MIKEL INSAUSTI
CRíTICA: «La Lego película»

Una parábola miniaturista de la revolución obrera (I)

La película basada en una famosa línea de juguetes debería ser vista con ojos inocentes, pero hay quien piensa que «The Lego Movie» contiene un peligroso mensaje subliminal. El estreno mundial ha sido simultáneo, por lo que la noticia de tan inesperada reacción en los medios conservadores de los EEUU es reciente. Fue el canal Fox Business, inspirador de Intereconomía Business, el que hizo sonar las alarmas, advirtiendo a los padres sobre el contenido dañino para sus hijos de lo que consideran un claro e inequívoco mensaje anticapitalista.

Tal vez lo que haya molestado a los defensores del capitalismo destructivo haya sido, precisamente, que «The Lego Movie» habla de nuevos mundos por construir, ensalzando el trabajo en equipo por encima del culto a las individualidades. A nivel ideológico pregona la libertad creativa frente al pensamiento único. Y a nadie escapa que su héroe es un modesto obrero de la construcción llamado a liderar un proceso revolucionario contra President Business, figura en la que los denunciantes del Tea Party creen apreciar una caricatura del excandidato republicano Mitt Romney.

Desde el punto de vista de los autores, la intención, por descontado, nunca fue exactamente esa. Phil Lord y Chris Miller, artífices de «Lluvia de albóndigas», querían utilizar un humor subversivo atacando a las propias corporaciones que financian la película. Warner y Lego se resistían a una operación tan contradictoria, pero los estudios de mercado daban la razón de la rentabilidad a tan provocativa fórmula, y de hecho ya está en marcha la producción de la segunda entrega de una franquicia que se prevé larga y millonaria.

A mi modo de ver, el éxito comercial y artístico de «The Lego Movie» consiste en trasladar al mercado mainstream un divertido planteamiento más propio de la animación independiente. Y no me refiero solo a los brickfilms que vienen haciendo los aficionados en su casa con figuritas y bloques de Lego, sino a genialidades miniaturistas como «Pánico en la granja», obra delirantemente surrealista de los animadores belgas Stéphane Aubier y Vincent Patar.