Martxelo DÍAZ
La política penitenciaria, a los tribunales

«Sara se quedó en el camino»

 

Román y Manoli llevan visitando a su hijo Iñaki desde que fue detenido en el Estado francés en febrero de 1996. Antes habían tenido también que viajar desde que era refugiado, apenas cumplidos los 23 años. Desde entonces, han conocido varias cárceles franceses y un buen número de españolas, algunas tan lejanas como la de Algeciras. Actualmente, Iñaki Etxeberria se encuentra en la cárcel salmantina de Topas y tiene diagnosticado un glaucoma que no está siendo tratado de manera adecuada.

«La mayor preocupación que tengo es esa, la enfermedad. Porque no le hacen caso. Le dijeron que iban a operarle, le hicieron un electro. Habló con el médico que le iba a operar. Estaba todo listo, pero pasaba el tiempo y no le operaban», recuerda Manoli. Al final, se suspendió la intervención.

Tampoco le hacen revisiones en Salamanca y tampoco permiten el traslado a Iruñea para que se las haga una oftalmóloga del Complejo Hospitalario de Nafarroa. El preso de Donibane ha perdido ya completamente la visión de un ojo y la del otro se deteriora a pasos agigantados. «Le compramos una lupa para que pudiera leer», explica su madre.

Junto a ello, relata los problemas que tiene con la mala calidad de la alimentación que recibe, la sangría económica que supone arreglar un ordenador maltratado continuamente por los funcionarios, las dificultades para matricularse en la UNED tras el veto a hacerlo en la UPV-EHU... «Cualquier trámite se complica estando en prisión», subraya.

Manoli y Roman se emocionan especialmente cuando recuerdan a Sara Fernández, compañera de Iñaki, que falleció cuando viajaba a visitarle a Valdemoro. «Le dije que la carretera estaría peligrosa por esa zona de Burgos por donde solemos ir... La pobre se quedó en el camino», rememoran Román y Manoli.

«Muy mal tengo que estar para no ir a ver a mi hijo. Eso lo tengo claro. Allá donde lo lleven, si no lo quieren traer aquí, vamos a ir a verlo», destaca Manoli. «Muy jodido tendré que estar para no ir», apostilla Román. Sin embargo, reconocen que su hijo está preocupado porque su padre tenga que conducir hasta Topas. «Nos ponen en riesgo de morir en la carretera. Quieren que no vayamos a verlos, pero eso no lo vamos a hacer nunca».