Mikel INSAUSTI DONOSTIA

«Grace de Mónaco» abrió Cannes con muy malas críticas

Los enviados especiales desplazados en el Festival de Cannes no tuvieron buenas palabras para «Grace of Monaco», película de Olivier Dahan encargada de inaugurar la edición en curso. Parte de la prensa se ha cebado igualmente con la rigidez facial de la actriz Nicole Kidman.

No cabía esperar una buena recepción a «Grace of Monaco», utilizada por el festival de Cannes para lucir un lujoso reparto estelar sobre la alfombra roja y en el correspondiente posado para la prensa gráfica, que es lo que se busca en las películas inaugurales.

Lo de la crítica ya fue otro cantar, porque masacraron el nuevo trabajo de Olivier Dahan, que desde que triunfó en los Óscar con el biopic sobre Edith Piaf «La vida en rosa» anda muy perdido. Otro tanto sucede con la carrera de Nicole Kidman, que va en picado. No se puede culpabilizar a la actriz australiana del desastre de una gran producción que ha costado 30 millones de dólares, ni de que el director la haya cosido a primeros primerísimos planos, dejando en evidencia sus retoques faciales.

Rainiero vs De Gaulle

El guionista Arash Amel ha declarado que no quería hacer un biopic al uso, sino centrarse en un periodo concreto de la vida de la actriz Grace Kelly. Espero que no lo dijera como sinónimo de originalidad, porque justo es eso lo que han hecho todas las películas «retro» relacionadas con anécdotas de Hollywood y sus estrellas, sin que ninguna haya logrado convencer al gran público, y menos aún a la cinefilia.

Está claro que «Grace of Monaco» no va a ser la excepción. Presenta a Grace Kelly como una actriz a la que le toca hacer el papel más difícil de su carrera en la vida real, al interpretar a una princesa que se sacrifica por su marido Rainiero y la corte monegasca. Tendrá que vencer la tentación de regresar al cine, ya que Alfred Hitchcock intenta seducirla profesionalmente, aprovechando su crisis personal.

La etapa coincide en lo histórico con las tensiones entre el Principado y el Estado francés, a causa de la presión ejercida por un De Gaulle que quería acabar con el estatus de paraiso fiscal del que ha venido gozando Mónaco, ocultando tras ello planes anexionadores en nombre de la «grandeur».