Patxi IRURZUN
20 ANIVERSARIO DE LA OKUPACIÓN DEL GAZTETXE DE IRUÑEA

Euskal jai revive dos décadas después

Los «fantasmas buenos» del Euskal Jai volverán a pasearse en bañador por las calles del Casco Viejo de Iruñea tras 20 años desde su okupación y 10 desde su brutal desalojo. Diversos actos a lo largo de la semana y una fiesta el próximo sábado recuerdan el que fue un lugar mágico para el movimiento popular de la ciudad.

Fue un oasis en el corazón de la ciudad, en el Casco Viejo de una Iruñea asfixiante, donde a quienes querían volar se les intentaban romper las alas a pelotazos. Aplacó durante una década (1994-2004) la sed de libertad, de fiesta y lucha, de diferentes generaciones, hasta que se sepultó con los escombros del que probablemente fuera el primer frontón de remonte del planeta; hasta que el agua comenzó a saber y a oler a cloro. Pero el Euskal Jai, el gaztetxe de Iruñea, no ha dejado de respirar bajo el edificio que ahora ocupa su lugar (un aquagym), y, durante los días 7, 8 y 10 de mayo, conmemorará los veinte años transcurridos desde su okupación y los diez desde su brutal desalojo, con una fiesta que ya no se conforma con reivindicar un oasis para Iruñea, sino la mismísima playa -«Maya, Maya, queremos playa», es el lema elegido- y en la que pretenden que una marea colorida de gente inunde las calles de Alde Zaharra para demostrar que el espíritu del Euskal Jai, la alegría y las ganas de vivir de quienes lo habitaron, siguen latiendo.

Un lugar mágico

Hoy hace exactamente veinte años desde que el viejo e histórico frontón fue okupado, tras casi dos décadas de abandono. Fue en 1977 cuando se escuchó el último pelotazo (el último lanzado desde una cesta) contra un frontis que restallaba como ningún otro en el mundo. Inaugurado en 1909, con una singular arquitectura modernista, el Euskal Jai volvió a cobrar vida el 7 de mayo de 1994 cuando la Iruñeko Gazte Asanblada desalojó las ratas y despejó la maleza que habían invadido el viejo templo de la pelota. «Aunque al principio se pensaba que iba a durar dos días, tuvimos gaztetxe durante una década», recuerdan hoy. «El Euskal Jai era el pulmón del movimiento popular de Iruñea y una escuela de aprendizaje para trabajar la horizontalidad, la autogestión, el asamblearismo, para desarrollarnos como personas y poder transformar esta sociedad. Gente de todo tipo encontraba ahí su lugar para desempeñar sus aficiones, debatir sobre política, formarse en diferentes materias, divertirse... El que estuviera formado por gente tan diferente traía con ello dificultades pero a la vez enriquecía el espacio. Gracias a estas dificultades se aprendió a llegar a consensos y compartir espacios».

Diez años, por tanto, de conciertos, comedor, cursos, asambleas... Diez años plenos de color, de luz, de sentimientos, que para muchos convirtieron el Euskal Jai en un lugar especial, cuyo recuerdo permanece cosido a los corazones. «Ese lugar era mágico», recuerda la rapera La Chula Potra, que participará el sábado en la fiesta de aniversario. «Estaba lleno de fantasmas buenos. Recuerdo el último cumpleaños, el último sanfermín ahí. Muy intenso. Mucho trabajo y preocupación por lo que temíamos. Para mí el Euskal Jai ha sido un antes y un después en mi vida. Ahí rapeé en público por primera vez, y de su pérdida nació mi hit `La bofetada'. Pero además allí conocí, hace diez años, justamente en el último cumpleaños, al padre de mis hijos. Nunca lo olvidaré, marca mi militancia política anarquista para siempre. Cada victoria de hoy es un homenaje a lo que viví ahí, y una venganza contra los que nos lo destruyeron».

El desalojo

Los que destruyeron el gaztetxe, los que envenenaron el agua, irrumpieron en agosto de 2004. Con máquinas de demoler. Con bocachas y porras. Con nocturnidad y alevosía. Las máquinas derribaron el frontón mientras varios jóvenes permanecían todavía encaramados al tejado, poniendo en riesgo sus vidas. La policía les disparó pelotas de goma. A dar. Hay testimonios que lo certifican, como el vídeo «Crónicas del Euskal Jai», de Eguzki Bideoak. Los antidisturbios disparaban también abajo, en la calle, a las ventanas de los vecinos que mostraban su apoyo, o los coches en marcha que lo hacían tocando el claxon mientras bajaban por la Cuesta de Labrit. Pero el desalojo del viejo frontón también marcó un hito en la historia de la Iruñea insumisa. «Los actos de protesta estuvieron apoyados por el barrio, por todo Iruñerria. Vino gente de todo Euskal Herria a apoyarnos. Hubo respuestas espontáneas, caceroladas, manifestaciones masivas. Y mucha violencia por parte de la policía municipal», recuerdan ahora quienes han organizado los actos del aniversario. El objetivo es rendir un homenaje al gaztetxe, reivindicarlo como parte de la memoria histórica de la ciudad. «Por otro lado, la fiesta se hace sin permisos, para reivindicar la calle, y más en estos tiempos de represión social que vivimos. Queremos que vuelva la alegría popular a inundar las calles de Iruñea».

La playa de Calderería

Si el tiempo no se tuerce y si se tuerce también las calles del Casco Viejo se llenarán el sábado de bermudas, de chanclas, de camisas hawaianas... Antes, hoy mismo, el programa de actos dará comienzo con un café tertulia bajo el título «¿Qué fue el gaztetxe para ti?» (en Katakrak a las 19.00) y de una proyección de cine mañana (Zabaldi, 19.30). Pero el día grande, el día de playa, será el sábado 10, con kalejira, teatro, comida popular, chocolatada y un concierto en el que participarán Demokrazia Zero, Oreka TX, Las chicas del Albal, El ombligo de venus, La Chula Potra, Mi primo el Chicharachero y Starluxe, todo ello en la Plaza de Calderería. Actos conmemorativos pero que, a la vez, sirven para tomar el pulso al movimiento popular y okupa hoy en la ciudad. «Hay muchas cosas que valorar y en los debates que salgan estos días podremos ir hilando la realidad actual. Todo lo que se ha intentado okupar no ha durado más de dos días, pero todo va por ciclos, nunca se sabe. El miedo y el individualismo son grandes herramientas que el sistema se empeña en inculcarnos. Pero si siguen apretando tanto, quién sabe qué pasará. Desahucios, represión laboral, recortes sociales... La okupación ahora es más legítima que nunca».

El Euskal Jai, pues, se desalojó, pero su espíritu sobrevivió y se transmitió en otros proyectos. Como en la metáfora zapatista, el espejo se rompió pero así nacieron decenas de pequeños espejos. O como cuenta La Chula Potra: «Derribaron el edificio, y a la vez nació dentro de mi corazón, del corazón de mucha gente, una Euskal Jai que recreamos allá donde vamos. Haciendo una red de resistencia, vidas y amor». El gaztetxe, en definitiva, sigue vivo. Euskal Jai bizirik!