EDITORIALA
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Los más ricos y sus compañías

Según la lista de las mayores fortunas del Estado español que por primera vez ha publicado la revista «Forbes», las cien familias más ricas acumulan el equivalente al 15,6% del PIB, sin incluir cuentas corrientes y posesiones compradas a título personal. La lista no aporta grandes novedades, pero no por ello indigna menos. De sus datos sí se desprenden, no obstante, algunas circunstancias significativas, como las referidas a dos de las principales fortunas vascas, a saber, la de la familia Sendagorta en la CAV y la de Antonio Catalán en Nafarroa, ambas ligadas estrechamente a los poderes del Estado.

La riqueza de la primera de ellas procede principalmente de la empresa Sener, vinculada a la industria armamentística y tradicional cliente del Ministerio de Defensa español. En cuanto al navarro más rico, Antonio Catalán, se ha destacado por su vinculación a UPN y su firme defensa tanto del Gobierno de Yolanda Barcina como de los pactos entre UPN y PSN. Sin duda, también saludará las propuestas fiscales del Gobierno navarro y del PSN, tan celosas de los intereses de quienes más tienen. Por eso resulta ridículo el hecho de que ayer mismo Barcina se pusiera, junto a la clase política de Nafarroa, como ejemplo de «corrupción cero», cuando la historia de los gobiernos de Nafarroa, especialmente en la presente legislatura, es un rosario de tramas corruptas, irregularidades y oscurantismo. De todo menos de honradez.

En un solo año, el conjunto de las grandes fortunas del Estado ha aumentado un 9%. En un año de crisis y empobrecimiento generalizado. Sin embargo, el presidente de Sener, Jorge Sendagorta, se quejaba hace meses de la reducción de los presupuestos del Estado en Defensa y solicitaba un mayor apoyo institucional. Lo verdaderamente triste es que las administraciones favorecen los intereses de los poderosos en detrimento de la atención a las necesidades del conjunto de la sociedad. Se dice, y con razón porque es una insultante realidad, que las grandes fortunas no serían posibles sin la enorme pobreza que asola a millones de personas. Y son posibles, además, con la colaboración de los gobernantes.