Amalur Artola
Udate

Cuatro grandes cineastas deshilan el cine vasco de los 80

El congreso «Cine vasco: tres generaciones de cineastas» recoge por primera vez en la historia a quince directores de cine, aún en activo, para repasar y reflexionar sobre lo que ha sido y debería ser el cine vasco desde la década de los 80 hasta hoy en día. El palacio Miramar es testigo del encuentro.

Dentro de los cursos de verano de la UPV y en colaboración con la Filmoteca Vasca, el Palacio Miramar de Donostia acoge desde ayer hasta mañana, día 4, el congreso «Cine vasco: tres generaciones de cinestastas», jornadas que aunarán, por primera vez en la historia, a quince directores de cine de tres generaciones diferentes que están aún en activo para debatir y reflexionar sobre el legado y futuro del cine vasco. En la jornada inaugural de ayer (programa completo en http://udaikastaroak2.i2basque.es/portal/images/cursosPdf/25.pdf), el plato fuerte fue la mesa redonda «Primera generación», que contó con la participación de cuatro cineastas que iniciaron sus carreras en la década de los 80 y, de una manera u otra, siguen relacionados con el cine vasco: Montxo Armendáriz, Ana Díez, Pedro Olea e Imanol Uribe -Víctor Erice también iba a participar, pero se ausentó «por culpa de Iberia»-. Moderados por el catedrático de comunicación audiovisual de la UPV y crítico de cine Santos Zunzunegui, los «cuatro maestros y nombres fundamentales de esa primera generación», tal como los presentó, se refirieron a sus inicios. En un clima cercano, Uribe recordó que estudió cine en Madrid y quiso «hacer cine aquí, porque me atraía la temática. No había vivido en Euskadi más que en vacaciones. Recuerdo que, cuando venía, mi abuelo me hacía desfilar por el pasillo cantando el Eusko Gudariak», recordó, riendo. Remarcó también que «El proceso de Burgos» se hizo mediante una cooperativa formada por familiares, amigos y afines.

Olea, quien para entonces tenía un recorrido dentro del mundo del cine, vino a Euskal Herria atraído por las brujas: «Tras `El bosque del lobo', quise trabajar con brujas. Me vine a Bilbo y me matriculé en la AEK. Entonces hice `Akelarre', que tiene que ver con la problemática de aquí». Díez reconoció que para cuando llegó el denominado cine vasco «era ya un fenómeno; creo que siempre he estado ligada a él». Y Armendáriz contó que se unió al cine a raíz de un cine club clandestino que pasó a rodar cintas sobre temáticas sociales en Super8: «Nos creamos con la intención de que el cine fuese reflejo de la realidad. Todo esto iba unido, tras la muerte de Franco, a la búsqueda de señas de identidad, de lo que podía ser el cine vasco». Tras varios cortos rodó «Carboneros de Navarra», embrión de lo que iba a ser «Tasio».

Zunzunegui resaltó que, una vez consolidado y reconocido el cine vasco como tal, se dividió en dos formas de hacer cine: documental y ficción. Uribe reconoció que, en realidad, «La fuga de Segovia» «fue casi un documental», pues «Ángel [Amigo, productor] tenía obsesión por reproducir la realidad», y «La muerte de Mikel» fue «un salto total» a la ficción, salto que calificó como «medido y fácil». Olea, refiriéndose a «Akelarre», reconoció que en realidad relató un caso real que leyó en uno de los tantos libros sobre bujería que encontró y Díez también resaltó la importancia de tener una gran base documental. Armendáriz, en el mismo sentido, dijo no distinguir entre documental y ficción: «Si he hecho ficción es porque me he visto avocado a ello, porque con el documental no se puede vivir. Por ejemplo, `Tasio' surgió de un documental; el film me sirvió para documentar la ficción».

