Elkarrizketa
JORGE ABADÍAS Y JULEN IZARRA
GUITARRA Y SAXO DE NEVERMIND

«Es absolutamente adictivo disfrutar, descubrir, querer y ser querido, probar y probar»

Nevermind es un trío en la distancia: Donostia, Hasier Oleaga; Zumaia, Julen Izarra y Astrain, Jorge Abadías. Batería, saxo y guitarra eléctrica y acústica enhebrados para romper con lo previsible en un espacio tan creativo como es el jazz sin reservas ni barreras conceptuales. «Tree sustrai barik» es su tercer disco, una ambiciosa secuencia de canciones no comunes, a la par cercanas, y tocadas por tres maestros ejerciendo su oficio en libertad.

Para «Tree sustrai barik» el trío Nevermind reaparece sin el bajista Aritz Luzuriaga, que cambia por el saxo de Julen Izarra, lo que conlleva una sonoridad muy diferente a sus dos discos previos, aunque sin pervertir ninguno de los valores acuñados. El total de esta experiencia singular cuenta que Nevermind es imprevisible y que difícilmente se puede adivinar cómo será su cuarta apuesta.

«Tree sustrai barik» es el álbum más jazzy de los tres, pero si alguien le tiene miedo al jazz que se tranquilice, el nuevo repertorio se puede escuchar desde el mundo del pop o del rock, solo es cuestión de sensibilidad, de oído, y de cierta inquietud. De otra parte, escucharles es contemplar la estética y la habilidad de tres excelentes músicos imaginativos repletos de expresividad.

El prolífico Hasier Oleaga ha pasado por estas páginas recientemente con su «Cantus caterva II», toca conocer, en buena lógica, a los músicos que le acompañan en esta nueva apuesta de Nevermind, que más que un recuerdo a Kurt Cobain, como fue en su origen, bien parece un homenaje a la libertad estilística y creativa.

Jorge Abadías reside en Astrain, cerquita de Iruñea. Ha pasado por experiencias como Saltas por Algo, Endavant, Tapan Group, Keices, Marcos Sánchez Quinteto, Wachisneis, Perro Verde, Zur, Satxa Soriazu y Jorge Abadías, Error Humano, Iñaki Rodríguez Fernández, Jorge Abadías Projecto, Aurora Arteaga, Jazzy Leap & Andoni Arcilla Quintet, Artunion, Miguel Fernández y Jorge Abadías... Muchos de estos proyectos con disco.

Julen Izarra colocó su saxo en Organik, Musikene Big Band, Rs Faktor, Mikel Bikandi 4tet, Kike Mora Jazz Project, Jerónimo Martin sexteto, Travellin Brothers Big Band, Hasier Oleaga Cantus Caterva , Rafael Santana y Travellin Brothers Magnolia Route.

Con todo este cargamento de experiencia y preparación tampoco extraña que este trío de treintañeros se desenvuelva con tanta agilidad, recursos, maneras y sutileza.

La vida del jazzman es muy promiscua y para su edad se puede decir que no ha parado de... probar. ¿Así es el jazz?

Jorge Abadías: No lo sé, y no quiero caer en tópicos seudofutbolísticos de «el jazz es así». Lo que sí sé, es que esta música la compartimos todo el rato, no importa si entre músicos o no músicos. Esto provoca un sinfín de interconexiones y de relaciones humanas de las cuales nos enriquecemos. Es absolutamente adictivo disfrutar, descubrir, querer y ser querido, probar, probar y volver a probar. Si incorporo algo nuevo a mi sistema y me agrada, va a provocar nuevas conexiones, nuevas vías que, en consecuencia, darán como resultado algo, yo que sé el qué, con lo que podré dar a probar a otros y luego ellos a mí, y así todo el rato.

