El penalti que se inventó Panenka
En Brasil se están prodigando los remates desde los once metros, una acción que ha deparado unos cuantos penales antológicos en la historia mundialista.

Cuando el checo Antonin Panenka batió al meta Sepp Maier, con una peculiar manera de lanzar el penalti decisivo durante la final de la Eurocopa de 1976, poco podía imaginar que se estaba convirtiendo en parte de la historia del fútbol, una revolucionaria y sutil manera de lanzar una pena máxima que ha hecho más o menos fortuna. Hoy se cumplen 38 años de aquella acción. Panenka se jugó la Eurocopa para su país de una manera que nadie esperaba, tampoco el alemán Seep Maier, batido por un toque sutil por el centro de la portería, justo cuando ya había decidido lanzarse hacia la izquierda de su arco.
Este Mundial de Brasil se está prodigando en lanzamientos desde los once metros. «Los penaltis son una guerra psicológica», sostiene todo un especialista como es el portero brasileño Diego Alves. La `araña negra' Lev Yashin, de la antigua URSS, detuvo más de 150 penales a pura intuición. El argentino Sergio Goycochea, por ejemplo, está considerado uno de los últimos grandes maestros en la materia, aunque para ello tuviera que echar mano de una particular cábala en el Mundial de Italia'90. «Fue nacida desde la necesidad. Ante Yugoslavia habíamos jugado 120 minutos y no podía ir al vestuario antes de los penales. Había tomado mucho líquido y me vinieron ganas de orinar. Tuve que hacerlo en el campo y ganamos. Contra Italia ya lo provoqué de nuevo, ¡y volvió a salir bien!», recuerda.
Enfrente de los guardametas, los rivales. Un duelo. «En Brasil se dice que los lanzamientos penales son tan importantes que únicamente el Presidente debería estar autorizado para tirarlos», comentó el que fuera jugador y seleccionador Dunga. En los Mundiales hemos visto fallarlos a Zidane, Zico, Sócrates en el de 1986, a Roberto Baggio en 1994, a Trezeguet en 2006, y meterlos para dar un título al alemán Andreas Brehme en la final de Italia 1990.
Hay muchos otros penales que figuran en la antología. Quién no recuerda el transformado por Johan Neeskens, a raíz de una falta de Berti Vogts sobre Johan Cruyff en la final de Alemania´74, aunque no valiera de nada. Desde el marcado en semifinales de 1938 frente a Brasil por Giuseppe Meazza sujetándose los pantalones con las manos porque la goma elástica se le rompió durante la carrerilla, al fallado por Ronald de Boer en semifinales de Francia 1998, que le valió la airada reprimenda de su hermano gemelo, Franck.
En definitiva: los penales tienen el poder de transfigurar instantáneamente al lanzador en un héroe o un villano. Por eso, cuando el destino celeste o infernal no depende más que de la letra que separa el verbo marcar del verbo marrar, la presión es absoluta.

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