Auge del cine vasco

Preguntados por si en algún momento se sintieron pioneros de la nueva corriente que estaba surgiendo, Uribe respondió que no, puesto que el cine siempre ha formado parte, de una manera u otra, de su vida. Olea reconoció que sí se sentía un «cierto prestigio» y Armendáriz recordó que «no nos poníamos de acuerdo en qué era el cine vasco: Era indispensable una industria y productores que produjeran películas, por eso fueron tan importantes los Ikuska; eran un embrión para intentar crear una infraestructura que luego fracasó». Recalcó que, gracias a esas subvenciones, se hicieron una serie de películas que luego tuvieron una gran repercusión social. Subvenciones que desaparecieron y, con ellas, llegó el «retorno». Uribe lo tiene claro: «Fue la no colaboración de ETB. Si hubiera apoyado la industria, si hubiera ido por otros derroteros...». En el mismo sentido, Olea recordó las «declaraciones espantosas» que hizo, «decepcionado con el Gobierno Vasco», al igual que Armendáriz: «Desde el 85 se decía que iba por el mal camino, en parte por las políticas que iba tomando el Gobierno Vasco. No había mucho interés en crear una industria, y yo me desencanté». Díez, poniendo la mirada en la producción actual, opinó que «el cine que se está haciendo en la península está muy desvalorizado. No hay cine español, portugués... En los últimos diez años no ha habido una política cinematográfica».

Armendáriz opinó que «lo que ha cambiado es el sistema de producción», en referencia a las coproducciones entre varios países, colaboraciones que, según el cineasta, dejan «cosas rarísimas», como films camboyanos de firma y habla francesa, y, a la vez, abren nuevas puertas: «Es el nuevo escenario en el que nos encontramos. Se podría hacer cine ambientado en el País Vasco, pero con capital de varias empresas». Por su parte, Olea, rotundo, aseguró que, vistas las producciones de los últimos años, «hay cine vasco para rato».

DECLARACIONES

MONTXO ARMENDARIZ: La temática prima sobre la narrativa

«Prácticamente nuestra generación, y yo me reconozco en ella, muy influenciada por todo nuestro aprendizaje de cine -que para mí, que aunque no hubiera ido a ninguna escuela había visto cine-, y era fundamentalmente por el cine moderno; el cine moderno como un cine en donde no era la narrativa la que primaba, sino la temática: lo que nos interesaba a través del cine no era contar una historia solamente, sino que esa historia sirviese para interpretar el mundo o dar nuestra visión, nuestra forma de entender de alguna forma el mundo».

ANA DÍEZ: Hija de las subvenciones

«Yo siempre digo que soy hija de las subvenciones del Gobierno Vasco. Si un gobierno no quiere hacer cultura, como está pasando ahora con el español, catalán, vasco... Si no hubiesen dedicado dinero a la cultura, si no hubiese habido ayudas a la cinematografía, yo no hubiese hecho cine aquí».

PEDRO OLEA: Pioneros del cine

«Yo no me siento pionero de nada, aunque es verdad que en el ambiente había un prestigio sobre el llamado cine vasco. Fue una época en la que sí que el cine vasco funcionaba. Ya no, eso ya se ha dispersado. Yo tenía intención de quedarme y seguir haciendo cine en Euskadi. Me compré un piso en Bilbo, me matriculé en AEK... Al ver que no había mucho que hacer, me llamaron de Madrid para hacer una película con la Pantoja, y la hice con mala leche a propósito. Pero me enorgullezco también de ella».

IMANOL URIBE: Cine y vida, inseparables

«Siempre, desde que salí de la escuela, he trabajado y vivido del cine. En aquel momento, `El proceso de Burgos' se produjo desde Madrid pero se hizó desde aquí, y me vine a vivir aquí el 7 de enero del 80. Lo recuerdo perfectamente. Me quedé a vivir aquí los siguientes seis años. Fue algo vital, las peliculas son algo que no puedes separar de tu vida personal ni de nada, están involucradas en todo lo que haces. Cuando me preguntan algo, yo siempre las sitúo según lo que estaba grabando aquel momento... el esqueleto de mi vida es ese: el cine»

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