«El Gran Hotel Budapest» une a Anderson con el gran público
Las películas de Wes Anderson siempre resultaron demasiado exquisitas para el gran público, pero «The Grand Budapest Hotel» supone su definitiva aceptación mayoritaria, incluso por parte de aquellos que se resistían a los encantos de su personalísimo cine.

Los seguidores fieles de Wes Anderson nos alegramos de que por fin una de sus películas guste a todo el mundo, porque su inmenso talento creativo corría el peligro de ser apreciado en exclusiva por una minoría cinéfila. Su fama de autor rarito le había condenado a convertirse en una especie de delicatessen al alcance de unos pocos, hasta que ese mismo caudal imaginativo ha jugado a su favor en «The Grand Budapest Hotel», debido a que el gran público también está esperando reírse como una comedia original y diferente que puede crear tendencias.
A nadie escapa que lo retro y lo vintage está de moda, y nadie mejor que Wes Anderson en el cine para fantasear con estéticas de otras épocas, y en especial con las procedentes del periodo de entreguerras. En su nuevo largometraje recrea una estética de vieja postal europea, con un hotel del Este de personal uniformado con los restos de la Belle Epoque, en contraste con los otros uniformes militares del nazismo entonces emergente y en expansión.
El novelesco argumento se inspira en obras de Stefan Zweig, el autor vienés de «Carta de una desconocida», si bien incorpora elementos de intriga y de misterio a lo Agatha Chrstie. La acción está desarrollada a la manera enloquecida de las comedias de Charles Chaplin, con escenas de confusión que acaban en pelea multitudinaria.
Si ya de por sí todos esos elementos juntos son atractivos, lo que termina de hacer grata la película es su interminable reparto multiestelar, con el que Wes Anderson culmina su gusto por la coralidad basada en las amistades que ha ido haciendo desde que comenzó a hacer cine a mediados de los 90.
Todos quieren salir en una película de Wes Anderson. Ya no se trata de que aparezcan sus colegas de siempre (Bill Murray, Owen Wilson, Adrien Brody o Jason Schwartzman). A la fiesta se han sumado muchos otros, siendo la mayoría nombres consagrados, a excepción del debutante Tony Revolori, al que el cineasta ha descubierto en el papel de botones inmigrante, convertido en discípulo del conserje encarnado por Ralph Fiennes. Este es el alma máter del hotel, por lo que actuará como maestro y protector del chico, aunque los enredos le llevarán a tener que defenderse a sí mismo. La herencia de un valioso cuadro de una rica huésped recién fallecida disparará las sospechas.

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