Ainara Lertxundi
Kazetaria
TXOKOTIK

Las «casas de pique» de Buenaventura

La pesadilla de la violencia en Buenaventura», titula la revista colombiana «Semana» la información relativa al hallazgo en este importante puerto del Pacífico de al menos cuatro casas utilizadas por el paramilitarismo y grupos herederos de estos, léase Los Urabeños o sus rivales de La Empresa, para descuartizar a sus enemigos.

En 2013 aparecieron ocho cuerpos desmembrados, se notificaron 45 desapariciones forzadas y 4.700 desplazamientos. Y en lo que va de año, ha habido 48 homicidios, 20 desapariciones y 104 familias desplazadas.

Pese a que el puerto de Buenaventura mueve el 55% de las exportaciones de Colombia, los índices de pobreza se asemejan a los de Congo, según denunció en 2012 el representante de la ONU, Todd Howland.

Buenaventura bien podría ser el espejo de lo que han traído consigo cinco décadas de conflicto y del elevado grado de sevicia que ha alcanzado. El descuartizamiento y el uso de motosierras para despedazar a las víctimas aún con vida no es una novedad. A partir de las masacres de Trujillo, Bolívar y Riofrío, entre 1986 y 1994 en el norte del departamento del Valle, se extendieron como arma de guerra, proliferando por todo el país las llamadas «escuelas de aprendizaje»

Esta estrategia paramilitar, avalada por poderes militares, políticos y «agentes-instructores» de países como EEUU cumplía una triple función: preventiva -para el control de la población-, de castigo y simbólica -para dejar constancia de su poder y de hasta dónde estaban dispuestos a llegar-.

El 28 de abril de 2004, los comandantes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) Salvatore Mancuso, Iván Roque y Ramón Isaza, invitados por el Gobierno de Álvaro Uribe a hablar en el Congreso, defendieron el accionar paramilitar como «un acto en legítima defensa al servicio de la patria».

Recuerda el expresidente Andrés Pastrana que en los contactos previos a los diálogos del Caguán, el comandante de las FARC Marulanda solo le preguntó si «iban a combatir el paramilitarismo». A día de hoy, aquella respuesta que quedó en el aire sigue siendo una pieza fundamental para alcanzar la paz.