Iker BIZKARGUENAGA Periodista
Histórica cadena humana por el derecho a decidir

Ya hemos pasado Urkiolamendi

Ayer fue el Día de las Fuerzas Armadas. En España, quiero decir. Y me vais a perdonar que empiece así esta columna, pero es que me parece una feliz coincidencia. Porque en las redes sociales, en medio de miles de entusiastas comentarios que celebraban el éxito de la cadena humana, de vez en cuando entraba alguna foto del acto que celebraron en Madrid «los tres ejércitos y la Guardia Civil» y me parecieron marcianos. Sin llegar quizá al nivel esperpéntico de Carlos María de Urquijo la víspera, pero la imagen era de otro planeta.

Y mientras estábamos en Landako persiguiendo a un renacuajo decidido a hacerse amigo de todas las cuadrillas de adolescentes, me preguntaba qué pueden ofrecer esos carcamales, con su capitán general a la cabeza, a los chavales que con la cara pintada lo estaban dando todo en la verbena, o a las crías que en el tren de vuelta cantaban «hormak eta harresiak ez ditugu maite». Nada. Nada de nada. Porque si entre Durango e Iruñea hay 123 kilómetros, entre Durango y la Plaza de la Lealtad hay 123 años luz de distancia. Y va subiendo.

El Estado español, con su corrupción, su imposición y sus reyes sus tricornios y sus delegados, era ayer una pesadilla lejana que se difuminaba en medio de un mar de colores y una sonrisa infinita a la sombra de Anboto. Aún queda un trecho, pero tampoco tanto; yo diría que ya hemos pasado Urkiolamendi.