Juanjo BASTERRA

La privatización de las cajas se mira en un espejo italiano muy difuso

La transformación de las cajas en fundaciones se mira en el espejo italiano. 25 años después es incapaz de garantizar que haya fortalecido la obra social en apoyo a los ciudadanos, sino que ha avanzado a un modelo con menos recursos y en manos privadas.

El proceso de privatización y ordenación del sistema de las cajas de ahorros que se ha producido en el Estado español ha seguido los pasos fundamentales del modelo italiano para trasformarse en fundaciones bancarias, mientras el poder financiero quedará ubicado en bancos privados. Kutxabank es un ejemplo directo de hacia dónde va este modelo, que se mira en un espejo italiado difuso y con bastante bruma, pero que pondrá fin a más de un centenar de años de experiencia cercana a los ahorradores. 25 años después de iniciarse, el modelo italiano sigue manteniendo los mismos problemas que al inicio del proceso, a los que se ha unido el efecto negativo de la crisis económica. La rentabilidad está por delante de la actividad social. Marco Trombetta, del IE Business School Madrid, analiza esta realidad, que es el principal referente que tiene el presidente de Kutxabank, Mario Fernández, a la hora de plantear esta privatización del banco y la desaparicion de las cajas de ahorro al convertirse en fundaciones, como un conjunto del puzle financiero al que nos han llevado.

Según explica Trombetta en un estudio publicado en «Cuadernos de Información Económica», de la Fundacíón de Cajas de Ahorros (Funcas), se confirma que «las fundaciones bancarias han suscitado un interminable debate en torno a su identidad dual: por una lado , su papel como accionistas de sociedades bancarias y, por otro, su carácter de entidades filantrópicas orientadas a la promoción del desarrollo local y con un fin social». A su juicio, la crisis financiera ha reactivado el debate, pero sobre todo «ha creado preocupación sobre su papel en la capitalización y gobernanza de los bancos y sobre su dependencia de los beneficios bancarios».

Según el estudio, existen 88 fundaciones bancarias en Italia, las mismas que al inicio. La Associazione di Fondazioni e di Casse di Risparmio (ACRI) representa actualmente a las fundaciones bancarias. Desde 2001 a 2012 otorgaron ayudas por importe de 15.670 millones, con una cantidad máxima en 2007 con 1.700 millones y, en conjunto en es espacio de tiempo, activaron 300.739 proyectos con un valor medio de 52.000 euros. El modelo italiano mantuvo en ese espacio de tiempo una inversión media del 2,52% entre el importe de las ayudas concedidas y los activos de la fundación. Sin embargo, tras el inicio de la crisis financiera «se ha producido una reducción sustancial de las ayudas (-43,7%) y de la capacidad de concesión de ayudas (-36,57%)».

En el análisis de Funcas se advierte de que en 2012, las fundaciones bancarias inyectaron 965,8 millones -una media de 11 millones de euros por fundación- frente a los 1.715,1 millones de euros en 2007. «Esta notable disminución representa una amenaza para la relevancia de las fundaciones bancarias desde un punto de vista social y local, pero también para su capacidad dinamizadora de los territorios y las comunidades locales donde se asientan», explica.

Entre las conclusiones, Trombetta destaca que las fundaciones italianas «siguen en busca de un modelo estable de existencia» y adelanta que «creadas como entidades holding para dar cabida a los bancos originarios, actualmente se ven obligadas, tanto por las disposiciones legales como por las cambiantes condiciones económicas, a caminar hacia un nuevo modelo de entidad autónoma sin fines lucrativos».

Además, entiende que «esta transición se encuentra lejos de haber concluido y está resultado difícil», por la importante crisis financiera desencadenada en verano de 2007.

Es evidente que mirarse en el espejo italiano no parece que sea el modelo más adecuado para el sistema de cajas vasco, que hasta la aventura en que se embarcó Mario Fernández al frente de BBK hace ya tres largos años, mantenían un nivel de solvencia y de gasto en la obra social interesante. No obstante, habría que hacer alguna excepción en este caso sobre la aventura del ladrillo por parte de Kutxa en el sureste español.

Sin embargo, los italianos 25 años después no pueden confirmar que esa transformación de las cajas haya aportado nivel de seguridad en los fines sociales de estas entidades ni tampoco se han beneficiado del aporte económico, que se ha visto bruscamente recortado. Por lo que habría que preguntarse ¿para qué dar ese paso aquí?

«¿Representan las fundaciones bancarias italianas un modelo atípico?»

Ante esta pregunta, Marco Trombetta responde que «en realidad, no; o, mejor dicho, ya no. El único elemento en el que se sustentaba su posible naturaleza atípica es el importe -y origen- de su patrimonio, lo que obviamente influyó al legislador a la hora de crear -entre otras cosas- normas específicas para su gestión financiera y dar algunos consejos patarnalista». Admite, sin embargo, que «pese a todo, los lazos con el banco participado y el papel desempeñado por las fundaciones bancarias en su gobernanza persisten y siguen resultando evidentes».

La importante diferencia es que cada vez aportan menos al papel de la intervención en la obra social, en Italia y en el Estado español. De hecho, la CECA admite que en 2008 se aportaron 2.000 millones a Obra Social y en 2013 apenas han llegado a los 650 millones. J.B.