Julen Izarra: Quizá Jorge y Hasier sean expertos en eso, pero creo que si se pudiera comparar a peso no me sacarían muchos kilos, aunque la verdad sí que impresiona la cantidad de proyectos y colaboraciones en las que han participado. En cualquier caso, no creo que sea ir al máximo, simplemente como músicos tenemos muchas inquietudes y en las distintas etapas de nuestra vida hemos intentado formar proyectos por iniciativa propia, juntándonos con colegas u otros en los que te ofrecen participar. Si hay afinidad y ganas de hacer música no hace falta más. Además, creo que en ese sentido no miramos al qué dirán y se nos puede ver en proyectos muy dispares.

Siguiendo esta historia erótico-sexual figurada, ¿con quién debutó cada uno? ¿Cómo fue esa primera relación?

J.A.: Recuerdo mi debut como una tragedia (símil erótico-sexual más que posible). Tendría como 10 años y fue en un recital de guitarra en el que interpretaba algo que había memorizado previamente. Era muy pequeño, pero recuerdo salir de allí pensando: «Esto no puede ser, la música tiene que ser algo mejor, un sitio que me de libertad...», y creo que me he pasado todos estos años buscando aquella idea. Y lo que te rondaré.

J.I.: ¡Puff! No es una pregunta fácil porque al final llevo tocando desde los 11 y en cada momento tienes algo de «entidad» estés en el escalón que estés. Empecé a tocar en la banda de música de Eibar, como muchos chavales, aunque quizá como proyecto más jazzístico y profesional pueda ser el de Organiks, un quinteto con el que empezamos en 2006 y grabamos un disco en 2009. Fue un grupo estable con el cual disfrutamos y aprendimos mucho, con Fredi, Mikel, Jose y Juanma, una gozada. Digo fue, pero nunca se sabe...

¿Cuándo y cómo contacta con Oleaga y Abadías?

J.I.: Nos conocíamos de tiempo atrás y de haber coincidido en distintos proyectos como Bertsoa&Jazza, pero un día fui a verles al Karrika, un bar de Eibar; entonces acababan de grabar el segundo disco, también estaba Aritz Luzuriaga. Como siempre están con ganas de mirar hacia adelante, ya estaban pensando en nuevos temas y simplemente me abrieron las puertas del grupo para tocar con ellos cuando quisiera. Muy agradecido por ello.

La mayoría de músicos de jazz estudian o han estudiado en Musikene, algunos son incluso profesores, usted también ha pasado por ahí... ¿No se corre el riesgo de salir con mucho patrón?

J.A.: Musikene es de lo mejor que me ha pasado en mi vida musical. Allí me dieron la oportunidad de aprender y seguir aprendiendo esta música por siempre. Pautas y herramientas con las que desarrollar la música durante muchas vidas. Encuentros con compañeros y profesores de los que siempre recibes ayuda en tu búsqueda. Gracias a estudiar allí sé que siempre habrá alguien con el que hablar, tocar o comer unas borrajas.

Para variar y por si acaso, ¿es usted, casualmente, autodidacta?

J.I.: No, no, tampoco. He tenido muchos profesores de los que he intentado aprender. Luego es verdad que cada uno tiene distintos gustos y preferencias y poco a poco haces un camino, también es uno mismo el que busca con quién estudiar. Respecto a lo de Musikene, creo que es lo suficientemente flexible para que cada uno salga con su personalidad. El mundo del jazz es muy amplio y lo que te da la escuela son nociones básicas de la historia y tradición del jazz, muchos recursos a trabajar para toda una vida, quiero decir como herramientas con las que puedas construir algo.

¿Le gustan guitarras fuera del jazz?

J.A.: Claro, me gustan de todo tipo. Siempre que hay alguien tocando la guitarra, no importa qué estilo, me siento atraído por lo que hace y cómo lo hace. Ahora he descubierto el trabajo de la cantante Hanne Hukkelberg (gracias Borja) y estoy pillado por cómo tratan su sonido, así como el trabajo general de mezcla. Las guitarras de Nils Lofgren, guitarrista de Springsteen, me parecen brutales. Sin irnos tan lejos, a 20 km de mi casa vive un señor que se llama Alejandro Mingot (guitarrista interestelar), del que siempre salen nuevas ideas para probar con las guitarricas.

