Raimundo Fitero
DE REOJO

Hormonas

Saltarinas ellas, caprichosas, ellas, las hormonas, tan alteradas y tan monas. Siempre ha habido concomitancias entre la realeza y las folklóricas y aduciendo obediencia debida o «de eso se encarga mi marido», han intentado escabullir el bulto ante los jueces. Los abogados de Isabel Pantoja, blanqueadora de pasados y de bolsas de basura, aduce que «las hormonas del amor le impidieron ver lo que pasaba», refiriéndose a los asuntos del saqueo organizado de las arcas municipales de Marbella. No con tanta prosapia, la esposa de Urdangarin se presentó con argumentario similar ante el juez y su abogado defensor, el fiscal. La culpa fue de las hormonas.

Y es verdad que las hormonas nos provocan prejuicios y beneficios. Dependemos de ellas desde el mismo instante de la concepción. Y de ahí en adelante podríamos establecer nuestra biografía en paralelo con las subidas y bajadas de un tipo u otro de hormonas, ellas, tan monas, que tanto nos desequilibran, nos ruborizan o nos dejan con el vello erizado ante circunstancias ambientales, emocionales o evolutivas. No se sabe a ciencia cierta si su comportamiento forma parte del código genético hereditario, pero es casi seguro que la vida, el ejercicio, la alimentación y los estimulantes condicionan su funcionamiento y relaciones entre ellas y entre los otros elementos de nuestra maquinaria perfecta llamada cuerpo.

Los deportistas, sir ir más lejos, acaban sucumbiendo por el consumo de productos que hacen que algunas de sus hormonas alteren su vida y costumbres, por ello en ocasiones, los exdeportistas de élite acaban con problemas depresivos de bastante consistencia. Algunos dicen que son sicológicos por la falta de estímulos exteriores, por abandonar las portadas, pero hay quien señala que son las hormonas las que se rebelan y conducen a los sujetos a esos estados. Pongamos que algo así le sucedió a Yago Lamela, saltador de longitud con logros internacionales importantes, fuera de los focos hace unos años, encontrado muerto en su casa con treinta y seis años. No se conocen las causas de su fallecimiento. Las insinuaciones hablan de desorden emocional, de depresión profunda. Y de ahí al salto definitivo.