EÑAUT BARANDIARAN
RUGIDOS ROJIBLANCOS

Alquimia

Cuando Aritz Aduriz se suspende en el aire para rematar de cabeza debe sentir algo similar a la ingravidez, y pese a no llevar casco ni traje espacial, y sí medias, pantalón corto y camiseta rojiblanca, sus sensaciones no deben ser muy distintas a las de cualquier astronauta que otea la inmensidad del universo desde la ventanilla de uno de los tropecientos Apolos que han surcado las estrellas hasta la fecha. Luchar con él por robarle un balón aéreo se asemeja a tratar de matar una mosca rebelde de esas que son capaces de predecir hasta tus manotazos en apariencia más repentinos. Aunque un zorro con ojos de mosca cojonera es una combinación genética más propia de un relato de Lovecraft que de lo que nos ocupa, más o menos así debe percibir el punta rojiblanco los movimientos pesados, lentos y esforzados de sus pares, mientras estos observan con terror un tipo en apariencia normal que va creciendo hasta convertirse en un gigante en cuanto sus pies se despegan del suelo. Llegará el día en el que Aritz repase la lista de la compra a la espera de que le llegue el balón, tras haberle ganado la posición a su par y haber elegido el palo correcto para el testarazo. Pocos jugadores en la actualidad son capaces de unir tal efectividad y plasticidad en un golpeo de cabeza.

Su testa concretó un nuevo triunfo que volvió a brotar de las cabezas pensantes de dos jugadores que en vez de privilegiar el continente utilizan el contenido, la materia gris, para jugar a esto del fútbol. Sin menospreciar la notable actuación de Erik Morán, Herrera e Iturraspe, Iturraspe y Herrera, tanto monta monta tanto, volvieron a pensar un partido brillante y solvente para este Athletic que combina como pocos equipos el corazón y la razón, una suerte de alquimia que ofrece espectáculo y resultados a partes iguales. Un equipo de los pies a la cabeza, ambos inclusive, al que le espera su particular Semana Santa de pasión: una primera procesión a la casi siempre imposible Barcelona, para recibir acto seguido a su ya único rival en la lucha por la cuarta plaza, un Sevilla que vive como pocos ese fenómeno extraño y tenebroso de los pasos, los capirotes y las hordas de creyentes borrachos. Si saliera airoso de ambos envites, Aritz Aduriz podría invitar al resto del equipo a su atalaya, y contemplar la inmensidad de las estrellas continentales desde la ventanilla del Apolo Athletic 2013-2014.