En el jazz parece que Pat Metheny es uno de sus preferidos junto con el máquina filadelfiano Kurt Rosenwinck...

J.A.: Sí, sí, sin duda que me gustan, así como Lage Lund, Gilad Heckselmann, Pasquale Grasso y muchos otros, pero no te creas que escucho muchos guitarristas. Mis preferidos son los músicos con los que toco, con los que establezco un vínculo directo, bien sea en bolos, grabaciones o sesiones de andar por casa. Como músico empatizas con músicos o sonidos que escuchas en los discos, entablando una relación virtual con ellos y extrayendo conclusiones que sin duda colaboran en tus intereses. Pero sin lugar a dudas, mis preferidos son los colegas con los que la relación es directa. Tengo muchos colegas que sí que son máquinas y están aquí, a la vuelta de la esquina.

¿Cuáles son sus referentes al saxo? Cabe pensar que variados, ya que por los grupos en los que toca pasa por el rock and roll, el swing y el jazz.

J.I.: Los que más me han gustado siempre han sido Sonny Rollins y Coltrane. No me canso de escucharlos. Claro que también Charlie Parker, Joe Henderson, Hank Mobley... ¿Más modernos?, pues Joshua Redman o Perico Sambeat. También me gustaba Maceo Parker. Aquí también tenemos una «cuadrilla» de saxofonistas que me gustan mucho, Mikel Andueza, Bob Sands, Andreij... Con el que más «flipo» en estos momentos es con Chris Potter, ¡in credibol!

Está prolífico en «Tree sustrai barik», pero les deja mucho primer plano a Julen Izarra y Hasier Oleaga. Es curioso, Hasier destaca más que en su propio disco en solitario de ahora mismo. Nos referimos al plano que ocupa la batería frente al resto, más en primera línea en Nevermind.

J.A.: Nevermind no es un grupo de solistas, es una entidad que hemos construido a base de currar mucho juntos. Los tres colaboramos en pos de conseguir la idea de sonido en la que nos encontramos en ese momento. La sensación es que Nevermind es un sitio, un sonido al que cada vez que queremos llegar, la colaboración, compromiso y honestidad con el grupo es total. No siempre se consigue ya que son muchos los factores que entran en juego, por lo que Nevermind nos pone en un lugar de conexión muy intenso, sin primeros planos ni nada de eso, un lugar en el que los tres vamos a ¡una!

Los tres discos son muy diferentes. ¿Quizá Nevermind se ideó para esa especie de tributo a Nirvana y punto, y luego se emocionaron?

J.A.: Nevermind nació en Donosti hace unos años, sencillamente porque quedábamos a tocar y armábamos monográficos o repertorios completos de artistas. Hubo sesiones de música de Pat Metheny, Thelonius Monk, Duke Ellington, Beatles.... Nos centrábamos en uno y a devorarlo. Un día pensamos en un disco que nos había marcado y este fue «Nevermind», así que lo fusilamos y, no contentos con eso, empezamos a hacer puzzles con temas míos. Esto supuso una emoción tal, que dura hasta ahora y tiene gas para rato.

En «Error humano» es donde esos primeros acordes nos pueden remitir al inicio de Nevermind, pero creo que no hay más conexiones... Y suena muy bien.

J.A.: Puede ser, aunque para mí tiene un origen bien diferente. Lo escribí un día que me sentía fatal, me encontraba tan jodidamente mal que la única forma que encontré para calmarme fue sentarme y escribir algo. Salió este tema. Había fallado a un colega y esto no me lo podía permitir, hasta que concluí que me puedo equivocar y lo califiqué como «Error humano». De este modo mi conciencia calmose.

«Lastoa begian» es también uno de los temas más raros, bebe del pasado, del presente y no sé si del futuro. Su forma de tocar me recuerda a guitarristas entre el rock y el jazz fusión, no sé si a un Allan Holdsworth primerizo, hace mucho que no lo escucho, pero su sombra me ha venido a la mente.

