Pablo CABEZA BILBO

David Crosby retoma la actualidad con «Croz», su primer disco en veinte años

Crosby fue miembro de los legendarios Byrds y de los no menos esenciales Crosby, Stills, Nash & Young. Tras dos decenios, donde ha sido noticia por drogras y asuntos varios, regresa con «Croz».

No fue placentera la primera escucha de «Croz», quizá no tanto por haber oído un disco desteñido, sino por no tener delante el sonido esperado, quizá la segunda parte del inolvidable «If I could only remember my name», un título que toma más significado ante un artista con 74 años y una carrera/vida complicada.

Es asimismo el peaje de un nombre abrazado a una historia muy marcada y que de extraerla de los libros esta se convertiría en un relato con menor interés, idea que, en parte, parece cerrarle el derecho a tomar un camino musical diferente al de sus noches de gloria.

En cualquier caso, Crosby se defiende antes de que «Croz» comience a girar por miles de hogares: «Durante mucho tiempo he querido grabar un nuevo disco. Este es aleja completamente de cualquier cosa que haya hecho antes. Cuando se llega a esta etapa de la vida, la mayoría de la gente o siente que ha dicho todo lo que tenía que decir o se vuelve perezosa. Así que ahora tengo este disco que es lo que nadie esperaba»

«Croz « es un disco para adultos, para quienes siguieron su carrera y crecieron entre canciones de fusión. No alberga demasiadas concesiones próximas a sus álbumes entre el folk y el rock de raíz. Pero su voz es inequívoca, distinguible en tres segundos.

La única concesión de «Croz» es el tema de apertura, «What's broken», donde suena la guitarra de Mark Knopfler, innecesaria. Asimilada la gracia para que el disco tuviese una canción y un sonido vendedor, Crosby se muestra entre canciones no muy lejanas a su viejo pasado: «Radio», «Morning falling» o «The claring» y una serie de composiciones, la mayoría, que suenan al poso que deja una banda de jazz fusión acompañando a un músico que desea sonar cálido, estándar en arreglos. Quizá haya querido recordar los días en que su exnovia de juventud Joni Mitchell, fundía folk y jazz. Lo hizo, pero con mayor frescura y en el momento oportuno.

De esta manera «Croz» se convierte en un disco cantado en un tono crooner, salvo los temas reseñados, que no termina de convencer y que concluye tedioso y falto de sangre por mucho que uno desee lo contrario: que sea el gran álbum de despedida de David Crosby; ahora, demasiado alejado de sus días al lado de Jim (Roger) McGuinn, Gene Clark, Chris Hillman, Stephen Stills, Grahan Nash... y Neil Young.

En el disco colabora su hijo James Raymond, que en 1962 lo dio en adopción, para reencontrarse con él ya de adulto.