Iker CASANOVA ALONSO
Sortuko militantea
GAURKOA

¡Comed pasteles!

Con el inicio del curso, el PNV por fin ha terminado de definir su propuesta política. La traduciré a un lenguaje comprensible. Primeramente ha puesto fecha al ejercicio del derecho a decidir en Euskal Herria: será cuando España quiera. ¿Y si no quiere? Reformará el estatuto vascongado con el PSOE. ¿Y si estos no quieren? Entonces echará la culpa a la izquierda abertzale y no hará nada. Fin del proyecto para lograr un nuevo estatus. A inventarse otra cosa para las elecciones de 2016.

Urkullu propone la vía escocesa, que a estas alturas es lo mismo que no decir nada. Nos recuerda a aquella otra gran estadista que fue María Antonieta cuando supuestamente afirmó, ante la queja del pueblo por no tener pan, que podían comer pasteles. Catalunya desea seguir la vía escocesa. Los independentistas vascos también queremos seguir la vía escocesa. Pero desgraciadamente, y aunque Urkullu no lo sepa, España no quiere. La política no consiste en la formulación de deseos. La política consiste en la articulación de mecanismos para lograr objetivos. ¿Cómo quiere llegar Urkullu a la situación de Escocia? ¿Cuál es su estrategia? Si España dice no a la vía escocesa, Sabin Etxea ¿qué va a hacer? Ya lo han dicho: nada.

La confesión de Urkullu de que solo va a hacer lo que Madrid le permita o de que solo habrá nuevo estatuto si lo secunda algún partido españolista es un auténtico cheque en blanco al unionismo. Ante esta revelación, las afirmaciones jeltzales de que Madrid tiene un problema en Catalunya y otro en Euskal Herria son simples faroles que provocan hilaridad. Catalunya es un problema para el Estado; Euskal Herria, de momento, no lo es, gracias al EBB. Si con su actitud Urkullu no consigue ni que le den audiencia de forma digna, ¿qué concesiones políticas va a arrancar?

Ante Madrid, sumisión y pasividad. Frente a EH Bildu, ofensiva total. Y lo que es peor, utilizando como ariete el tema que exige más tacto: las consecuencias del conflicto. Los jelkides han pasado de exigir el final de la dispersión a justificarla de facto, exigiendo el arrepentimiento de los presos y dando cobertura al inmovilismo de Rajoy. Hay más ejemplos. A los mediadores internacionales se les dio plantón entre mentiras durante su última visita. Cuando se produce algún acto de sabotaje, el PNV corre a hacer exigencias a Sortu como si no tuviera perfecta constancia del compromiso total e inequívoco de la izquierda abertzale con las vías pacíficas y democráticas. Y ¿cómo calificar la reacción del PNV a la presencia de Sortu en el homenaje a Joxe Mari Korta? Ante este movimiento delicado y trabajado, el PNV monta en cólera y en vez de valorar este positivo avance, trata de emponzoñar con partidismo rastrero lo que es una valiente y honesta aportación por ambas partes en pro de la convivencia. ¿Asesora la AVT a Egibar para encontrar problemas donde la familia de una víctima no los ha encontrado? El acelerón antiabertzale de Sabin Etxea ha sido notorio, y hasta la prensa españolista se muestra satisfecha: «PSE y PP observan con interés el reciente giro de Urkullu de elevar la exigencia a ETA» («El Mundo», 18-8-14).

En otros ámbitos, el PNV también ha ejercido esta beligerancia extrema contra EH Bildu. Hace unos días, Urkullu intentó utilizar dos hechos puntuales e inconexos, la dimisión por razones personales de Laura Mintegi y la renuncia de Patxi Zabaleta a seguir siendo parlamentario, para inventarse una supuesta crisis interna en EH Bildu. Interferencias groseras por parte de un lehendakari y además sobre unas premisas absolutamente falsas. El propio Zabaleta se encargó de desmentirle en varias entrevistas. EH Bildu goza, por cierto, de una excelente salud interna fruto de un trabajo conjunto de varios años que va mejorando el conocimiento y aprecio mutuo. Los dirigentes del PNV están perdiendo los papeles cada vez con más frecuencia. Los nervios están a flor de piel y la única estrategia clara y definida es el ataque a EH Bildu. Quien crea que esta es una reflexión interesada que tenga en cuenta esta frase de José Antonio Pastor, portavoz parlamentario del PSE: «lo que sí observo es que el PNV mira con mucha preocupación al mundo de Bildu y sus posibilidades electorales. Su pugna va a ser salvaje» («El Correo», 25-8-14).