J.A.: Allan es otro capo, y me siento muy halagado con tu asociación. «Lastoa begian» es un tema escrito por Hasier del que salen siempre ideas brutales, otra fuente de inspiración. Los temas de Hasier te ponen en un registro nuevo, en el que te sorprendes a ti mismo con lo que haces cuando los tocas. De alguien tan creativo, lo que va a provocar en ti es creatividad, toques, escuches o te eches una siesta con él.

El álbum se cierra con una de sus singularidades, el asunto de las versiones, y cae «Dear prudence», del álbum «The Beatles», 1968, y con toques sicodélicos en el original. Aquí su guitarra se sale del jazz para aproximarse al folk.

J.A.: En «Dear prudence» me inspiré mucho en las guitarras de nueve cuerdas de George Harrison además de las guitarras del disco «The ghost of Tom Jod», de Bruce Springsteen. La verdad es que no sé si Julen pensó en algo en concreto, es probable que en algo bastante diferente ya que tú lo has percibido de esta forma.

J.I.: Creo que tenemos que seguir en esta dirección, incorporar elementos de la música que siempre nos ha gustado y seguir explorando en los distintos matices que puede dar la formación.

¿Alguna razón especial en su vida para que sea guitarrista?

J.A.: Siempre me ha gustado mucho compartir con los demás y la guitarra era el instrumento adecuado. Podía llevarla a cualquier sitio y tocar con quien fuera. Es un instrumento muy versátil que cambia su timbre drásticamente a través de modificaciones en su forma, construcción o materiales. Añadiendo efectos, además, responde a tu forma de tocarla. Supongo que esto pasa en cualquier instrumento, pero la gran variedad tímbrica me seduce todavía muchísimo. Cada vez que escucho a un guitarrista, me suena diferente e intento averiguar cómo lo ha conseguido, esto me flipa.

¿Y en su caso con el saxo?

J.I.: Yo quería tocar la guitarra como Mark Knopfler, pero un día vi un saxo, me gustó y pa'lante. Sinceramente, al final te das cuenta de que con cualquier instrumento puedes hacer música y que cada uno de ellos tiene su belleza. Al principio no era muy consciente de las posibilidades del saxo, pero mientras profundizas lo aprecias cada vez más. Quizá lo que más aprecio de él es su versatilidad, pero es difícil percatarse en una primera impresión.

¿Qué guitarras usa? ¿Un músico de jazz rompe las cuerdas de la guitarra en un concierto? Creo que no lo he visto nunca.

J.A.: Uso principalmente guitarras que me proporcionen un sustain [sostener la nota], tono y acción que me sean placenteros. Busco estar cómodo en ella, aunque sé que todavía no he encontrado el instrumento que proyecto en mi cabeza, ese ideal. Sí se rompen cuerdas, ¡por lo que cada vez uso más gruesas!

¿Y en el asunto de los saxos hay guerra de marcas, año de construcción y chulerías como con las guitarras?

J.I.: Sí sí sí... Sobre todo somos unos frikis de las boquillas. Cuando nos juntamos un par de saxofonistas no se habla de otra cosa, ya pueden echar la final de la Champions o cualquier otra cosa que solo hablamos de tipos de boquillas y qué cañas le ponemos. Es como una enfermedad, a veces te das cuenta que eclipsa conversaciones que podríamos tener más profundas sobre música, pero en el fondo nos gusta, qué le vamos a hacer.

¿Es de pedalera repleta o básica?

J.A.: Depende, hay situaciones de guitarra y un cable y otras de 20 pedales. Sesiones que demandan un único sonido y otras en las que quieren que aportes diferentes timbres. Siempre estoy probando diferentes pedales que incorporo al banco de sonidos y siempre tengo la sensación de que esto no tiene final. Molaría crear un pedal que se llamase «promiscuidad infinita», que cambiase de sonido en conexión telepática con el que toca y los que escuchan.

Honi buruzko guztia: Udate