Iñaki URDANIBIA
NARRATIVA

Nuestro planeta mar

La expresión con que encabezo el presente comentario se debe al escritor Arthur C. Clarke, que subrayaba de tal modo el color azul que caracterizaba, de manera predominante, la visión de nuestro planeta. Philip Hoare, verdadero homo marinus, nos ofrece otra de sus excursiones por los mares, interiores y exteriores, y por las costas que les delimitan, mas no quedan ahí sus aleccionadoras travesías, ya que su manera de mirar los paisajes va cargada de abundantes notas a pie de página que dan cuenta de la naturaleza, la cultura, las leyendas y los mitos que adornan tales pagos, que tienen las mismas propiedades que los imanes: un poder potente de atracción. La travesía resulta así como un camino sobre los huesos, las historias de sus poseedores, las leyendas erigidas, como si un pliegue hubiese engullido todo lo que sobre el lugar ha acontecido. Los lugares visitados por el incansable Philip Hoare se convierten en verdaderos pozos sin fondo, ya que conservan en su actualidad -al modo de capas arqueológicas, de sabroso hojaldre- las historias que se han ido acumulando en torno suyo. Las navegaciones del autor de este magnífico libro son abarcantes derivas que actúan sobre los lares visitados como un estrecho rastrillo que no deja pasar ni una de las cuestiones esenciales que a tales pueda asociarse. Visitas nómadas y rizomáticas que nos sorprenden con las mil y una historias de diferente género que van invadiendo la geografía.

Gran Bretaña, las Azores, Sri Lanka, Ceilán, Tasmania, Australia, EEUU y Canadá componen el móvil escenario de la peregrinación a la que se nos invita. Como queda dicho, Hoare da la palabra acumulada de escritores (Herman Melville, George T. Eliot, Coleridge, Irish Murdoch, Clarke, Charles Dickens, Paul Bowles...) y otras celebridades del saber como Charles Darwin, Benjamín Franklin y... muchos más. Nos presenta así las singulares historias de personajes singulares entrecruce de naturalistas entregados, exploradores, santos con sus animales de compañía que van desde los habitualmente domésticos a la totalidad de la fauna que pueblan los rincones viajados: cormoranes, gaviotas, cisnes, cuervos... Podemos ver los chorros de los distintos tipos de ballenas y las evoluciones de delfines, horcas,y otros seres que pueblan los océanos.

Tampoco falta el recurso a las pinturas que han inspirado muchos de los personajes y episodios a ellos unidos, ya mencionados, así como un repaso a la arquitectura que se ha ido sumando a los paisajes, una seleccionada iconología, museos, etc. Distintas teorías se presentan a medio camino entre el animalismo y la etología; zoología al por mayor, amor a la naturaleza, a la conservación de las particularidades muchas veces destrozadas por la depredadora obra de los humanos. En tal apartado se ha de considerar el trato recibido por los indígenas de diferentes lugares, los crecientes negocios turísticos y la caza al por mayor de sus queridas ballenas.

Esta historia natural y cultural se ve completada y hasta podría decirse inspirada por los propios avatares existenciales de Philip Hoare y su original familia, entre cuyos predecesores hallamos esclavistas, investigadores, traficantes y hasta delincuentes, cuyas movidas vidas les hicieron viajar y atravesar los océanos que unen y separan los continentes.

Podría usarse el dicho «de raza le viene al galgo», y así Hoare nos hace trasladar nuestra mente por distintos lugares, del mismo modo que ya hizo en su impagable «Leviatán o la ballena», ilustrado y apabullante tratado de cetología que hiciese decir a un escritor -con el que indudablemente el autor guarda ciertos aires de familia (me refiero al campo de la docu-escritura)-, W.G.Sebald: «En manos de Hoare las ballenas son infinitamente extrañas e interesantes», afirmación que -abriendo el abanico- resulta aplicable a la presente entrega, ubicada bajo el manto del mismísimo Poseidón.