Arnaitz GORRITI

Solo la profesionalidad de los jugadores y la afición salvan a Bilbao Basket

Hacer un balance en clave deportiva de la campaña 2013/14 de Bilbao Basket es absurdo, porque los interminables sobresaltos económicos, que cerca han estado de hacer desaparecer al club, han trastornado lo visto en el parqué. Poder volver a empezar es su mayor triunfo.

Aunque el Real Madrid sea un rival irreconciliable por estos pagos para la mayoría de la gente, no fueron pocos los que agradecieron de corazón el inolvidable pasillo que, aquel 23 de marzo, tributaron a unos hombres de negro que anunciaban una huelga tras aquel partido.

«Tomamos esta decisión, debido a que hemos llegado a un punto en el que lo único que nos queda es defender nuestros derechos y sobre todo defender a nuestras familias», explicaba Alex Mumbrú, capitán de los hombres de negro, pocos días después de que se frustrara el patrocinio de Bilbao Basket del Igualatorio Médico Quirúrgico, un episodio chusco y de vodevil en el que se ponía punto final a la «era Arrinda» al frente del club bilbaino, y en el que el anuncio del patrocinio de IMQ hasta 2018 saltaba por los aires en el plazo de una semana, al ver una absoluta «falta de viabilidad económica» en el seno del Bilbao Berri SAD.

Desde que en la Junta de Accionistas de diciembre Gorka Arrinda anunciara que «el club necesita un millón y medio de euros para hacer frente a los pagos, tanto de nóminas como de proveedores», en el contexto de una deuda superior a los seis millones de euros, el proceso de autodestrucción de Bilbao Basket se aceleraba. De hecho, el propio Arrinda se volvió un obstáculo a cualquier solución, y hasta los propios hinchas de Miribilla proclamaban «¡Arrinda, vete ya!».

De haberse consumado la huelga, la propia Liga ACB hubiera expulsado a Bilbao Basket de la competición. El movimiento subterráneo para reconducir el club fue constante y el día 29 de marzo, Mumbrú anunciaba que «el acuerdo de mínimos ha satisfecho nuestras pretensiones y hemos recibido algo para desconvocar la huelga».

Solo unas pocas horas antes, una interminable votación entre los jugadores ponía fin a su convocatoria de huelga, eso sí, después de que el club emitiese un comunicado por el que «firmaba el traspaso de sus acciones» al denominado grupo alternativo de gestión, formado por Iñaki Calvo, Curro Guzmán, Juan Elejalde, Carlos del Campo y Javier Montoya. «La solución está en camino aún», advertía Roger Grimau, ya que la nueva directiva se debía constituir en la Junta Extraordinaria del 5 -al final el 6- de mayo, pero había que llegar con vida hasta esa fecha.

Ese «algo» recibido por los jugadores eran unos pagarés que no pudieron cobrarlos, y solo acudir al Fondo de Garantía Salarial de la ACB, que daba como margen el 31 de mayo para devolver los 195.000 euros prestados, más intereses, salvó a Bilbao Basket. También lo pudo salvar la creación del nuevo Consejo, con Xabier Jon Davalillo de regreso a la presidencia el 6 de mayo, después de que la familia Arrinda vendiera «a coste cero» sus acciones. Posteriormente, la renovación del convenio de patrocinio con Kutxabank, del 23 de mayo, con el que evitar que Bilbao Basket expirara el día 31. En los últimos días, la solicitud de preconcurso de acreedores ha dado al club bilbaino tres meses más de tiempo para alcanzar «acuerdos extrajudiciales» con sus acreedores.

Un equipo de la «gerontocracia»

Ante semejante tormenta continua, ¿qué importa lo que ocurriera en la cancha? ¿Qué importa que Carmichael no cuajara o que Kavaliauskas decidiera volver a Lituania, o que Bertans decidiera no irse al Partizan de Belgrado con su hermano? ¿Qué más da que el experimento de Grimau de base no saliera o que Pilepic, Samb y Vrkic apenas han abandonado el banquillo? ¿Qué importa, en realidad, que Rafa Pueyo defraudara en su primera experiencia como primer entrenador, incapaz de ofrecer nada que no saliera de la chistera de la «gerontocracia» bilbaina? ¿Cuánto da que Bilbao Basket apenas superara la primera fase de la Eurocup y cayera en el Last 32, y no optara nunca a jugar la Copa ni los play offs?

También hubo buenas noticias, como por ejemplo la aparición de Bertans, o la fructífera segunda etapa en Bilbo de Gabriel y Markota. Incluso la llegada de Alberto Díaz, cedido por Unicaja, es una gran noticia, a pesar de que en ataque le quede mucho.

Buenas noticias eclipsadas por una afición que nunca dejó de lado a sus jugadores, y que alentó la profesionalidad de los hombres de negro. «El 100% de lo que hemos hecho ha sido por la afición. Con un pabellón con 500 personas o perdiendo aficionados, no hubiéramos tenido razones para seguir», confesaba Gabriel, pero que advertía de cara al futuro: «La situación ha sido tan dura que vamos a exigir más que un proyecto de viabilidad. Queremos hechos y garantías».