Melodrama rosa para adolescentes que ni llega a erótico

La industria de Hollywood ha vuelto a escribir otro de sus capítulos más bochornosos, en lo que a la censura con fines comerciales se refiere. No, no hace falta cronometrar las anunciadas escenas de sexo de la película porque brillan por su ausencia. Todo era mentira, y lo único cierto de la promoción es que la fecha elegida del Día de San Valentín era, en efecto, la más adecuada.
«50 sombras de Grey» en su versión cinematográfica es un melodrama rosa para chicas adolescentes, que quiere aprovechar las restricciones de la calificación por edades en los EEUU con tal de explotar un demográfico que acude a las salas de proyección de los centros de ocio. Ese público palomitero y gominolero disfrutará con una sobredosis de romance almibarado, aún a costa de que les sea diagnosticada una diabetes precoz.
Los padres de esas buenas chicas pueden quedarse tranquilos en casa delante de la tele si sus hijitas les dicen que van a ver «50 sombras de Grey», porque no van a ver pornografía, ni nada que se le parezca. Ellas quieren disfrutar admirando los pectorales de Jamie Dornan, y es que encima de estar en forma ejerce de tío guapo y con dinero. A cambio, lo único que tienen que hacer es imaginarse que son Dakota Johnson (la hija de Don Johnson y Melanie Griffith, además de nieta de Tippi Hedren), y que su moderno príncipe azul les venda los ojos y les pasa una pluma por la epidermis. Mediante semejante éxtasis de superficialidad verán cumplido el sueño consumista del novio cachas y capitalista que se ha impuesto en esta sociedad donde el machismo resurge con tanta fuerza.
Todas las historias de amor ñoñas, como lo es «50 sombras de Grey» en el cine, hablan de relaciones que para ser idílicas han de vencer una serie de obstáculos o impedimentos. Por una vez la diferencia de clase que disgusta a la familia del niño rico de turno no es el problema. La guionista inglesa Kelly Marcel se las ha arreglado para que el oscuro trasfondo del protagonista de la novela de E.L. James actúe como elemento distanciador entre él y su enamorada, siendo ese el muro a derribar en las continuaciones.

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