Un 13 de julio cualquiera

Esto tiene un nombre y es atraco. «Que sí, que sí, tu aprovecha la primera semana, engrasa el gaznate durante todas las fiestas y ya verás como la columna del día 13 te sale sola». Como si tener la almorrana postsanferminera asomando tuviese algo que ver con la buena escritura. Y así se lanza uno a escribir esta columna, que viene a ser algo así como salir de juerga este domingo 13 de julio, vamos, algo jodido tras ocho días pensando que el fin del mundo iba a llegar al día siguiente.
Para empezar, los precedentes. Igual que por estas líneas han pasado ilustres como Fede, Maite o Ruben, por el calendario más reciente han pasado fechas como el 6 y el 7 de julio. ¿A quién le importa el 13 de julio cuando hace una semana estabas esperando el txupinazo como un perro rabioso? Cualquier día 6 es memorable; salvo desgracia mayor, hay que ser muy inútil para salir el día grande y no pasárselo bien. Lo mismo para el 7: hay que ser alcalde de Iruñea para no disfrutar. Ahora vete y piensa qué hiciste el 13 de julio del año pasado. A ver si te acuerdas majete.
Pero bueno, fíjate que las buenas salidas empiezan así. Las dos primeras cervezas -y los dos primeros párrafos- cuestan, pero ojo que te engorilas y los 2.000 caracteres se te van a quedar cortos. Igual que las ocho horas que faltan para el encierro.
Superados los primeros obstáculos, la pendiente suaviza y los más valientes lanzan sus primeros ataques a por el Katxi de Oro, aunque los sincericidios dejan fuera de juego a más de uno antes de tiempo. Llega también, faltaría más, el momento de arreglar el mundo, en el que uno descubre, en un tremendo arranque de lucidez, que la solución al conflicto de Oriente Medio pasa por los mismísimos sanfermines. Joder, cómo no lo habíamos visto antes, ha hecho falta alcoholizarse durante una semana para verlo por fin claro. Revelaciones también al calor de Calle 13 -el concierto, justito-, con lo que debería ser la mayoría social del futuro reunida en la plaza de los Fueros a golpe de regetón: lo más granado del `rollo' junto a todos aquellos que vinieron de lejos para mejorar sus vidas y las nuestras.
En cualquier caso, lo de los martillos verbales en las parrandas sanfermineras no tiene remedio, sobre todo en el caso de aquellos que, fieles al ejemplo del santo moreno -fijaros, no tiene piernas-, no utilizamos los pies más que para aguantarnos en posición vertical. Y a veces ni eso. Pero de pasar el rato se trataba y mira, han pasado los miuras, se ha acabado la columna y yo ni me he enterado.

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