Entre algunos sectores abertzales se ha extendido la reflexión de que la dura lucha electoral entre EH Bildu y el PNV es lo que está impidiendo una unidad de acción en favor de los derechos de Euskal Herria. Eso no es cierto. Esa acción conjunta no existe exclusivamente por una única razón: porque el PNV no quiere. No hay discusión posible. Desde la izquierda soberanista se han hecho (y se seguirán haciendo) numerosas peticiones en público y en privado al PNV para abordar el diseño de tal estrategia conjunta y la respuesta del PNV ha sido siempre negativa. Y lo ha hecho siempre con excusas falsas. ¿Recordamos cuando decían que el único obstáculo era la actuación de ETA? Tenemos sobrados elementos de confrontación ideológica con el PNV. Defendemos políticas distintas en lo económico, la fiscalidad, la ecología... Y en temas sociales el PNV lleva un carrerón de aúpa en los últimos tiempos: racismo en Sestao, machismo en Hondarribia, taurofilia en Bilbo, enchufismo en Bakio, clericalismo en toda la geografía vasca... Ni necesitamos ni queremos utilizar la cuestión de los derechos nacionales como elemento de confrontación política con el PNV. Podemos defender un modelo político propio aunque haya acuerdos con el PNV en clave nacional. Pero el PNV no quiere afrontar ninguna dinámica conjunta porque ello le obligaría a definirse, lo que podría acarrear la pérdida de parte de su electorado.

En mayo pasado, en las elecciones europeas, el PNV ha sido derrotado por primera vez por EH Bildu. Es cierto que, dada la menor participación en estos comicios, la derrota tiene un valor relativo. Pero el miedo se ha desatado en Sabin Etxea. Las municipales se presentan muy bien para izquierda soberanista. Esa es la clave del actual momento político, de la ofensiva del PNV contra EH Bildu y de la negativa jeltzale a activar una respuesta a la agresión centralista y más aun a articular una dinámica soberanista amplia. El PNV prefiere aliarse con el Estado para desgastar a EH Bildu y elige ocultar la brutal regresión competencial para no generar un crecimiento del independentismo. Y hará lo contrario cuando piense que es lo que le conviene electoralmente.

El final de la lucha armada de ETA y el comienzo de un nuevo ciclo político invitaban a los más optimistas a pensar en una rápida resolución de las consecuencias del conflicto y en una inminente alianza abertzale que reeditara los tiempos de Lizarra-Garazi. Paradójicamente el éxito electoral de EH Bildu ha ralentizado este proceso. Frente al discurso oficial de una izquierda abertzale derrotada, tanto el Estado como el PNV entienden que el frente amplio de la izquierda soberanista es, por su fuerza militante y su capacidad de movilización, por su honestidad en estos tiempos de corrupción, por su equilibrada distribución territorial y por su conexión con las demandas de cambio político de la mayoría social, la fuerza llamada a vertebrar el futuro político en Euskal Herria. El gigantesco chasco que se han llevado algunos al comprobar que la gestión institucional a gran escala no sólo no desgasta a EH Bildu, sino que, dada la eficacia con la que se está desempeñando, refuerza las mayorías de la izquierda soberanista, ha hecho que se intensifique la dinámica conjunta contra Bildu del Estado y el PNV. Ambos tratan de retrasar la resolución de las consecuencias de la vertiente armada del conflicto para evitar retratarse en el debate sobre las causas políticas de fondo. Quieren parar el reloj y hasta el calendario. Pero eso no va a detener el tiempo que viene.

No hay razón para el abatimiento o para considerar que las posibilidades de actuación están agotadas. Muy al contrario, el escenario vasco se presenta muy abierto y pleno de avances y potencialidades. Euskal Herria ha vivido este año las dos mayores movilizaciones de su historia. La primera vino de la mano de una alianza de partidos y sindicatos en favor de una resolución democrática del conflicto. La segunda reclamó el derecho a decidir partiendo de un movimiento cívico apartidista. Si a eso le sumamos que por primera vez en la historia el soberanismo de izquierdas se ha impuesto al PNV en las urnas y que Nafarroa está a las puertas de la caída del régimen, nos encontramos con que hay amplios espacios para seguir trabajando en ámbitos muy distintos. Los acuerdos entre agentes socio-políticos, los movimientos populares y la acción político-institucional son tres de las vías abiertas, a través de las cuales el trabajo duro y acertado nos podrá hacer avanzar hacia el cambio social y político.