Gloria LATASA
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AZKEN PUNTUA

Polvo de diamante

Si la precipitación se produce durante el día, las pequeñas partículas son iluminadas por el sol y se comportan como si fueran auténticos espejos, justificando con creces el nombre de Polvo de Diamante por el que se conoce a este curioso fenómeno

En las regiones polares -y también en las continentales de clima frío y seco- es posible que, en determinadas situaciones, el cielo produzca precipitaciones aunque en él no flote ni la más minúscula de las nubes. Es algo que puede ocurrir, tanto de día como de noche, habitualmente bajo unas condiciones meteorológicas de estabilidad atmosférica (aire no revuelto).

Una rareza de este tipo requiere que las temperaturas sean muy bajas (del orden de -15º C o, incluso, menos) y que la humedad ambiental no sea particularmente alta. En esas circunstancias el vapor de agua que contiene el aire (aunque sea poco) pasa a convertirse pequeñas partículas hexagonales de hielo en un proceso que se conoce como sublimación.

Se trata de unos cristales planos que caen con suavidad desde asombrosos cielos rasos y que, a veces, parecen flotar en el aire. Si la precipitación se produce durante el día, las pequeñas partículas son iluminadas por el sol y se comportan como si fueran auténticos espejos, justificando con creces el nombre de Polvo de Diamante por el que se conoce a este curioso fenómeno.

La Organización Meteorológica Mundial lo considera un meteoro acuoso (hidrometeoro) que puede tener un aspecto parecido a una neblina pero constituido por cristales de hielo en vez de pequeñas gotas de agua. Y al que también se conoce por otros nombres como Lluvia de diamante y Precipitación de los cielos claros.

El proceso de sublimación (la conversión de las gotitas de vapor de agua en cristales planos, sin pasar por líquido) se produce cuando en estas regiones, de por sí frías, se produce un descenso brusco de las temperaturas. Hasta un punto en el que el vapor de agua que flota invisible en el aire se ve obligado a cambiar de estado y a precipitarse.

Y, por si no fuera suficientemente impactante la propia caía de los espejos brillantes, el Polvo de diamante puede dejarse acompañar (al igual que ocurre con algunos tipos de nubes como los cirros o cirrostratos) por toda una serie de espectaculares fenómenos ópticos como halos, parhelios o una gran diversidad de arcos luminosos.