada una mujer, alabando la belleza que contemplaba. Eso si, agregaba que ser prudente es esencial. «No se pueden correr riesgos, mira que te buscas un disgusto», advertía.

Una vecina de la Parte Vieja, aficionada igualmente a ver las olas cada vez que hay temporal, admitía estar «más o menos acostumbrada», pero destacaba que «aquello» le resultaba diferente a lo vivido hasta entonces. «O al menos en mucho tiempo no he visto olas semejantes».

La ola que anunció la pleamar

Seguramente a esa mujer no le faltaba razón. Como si se fueran alimentando poco a poco, haciéndose cada minuto más inmensas, justo cuando eran las 14.00 llegó la que a partir de entonces acaparó no solo los titulares, también las llamadas y mensajes de Whatsapp.

Literalmente, la ola que llegó con la pleamar embistió contra todo lo que se topó por delante, incluida parte de la barandilla del puente del Kursaal. El mayor susto, afortunadamente quedó en eso, fue para las personas y vehículos que lo cruzaban entonces. Según informó el Ayuntamiento donostiarra, permanecerá cerrado hasta hoy para su reparación, hasta que operarios de mantenimiento coloquen una barandilla provisional.

La misma ola alcanzó además la explanada, atrapando a un coche de la Guardia Municipal que tuvo que ser asistido por la grúa. La zona quedó enseguida cerrada parcialmente. Para entonces, la barandilla más cercana al espigón estaba retorcida como si fuera un chicle.

A partir de hoy la situación tenderá a «mejorar de una manera lenta pero progresiva» y se espera que el oleaje no pase de los 4 o 5 metros de altura. Según Margarita Martín, delegada en la CAV de Aemet, la lluvia, el frío, la nieve y el fuerte oleaje se mantendrán «toda la semana».