MIKEL INSAUSTI
CRíTICA: «Dos madres perfectas»

Mujeres maduras intercambian hijos adolescentes

A Anne Fontaine se le ve más cómoda rodando películas para el mercado francófono como «Nettoyage à sec», «Nathalie X» o «Coco avant Chanel». En su primer rodaje en inglés parece desubicada, sin tener demasiado claro la película que realmente quiere hacer. Se deja seducir visualmente por la belleza del idílico paisaje de la costa australiana, pero como nadie vive eternamente tomando el sol y haciendo surf, su película adquiere el aspecto superficial de los mensajes publicitarios.

Tal vez sea esa la imagen que la ociosa historia requiere, pero no deja de ser tampoco un drama familiar, al que definitivamente le falta la hondura necesaria. Es posible que la cineasta no haya encontrado el tono justo, llevada por el deseo de evitar caer en el morbo fácil al que la situación argumental, tomada de una novela de Doris Lessing, se presta. Sin embargo, en su intento de suavizar el contenido, lo que ha hecho es aligerarlo más de la cuenta.

Tanto Naomie Watts como Robin Wright cuidan sus caracterizaciones de mujeres maduras, pero se ven muy aisladas en un entorno que artificiosamente recuerda al de una isla desierta. En ese caso la narrativa debería haber sido más contemplativa, y no tan de desayunos en la terraza y baños compartidos en la playa de forma tediosa a la par que previsible.

Ellas tratan de comportarse con la máxima naturalidad cuando llega el romance, tal vez nacido de compartir muchas horas muertas con sus respectivos hijos adolescentes, hasta que termina por surgir el intercambio. Como los chicos se han criado juntos, les resulta difícil al principio admitir que cada uno se acueste con la madre del otro. Las madres, por su parte, se entregan al rejuvenecedor amor, confiadas en que sea algo pasajero, destinado a sucumbir cuando los jóvenes empiecen a relacionarse con chicas de su edad. Sin embargo no les sentará bien convertirse en abuelas, por lo que no les será sencillo aceptar el paso del tiempo y los celos provocados por sus respectivas nueras rivales.