Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «La leyenda del martillo mágico: Thor»

En el Valhalla los dioses se alimentan de las ofrendas

La exitosa versión de Marvel, aunque procedente del cómic, ha puesto de moda la leyenda nórdica en que se inspira. He ahí la razón por la que los distribuidores recuperan ahora, con tres años de retraso, una modesta película de animación islandesa que poco puede hacer por competir internacionalmente con el gigante americano en imagen real. Conviene situarla completamente al margen, pues de lo contrario podría parecer que tiene algún tipo de intención desmitificadora o caricaturesca, pero en realidad no es así. Se trata simplemente de una visión muy ingenua e infantil del mito, en la que las hazañas del antiguo héroe son trasladadas a un nivel de simple juego o niñería.

El Thor de «Hetjur Valhallar-Por» es un joven torpe y superado por la fama de su nombre de guerra, al que lo de ser identificado como hijo de Odín le viene muy grande. Trabaja en su aldea como herrero, sin ser consciente de la responsabilidad que implica el hecho de que sus paisanos le consideren un protector contra los peligros externos. En cuanto un grupo de gigantes atacan a la población, enviados por Hel, la reina del Inframundo, no tardará en comprobarse que este Thor no dispone de poderes para combatir cualquier tipo de invasión.

Está claro que va a necesitar de la ayuda de los dioses, pero éstos, con su padre al frente, llevan una vida ociosa en el Valhalla devorando las ofrendas culinarias que les hacen los vikingos, consistentes en animales enteros asados. La película utiliza técnicas muy elementales de 3D para describir ese paraíso celestial, dedicándole la mayor parte del metraje.

La acción, que es igualmente muy básica, interconecta la influencia divina con lo que sucede en la tierra. El intercambio se produce finalmente, cuando desde el Valhalla envían el martillo mágico, el cual tiene vida propia y es un personaje animado más, con su boca y ojos. El problema es que Thor no sabe cómo se usa, por lo que será el propio martillo el que tenga que sacarle de apuros, generando situaciones que resultarán entretenidas o divertidas para el público de muy corta edad.