Juanma COSTOYA

Roberto Saviano destripa el apogeo del narcocapitalismo

El nuevo libro de Roberto Saviano «CeroCeroCero» (Anagrama) es una obra abierta. La tela de araña que conforma su trama se actualiza a diario. En la misma semana en que se puso a la venta en el Estado, las autoridades mexicanas capturaban a uno de sus protagonistas, el Chapo Guzmán, cabeza visible del cártel de Sinaloa.

Como la mitológica hidra de mil cabezas otro de los convocados por Saviano, un secundario en su obra, el Mayo Zambada, ha pasado a auparse, tras la detención del Chapo, al liderato del siniestro negocio. Lo que continúa inmutable es el metafórico caudal blanco que brotando al sur del río Grande inunda de cocaína Europa y Estados Unidos. Inmutable, explica Saviano, porque el volumen de beneficios es tan brutal que las organizaciones mafiosas son tan solo la cima de una pirámide que empuja por detrás y que ha logrado implicar al mundo financiero y al poder político, todos ellos amparados por una indiferencia social generalizada. El autor ofrece un dato que permite calibrar el poder financiero de la cocaína en el mundo. En el 2012, año en que la empresa Apple sacó al mercado el iPhone5 y el iPad Mini, la empresa informática batió récords de capitalización y sus acciones subieron por encima del 67%. En ese ejercicio los inversores que arriesgaron 1000 euros en acciones de la compañía vieron subir su capital hasta 1.670 euros. La rentabilidad de la coca cotiza en otra liga: esos mil euros de inversión, esta vez en el polvo blanco, habrían obtenido al final de 2012 un total de 182.000 euros, es decir cien veces más que invirtiendo en el título bursátil más rentable del año. Nada iguala a la coca a la hora de repartir beneficios y ningún poder corrompe con las magnitudes con que lo hace el tráfico internacional de drogas. La coca sería el sueño delirante del capitalismo, la rentabilidad elevada a la enésima potencia.

Narcoterrorismo

En el evangelio de San Juan hay una cita que, tratando de explicar el origen del mundo, proclama: «En el principio fue el verbo», y Saviano lo tiene igual de claro al afirmar en su obra: «En el principio está Pablo», en alusión a Pablo Escobar Gaviria, muerto a manos del Ejército de su país en 1993 a los 44 años. Los métodos de expansión de su negocio eran diáfanos: «Plata o plomo» y con esta política Escobar condujo, en primer lugar a Colombia, y más tarde a otros países, a una espiral de violencia semejante por sus sangrientas consecuencias a una guerra civil. El narcoterrorismo mejicano ha heredado en parte este modus operandi. El cártel de Sinaloa, los Zetas, los Caballeros Templarios, la Familia Michoacana, son algunos de los grupos organizados que han contribuido a sembrar de cadáveres y locura homicida el sur del río Grande. No basta con eliminar al adversario. Se hace necesario torturar, mutilar, decapitar y exhibir los cadáveres como si de trofeos de caza se tratara. Los pasajes del libro de Saviano que analizan esta violencia desmesurada recuerdan la obra de Don Winslow «El poder del perro», un súper ventas que hace cinco años puso de actualidad la delirante sangría con la que el tráfico de drogas lacera México. A pesar de todo este horror asociado, los nuevos narcos, explica Saviano, se han sofisticado mucho. No conviene confundirlos con gañanes ambiciosos. Son gente cosmopolita que gusta de compararse con los Kennedy, una familia que alcanzó primero el dinero traficando con whisky durante la Prohibición como paso previo a hacerse con el poder político. La consigna del siglo XXI no sería desafiar al poder oficial, sino utilizarlo y manipularlo. El autor afirma que las fortunas alumbradas por la coca financian grupos paramilitares de la más opuesta ideología y un enjambre de mafias globalizadas manejadas desde lugares tan dispares como Rusia, Israel, Nigeria y, por supuesto, Italia. A tenor de lo que escribe Saviano, la época dorada de la Cosa Nostra siciliana ha sido superada en estos negocios por la ´Ndrangheta calabresa. Los «hombres de honor», que manejan el mercado mundial de cocaína interpretado desde sus códigos locales, se habrían dado cuenta hace ya mucho que el dinero es más efectivo que las balas. Con las fortunas de la droga, denuncia Saviano, se abastecen multinacionales, se compran bancos en crisis y el negocio se expande indefinidamente, entre otras actividades, creando nuevas empresas y blanqueando el dinero ilícito.

Los Bancos

El perfil del gran traficante pudiera sorprender a más de uno, señores de mediana edad y de aparente riqueza media, directores de sociedades de inversión que han logrado que la coca deje de rotar en torno al gran dinero y que, ahora, sea el dinero con mayúsculas el que rote en torno a la cocaína; personalidades notorias en algunos ambientes, pero anónimas de cara al gran público. Cuando finalmente son detenidos su entrada en la cárcel no causa revuelo mediático. Tampoco son notorias sus excarcelaciones, hecho del que obtienen grandes ventajas. Saviano pone nombre a estos príncipes del abismo: Pasquale Ciola, abogado italiano, solo un ejemplo entre el enjambre de hombres de negocios-traficantes; un personaje que, a pesar de tener a la policía encima, vivió tranquilamente durante 17 años en su casa de Ostuni, impugnando sentencia tras sentencia, confiando en la lentitud de la justicia italiana, beneficiándose de defectos de forma en sus sentencias y al que para detenerlo fue necesaria una estrecha y larga colaboración entre la DEA norteamericana, la fiscalía napolitana, la policía española y la Interpol.

