Raimundo Fitero
DE REOJO

Por guapo

El machismo residual nos da por pensar que a la inmensa mayoría de las presentadoras de televisión las eligen por guapas y no por sus capacidades comunicativas. Cuando confluyen ambas cosas y la profesionalidad supera a la belleza, entonces empezamos a reconvertir el discurso en una monserga. Hemos tenido a lo largo de las últimas décadas infinidad de casos de mujeres de una telegenia espectacular que han resultado ser unas magníficas comunicadoras. Es más, cuanto mejor profesionales han sido más guapas han aparecido en nuestras pantallas.

Pero es cierto que hay un número elevado de actrices, presentadoras, azafatas, modelos, acompañantes que llegan a esos puestos por su imagen. Por guapas. Si además acumulan facilidad para la expresión oral, mejor, pero no se les pide mucha profundidad, ni se les coloca en lugares de gran sensibilidad intelectual. ¿Y con los hombres qué pasa? Sin lugar a dudas está pasando algo similar y cada vez se nota más y se extiende a muchas actividades. Quizás no todavía con la misma intensidad, pero pongamos que resultar atractivo en la pantalla es un plus, una ayuda para la decisión de quienes tiene responsabilidades de elección. Parece obvio que si las cámaras te quieren tienes mucho ganado.

Por ejemplo, este fin de semana que han tenido cónclave los del partido zombie, ha quedado demostrado de manera fehaciente que su actual secretario general, Pedro Sánchez, ha sido elegido por guapo. Ni un signo de inteligencia política, ni una actitud de visión periférica de su lugar en el panorama político actual. No sabe qué hacer con nada de los asuntos de suma importancia que tiene delante, ni con Catalunya, ni con las elecciones, ni con la tercera guerra mundial en la que nos están metiendo Rajoy y Morenés, ni siquiera con Podemos, que debería ser un asunto bastante fácil de resolver. Nada de nada. Es un señor que probablemente arrastrará un puñado de votos por su compostura, pero que tiene un atractivo político cero. Su pasado como consejero en la etapa más abrasiva de Bankia le ha dejado un poso de chico de derechas que no se salva ni con su sonrisa ni su donosura. Parece un vendedor de grandes almacenes.