El choque de trenes que a todas luces se ve venir entre Catalunya y el Estado es, en gran medida, una guerra de nervios. Con la Constitución en una mano y el monopolio de la fuerza en la otra, el tren estatal es sin duda alguna más fuerte que el catalán. No hace falta engañarse al respecto. Pero los nervios pueden hacer descarrilar cualquiera de los trenes antes del choque. Y en esta guerra de nervios, Artur Mas intenta jugar estos días sus cartas como mejor puede.

El resultado, de momento, no está nada mal. Hace una semana Madrid se frotaba las manos anticipando el fin de la unidad del soberanismo catalán. Hoy, una relativa serenidad impera en esta parte, con Junqueras bendiciendo la estrategia de Mas. Al otro lado, el Gobierno de Rajoy sigue de guardia a la espera de un Consejo de Ministros extraordinario que no sabe cuándo llegará, mientras satélites del Estado como José Antonio Monago, José Bono o Rosa Díez son incapaces de controlar sus exabruptos. Hay muchos elementos en juego, pero quien gane la batalla de nervios tendrá bastante a su favor.