Las dudas del día después
La imagen, más que la derrota, ante el Porto ha dejado secuelas, también anímicas entre una afición que no entendió el once que Ernesto Valverde puso en liza, que se pregunta si se «tiró» la Champions y que sigue confusa con su técnico y con la cara del equipo.

Contaban del gran Rafa Iriondo que cuando perdía un partido, llegaba a casa, se tomaba una aspirina y se metía a la cama. Muchos analgésicos tuvo que ingerir anoche la parroquia rojiblanca tras presenciar la impotencia de los suyos en la competición europea más importante de clubes, haciendo deméritos con equipos como el BATE bielorruso, de nuevo escaldado, y que recordemos, ganó a los `gatitos', que no leones, que es lo que fueron en Borisov. Porque una cosa es el partido, la crónica de lo acontecido sobre el verde, y otra la reflexión del día después. Había un momunental cabreo en la grada de San Mamés, como se apreció con la marcha muy anticipada de casi la mitad del aforo, la gente se acunó después sobre la almohada con idéntico dolor de corazón y ayer, en el día después, la reflexión siguió siendo una procesión. Y ahora que venga el presidente Josu Urrutia con aquello de que menos rajar del equipo en bares y ascensores y más hacer piña, porque como recordó Ernesto Valverde, los futbolistas no son inmunes a los comentarios.
Si tanto presidente, como técnico, como jugadores repasaron ayer las crónicas y comentarios periodísticos, desde luego que tampoco lo hacen con una aspirina. Y aun y todo, si hay algo claro es que no todas las impresiones de los periodistas las pusieron luego negro sobre blanco, porque si no hubieran sido más duras, con jugadores y técnico. Sí, ya sabemos, como decía el exjugador Santiago Escolari, que «el futbolista ve en el periodista a un extranjero. Un intruso con camisa y zapatos limpios que pretende pisar con su librito de teoría bajo el brazo su lodoso territorio de la práctica. Un charlatán sospechoso que, solo por hablar, puede influir sobre su futuro», pero la calle es otra cosa, y el run-run no lo detiene ni orden presidencial alguna. Y esa calle se sigue frotando los ojos. Otra vez las arengas con grandes titulares, la Champions no se tira, iremos a por todas...
Pocos seguidores rojiblancos dudan ahora mismo de que Ernesto Valverde sea el entrenador adecuado para el Athletic, hoy y mañana. Lo es. El idóneo. Pero del mismo modo, pocos serán los que sigan sin comprender a qué quiso jugar el míster con el once titular que se sacó de la manga. Txingurri reconoció que el esfuerzo ante el Sevilla mediatizó la alineación. Que también el equipo necesitaba refrescarse mentalmente. Y defendió que no tiró la Champions pensando en el Valencia. Una encuesta del CIS, incluso cocinada previamente en Ibaigane, arrojaría una aplastante opinión entre la masa rojiblanca de que casi nadie se lo cree. Porque su once no era para ganar. Cualquiera que haya jugado a fútbol sabe que ante la falta de la pieza o piezas clave del equipo en un partido la desconfianza se apodera del grupo de manera instintiva. Como le pasaría ahora mismo al Barcelona si Messi fuera baja. Y el once que salió el miércoles llevaba implícitos alguno de esos mensajes. Y no vale eso de que, como dijera el mítico Brian Clough, «en el papel teníamos un buen equipo. Desafortunadamente, el partido se jugó en hierba». Ni siquiera en barro. No cuela.
Que la baja de Aduriz penaliza demasiado, bien. Que Iturraspe está tieso físicamente, perfecto. Que Muniain venga tocado, otro tanto. Pero ¿a qué viene dejar a Xabi Etxeita en el banquillo? Entonado, fresco, con confianza... Si la apuesta de Valverde era presionar al Porto en su salida de la pelota, lo lógico era, y fue, que los de Lopetegi optaran por el balón largo, donde el poderoso Jackson Martínez ganó cada salto y cada balón, siendo una pesadilla para Gurpegi. ¿Recuerdan quién ganó cada pelota por arriba, cada lance, cada choque en defensa ante el Sevilla? Sí, el de Zornotza que estaba calentando banquillo. No hubo autocrítica de Valverde en sala de prensa, solo toque de atención a los suyos por evidente falta de competitividad. ¿Pero no estaban más frescos los cambios que introdujo en el once?
De Marcos al lateral y por enésima vez Beñat echado a los leones en la mediapunta. El de Igorre es un jugador para hacerlo más retrasado y repartir cartas. Pero Valverde erre que erre... Y los palos de grada y prensa para el exbético. Vamos, como escuchar o leer que Kike Sola fue un mal fichaje como si él tuviera la culpa y no quienes le trajeron. Beñat no sirve para asistir desde esa posición adelantada a un ariete como Aduriz, que se bate el cobre dentro del área y gana en el juego aéreo, del mismo modo que una dupla San José-Rico como ante el Porto es difícil que saque provecho de las características de desmarque, juego a los espacios y velocidad de Guillermo si todos los balones que le llegan son melonazos a la cabeza y de espaldas. ¿O acaso Valverde no había previsto la presión del Porto sobre su salida de balón, cuando él mismo dijo en la previa que los lusos jugarían igual que siempre?
Como parece evidente que el carril derecho sin Iraola, por mucho que haya perdido velocidad en defensa, no funciona en ataque sin él, y que De Marcos revitaliza como pocos el capital ofensivo del equipo jugando arriba. Es Valverde el que pone en la balanza pros y contras y decide. Evidente. Posiblemente fortalecer la defensa será ahora su prioridad, pero tampoco es que en esa tarea De Marcos mejore sustancialmente a Iraola.
Todo esto solo son «teorías bajo el brazo» de otro «charlatán sospechoso» más, pero lo que es indiscutible que el socio y el aficionado están confundidos. Incluso más que decepcionados. Porque hay cosas que siguen sin entender. Podrán tener más o menos razón, ver la situación actual del equipo con mayor o ninguna altura de miras, pero que hay una desazón por cosas como la del miércoles, es innegable. Se les turba con el fútbol de Regional -con perdón para ellos- que se vio ante el Almería, el equipo resurge cual ave Fénix ante el Sevilla aun cuando alguno recordara al malogrado Manolo Preciado y su «no soy un amarrategi, pero tampoco soy gilipollas», y vuelta a las andadas ante el Porto. Sostuvo Ernesto Valverde que a este plantel le cuesta «mentalizarse con partidos tan seguidos». Y uno, en su supina ignorancia, se pregunta, ¿pero no fueron estos mismos jugadores o la mayoría los que llegaron a una final europea hace cuatro años y de paso a una final copera? Se hace camino al andar, es cierto, pero en las últimas cuatro temporadas es la tercera que se juega Europa. Como diría Mikel Rico, pues para eso quedamos décimos y a otra cosa.
Si Valverde tiró el miércoles la Champions o no, si fueron los jugadores en Borisov o no, el debate futbolero durará hasta el domingo, cuando con incertidumbre la afición se apreste a ver qué versión del Athletic saltará a Mestalla. De nuevo, dos semanas sin fútbol por delante darán para mucho. Bueno o malo. El marcador lo dirá. Perspectiva, me insiste alguien. Es cierto. Pero del mismo modo que el fútbol es la cosa más importante de las menos importantes, también suele ser la cosa más inexplicable de las menos explicables. Como la del Athletic este miércoles.

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