M.I. DONOSTIA

Con «Her», el visionario Spike Jonze se adelanta a su tiempo

La Academia ha concedido a «Her» cinco nominaciones a los Óscar: Mejor Película, Mejor Guión Original (Spike Jonze), Mejor Banda Sonora (Arcade Fire), Mejor Canción Original (Karen O.) y Mejor Diseño de Producción (K.K. Barrett). Si por la crítica fuera, se lo llevaría todo.

Spike Jonze lleva más lejos que nadie el tema de la relación entre el ser humano y las máquinas al hablar de una evolución dentro de la especie hacia un nuevo tipo de sensibilidad, llamémosle virtual. Y lo hace dentro del género de la ciencia-ficción distópica, que es el que mejor permite trasladar la situación presente de crisis a un futuro inminente.

Esto no quiere decir que su película, del todo visionaria y adelantada a su tiempo, no se asiente en las bases de los precedentes cinematográficos que han venido explorando emparejamientos entre humanos y criaturas artificiales.

El contacto íntimo que Theodore (Joaquin Phoenix) establece con Samantha (voz de Scarlett Johnasson) rompe las barreras entre las personas y la tecnología, yendo mucho más allá de una simple dependencia. Él se enamora realmente del sistema operativo inteligente de su ordenador y de su sensual forma de expresarse, fruto de su convivencia a todas horas, incluso en el exterior mediante dispositivos móviles.

La primera experiencia similar que se vivió en el cine fue con «2001» de Stanley Kubrick, donde aparecía la computadora HAL 9000, procedente de la novela de Arthur C. Clarke. Y si HAL hubiera tenido una voz femenina... Dicha idea la iba a desarrollar Andrew Niccol en la irregular «Simone», que plantea la posibilidad de la existencia de una actriz virtual. Recientemente, el animador israelí Ari Folman ha vuelto sobre el tema adaptando a Stanislaw Lem en «The Congress», donde una actriz en horas bajas acepta un contrato para que hagan una copia holográfica suya de la que el estudio puede disponer por entero y a capricho. Hay algo de cosificación del ideal femenino según el hombre en esa historia, lo que nos retrotrae a Rafael Azcona, quien ideó para Berlanga «Tamaño natural». El maniquí o muñeca hinchable como pareja está también en «Lars y una chica de verdad» de Craig Gillespie o en «Air Doll» de Hirokazu Kore-eda.