Natxo Matxin

Porque somos de Osasuna

Aunque ya no se estile tanto, tradicionalmente el negro se ha ligado a la ropa de luto. Ayer fue una jornada de duelo en toda Nafarroa, pero no fue el color oscuro lo que primó por las calles, sino el rojo. Resultó emocionante comprobar cómo, desde los más txikis hasta los más mayores, se enfundaron en un lunes maldito la elástica de un equipo que tantas alegrías y disgustos les ha dado en los últimos catorce años, que les hizo soñar con una Copa e incluso una UEFA y que también les ha disparado las palpitaciones casi todos los finales ligueros.

Ese gesto, el de enfundarse la camiseta en un día aciago en el que lo más lógico sería ocultar tus preferencias futbolísticas para evitarte el escarnio público, no es sino un signo de que este último periplo en Primera ha calado hondo y ha acrecentado el sentimiento rojillo hasta el punto de no sentirse ni inferior ni superior a otras escuadras con mayor palmarés, potencial económico y escaparate mediático.

Hace escasos días, mi hija pequeña cumplió cinco años y solo tenía un regalo en su cabeza: la elástica rojilla con su nombre y el dorsal de Oier, su ídolo. Alguien con menos inocencia que ella le contrapuso: «Pero, ¿por qué quieres esa camiseta? Si van a bajar...». Ni corta ni perezosa, su respuesta fue simple: «Porque somos de Osasuna». Pues eso.