GARA BILBO
ZIENTZIA

Detectan una luz circular proveniente de un agujero negro recién creado

El 24 de octubre de 2012, observatorios de todo el mundo fueron alertados de una gigantesca explosión estelar, denominada GRB121024A, que había sido localizada horas antes por el satélite Swift de la NASA en la constelación de Eridano. Solo el Observatorio Europeo Austral, mediante su Very Large Telescope (VLT) situado en el desierto de Atacama (Chile), pudo tomar precisas medidas polarimétricas del fenómeno.

Los datos obtenidos de esa explosión, que se produjo hace unos 11.000 millones de años, han permitido reconstruir cómo se forma un agujero negro. En el trabajo dedicado a ello ha participado el investigador de Ikerbasque Javier Gorosabel, codirector de la unidad asociada que forman el Instituto de Astrofísica de Andalucía, CSIC y la UPV-EHU.

La duración de una explosión estelar puede ser de escasos segundos, pero la energía que emite es equivalente a la que pueden emitir 200 soles juntos durante toda su vida. No se conoce en el universo ningún otro fenómeno de tal intensidad. Así lo explicó ayer Gorosabel en el desayuno informativo que organizó Ikerbasque en el Bizkaia Aretoa de Bilbo.

El trabajo que presentó Gorosabel se centra en brotes de rayos gamma (GRBs). Estos son el rastro de la muerte de estrellas o hipernovas a miles de millones de años luz de distancia de la Tierra. Durante décadas han constituido uno de los mayores misterios de la astrofísica y solo ha comenzado a clarificarse durante los últimos años.

El último descubrimiento, que se publica hoy en la revista «Nature», ha permitido definir lo que ocurre en los instantes posteriores a la formación de un agujero negro.

La investigación que lo ha hecho posible aglutina a científicos de todo el mundo. Desde hace ya una década los astrofísicos poseen fuertes evidencias de que los LGRBs (del inglés Long Gamma-Ray Bursts) se producen por el estallido de las llamadas estrellas masivas, astros con masas hasta cientos de veces mayores que la del Sol que, además, giran rápidamente en torno a un eje de rotación.

Una enorme peonza

Como estas estrellas son masivas y giran, no explotan como una estrella normal, que lo hace de forma radial, como se desinfla, por ejemplo, un balón. La implosión de estos enormes astros produciría, según algunos modelos teóricos, una enorme peonza -es decir, como hace el agua cuando cae en el sumidero de un lavabo- hasta finalmente formar un agujero negro. La energía desprendida por esta gigantesca explosión se emitiría en dos chorros altamente energéticos que estarían alineados con el eje de rotación de la estrella moribunda.

Todas las estrellas poseen campos magnéticos; más aun si estas giran rápidamente, como es el caso de los LGRBs. Así, durante el derrumbe interno de la estrella hacia el agujero negro central, los campos magnéticos de la estrella también se arremolinarían en torno al eje de rotación de esta. Siguiendo con este modelo, durante el desplome de la estrella se produciría un potente «géiser magnético» que se expulsaría desde el entorno del agujero negro que se va formando y cuyos efectos se sienten a distancias de billones de kilómetros.

Este complejo escenario hacía prever que la luz emitida durante la explosión de la estrella debía estar polarizada circularmente, como si de un tornillo se tratara.