También tienen cabida en el libro de Saviano, junto a narcotraficantes como Semion Mogilevich que parece salido de la pluma de un novelista del género negro, los hombres y mujeres que han decidido entregar su vida a la lucha contra las mafias de la droga. Los jueces asesinados Giovane Falcone y Paolo Borsellino son dos iconos mundiales tras los que se perfilan hombres menos mediáticos pero igualmente eficaces en su parcela, entre ellos Martin Woods, un hombre descrito por Saviano como un inglés flemático, experto en sistemas bancarios y movimientos de divisas, quien demostró la estrecha e indecente relación entre los más de 70.000 muertos de la narcoguerra mexicana y los beneficios de los gigantes bancarios que blanquean el dinero del crimen organizado. Las lavanderías industriales del dinero manchado de sangre y espolvoreado de coca no se encontrarían en lejanos y crípticos paraísos fiscales sino en las sedes bancarias de la City londinense y del Wall Street neoyorquino. En estos circuitos se moverían con soltura, no solo los bancos más prestigiosos de la Unión Europea y Suiza, sino también apellidos ilustres entre los que Saviano destaca el de Salinas de Gortari, símbolo de la corrupción y hermano del que fuera presidente del gobierno de México. Parece obvio, por tanto, que el gran negocio se vincula a la gran delincuencia. En el fondo nada demasiado novedoso. Fue Balzac el autor de una cita oportunamente rescatada por Mario Puzo para el preámbulo de su novela «El Padrino»: «Detrás de cada gran fortuna siempre hay un crimen».

Legalización

La península Ibérica lleva años siendo la puerta de entrada al mercado europeo de cocaína. El puerto de Vigo, la accidentada costa gallega, la salvaje especulación inmobiliaria son factores bien conocidos por unas mafias que invierten su dinero y trasladan su mercancía de todas las formas imaginables, desde muleros individuales hasta submarinos. Las mafias italianas contratan directamente en el Estado español y es que, a la hora de mutar para seguir siendo lo mismo, ninguna empresa es tan dinámica y constantemente innovadora como la empresa mundial de la cocaína.

En «CeroCeroCero» tienen también cabida reflexiones personales acerca del sentido último de su trabajo como escritor. Un matiz íntimo y fatalista se entrevera en estas líneas. Una condena a muerte, por parte de la Camorra napolitana, pende sobre la cabeza del autor desde la publicación de «Gomorra», su anterior trabajo y en el que se dejaban al descubierto las relaciones de los clanes mafiosos con negocios como la industria textil, el reciclaje de residuos o la especulación inmobiliaria. El autor trae aquí a colación los ejemplos de otros dos periodistas, Christian Poveda, asesinado por una pandilla salvadoreña, y Bladimir Antuna, liquidado por el narcotráfico mexicano. ¿Merece la pena sostener una apuesta tan desigual y desmesurada? Con matices, Saviano defiende la legalización de las drogas como la única medida capaz de atajar el narcocapitalismo.

Mientras tanto, el autor confía en el poder de la lectura como medio tan anónimo como eficaz para despertar a la sociedad de una aptía fatal. En sus propias palabras: «Las mafias no temen a los escritores, temen a los lectores».

Crónicas de la Mafia

La península transalpina se parece a esos dibujos destinados a un público infantil y en el que, tras unir con un lápiz puntos en apariencia inconexos, surge, de repente, un dragón o un duende. En el libro del corresponsal en Roma Iñigo Domínguez titulado «Crónicas de la Mafia» (Libros del K.O.) también se van uniendo algunos puntos: los gobiernos paralelos, las logias masónicas, la Iglesia y las finanzas vaticanas, la Cosa Nostra siciliana, pero también la ´Ndrangheta calabresa, la Camorra napolitana, la Sacra Corona Unita de Apulia, la Democracia Cristiana y Forza Italia, los presidentes Giulio Andreotti y Berlusconi, los jueces Falcone y Borsellino y hasta las cinco familias neoyorquinas.... El dibujo resultante es una bota que da una patada a una isla y el conjunto se llama Italia, el paraíso de la intriga y las medias verdades.

La obra es un atractivo repaso que abarca desde la aparición de la mafia en los pueblos sicilianos y que, de nuevo siguiendo puntos y cumpliendo años, alcanza el Quirinal, la residencia oficial de la República pasando antes por Nueva York, Las Vegas y La Habana. El libro se completa con una extensa filmografía comentada, testimonio de la fascinación con que escritores, periodistas y directores de cine se han ocupado del tema. J.M.C.