Carlos GIL
CRíTICA | Teatro

Pasión y sociedad

Versión de Fedra a partir de tres texturas, de tres escrituras, pero corporalizadas por una actriz, una presencia, una voz, un cuerpo que convierte cada frase, cada pasaje en un territorio a conquistar desde el gesto, pero cuidando de que el texto se convierta también en una cuestión corpórea, en una de las manifestaciones que hacen de cada acción un manifiesto, una convocatoria a que los espectadores se sientan concernidos, testigos y cómplices de estas confesiones de una mujer madura que ante el cadáver su hijastro, Hipólito, se atreve a confesarnos su amor, su pasión, sus sentimientos ante un cuerpo joven, atlético, de un cazador que vivía entregado a una vocación y no era capaz de entender de manera cabal los deseos de esta Fedra desenfrenada, entregada, enamorada, excitada.

El amor de una mujer madura por o con un joven que no llega a la veintena es un tabú, hoy, en nuestra sociedad aparentemente avanzada. Y es ahí donde establece Bea Insa su debate con los presentes, lanza su mensaje más allá de lo anecdótico. Lo contrario, hombre mayor, incluso viejo, con mujer joven, incluso niña, es mirado de otra manera, consentido, cuando no aplaudido. Esta toma de postura es uno de los componentes de esta propuesta, donde lo fundamental está en la calidad de la actriz, en el trabajo de indagación global, tanto en la parte de los textos y su declamación, como en la vocalización y prosopopeya y cántico, como en los movimientos, pero siempre con una gran capacidad de encantamiento, de llegar en frecuencias comunicacionales de primer orden. Una puesta en escena sencilla, acompañada por un contrabajo para dar calidez en cierto momentos, para redondear un trabajo hermoso.