Beñat ZALDUA
Consecuencia del cambio político en Grecia

Un espejo cargado de memoria ante Alemania

Igual que todos sus predecesores, Tsipras pidió el martes a Alemania reparaciones por la ocupación nazi de Grecia. Una reclamación de escaso recorrido práctico que, sin embargo, tiene la virtud de recordar a propios y extraños que Alemania disfrutó de una gran quita de la deuda tras la Segunda Guerra Mundial.

El Parlamento griego acordó a última hora del martes crear una comisión parlamentaria para reclamar a Alemania el pago de reparaciones por la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, así como la devolución del préstamo que el Banco Central de Grecia se vio obligado a conceder al Tercer Reich en 1942. «Abordaremos este tema con la requerida sensibilidad, con sentido de la responsabilidad y con honestidad. Esperamos lo mismo del Gobierno alemán», aseguró durante su intervención en el Parlamento el primer ministro griego, Alexis Tsipras, quien añadió que, de la misma manera en la que Grecia se compromete a «cumplir con sus obligaciones», esperan que «esta actitud sea adoptada por todos».

Pocos se extrañaron, sin embargo, de que la respuesta alemana llegase ayer mismo en forma de rotundo «nein». Nadie se esperaba otra cosa de una reclamación que cancillerías y grandes medios europeos no han dudado en vender desde el primer día como estrategia de propaganda de Syriza, así como de burdo e inútil intento por presionar a Alemania en las negociaciones sobre la deuda griega. Para la galería queda la amenaza del ministro griego de justicia, Nikos Paraskvópulos, de nacionalizar el Instituto Goethe.

Pero esta imagen de cortina de humo no casa con la unanimidad con la que fue aprobada la comisión en el Parlamento griego (ni un voto en contra). Tampoco con el hecho de que todos los gobiernos griegos anteriores hayan reclamado en algún momento, con mayor o menor énfasis, el pago de reparaciones y la devolución del crédito (de hecho, el anterior Ejecutivo del conservador Samaras cifró en 54.000 millones de euros dicho crédito, muy por encima de los 11.000 millones que reclama ahora Syriza). Cabe destacar en este sentido el hilo conductor que va desde la firme resistencia contra la ocupación nazi al primer acto de Tsipras como primer ministro -dedicó una ofrenda floral a las víctimas del nazismo- sin el cual no se puede entender ni la historia griega ni las reclamaciones que ahora vuelve a pedir el Parlamento.

Y es que la resistencia al invasor nazi ocupa un lugar central en el orgullo nacional de Grecia. No sin razón. En 1940 rechazaron un primer intento de ocupación por parte de la Italia fascista, a la que expulsaron incluso de Albania, por lo que tuvo que ser la propia Wehrmacht alemana la que invadiese Grecia un año más tarde. Pero la resistencia no cejó, lo que llevó al propio Adolf Hitler a declarar que «hay que decir, por respeto a la verdad histórica, que de entre todos nuestros enemigos, solo los griegos han combatido con tanto coraje y desprecio hacia la muerte».

Esta admiración, sin embargo, no se tradujo en una ocupación liviana. Más bien al contrario. Los nazis respondieron a los ataques de la resistencia con masacres de civiles grabadas a fuego en la memoria colectiva griega. No fue casualidad que Tsipras mencionase en su discurso del martes, entre otros, los casos de Distomo -218 civiles asesinados y el pueblo quemado- y Kalavryta -ejecución de toda la población masculina y destrucción de la población-. Con todo, la catástrofe que mejor refleja la magnitud del desastre que supuso la ocupación y el saqueo nazi es la hambruna del invierno de 1941-1942, en la que murieron hasta 300.000 personas, según cálculos del investigador Mark Mazower. El mentado préstamo de 476 millones de reichmarks que el Banco Central Griego se vio obligado a conceder a Alemania en 1942 no supuso más que la puntilla para un país devastado en el que apenas se tenía en pie ninguna infraestructura.

¿una deuda saldada?

Dicho crédito y la destrucción (y saqueo) del país son precisamente los ejes de la reclamación actual de Grecia, que recuerda que los 115 millones de marcos pagados por Alemania en 1960 fueron compensaciones a víctimas particulares y no al país. Para analizar si hay lugar a las reparaciones ahora exigidas cabe retener otras dos fechas en la memoria: 1953 y 1990.

En la primera, los acreedores de Alemania reunidos en Londres aceptaron una quita de más del 60% de la deuda germana. Lo hicieron a instancias de EEUU, que consideraba vital una Alemania fuerte para impulsar el mercado europeo y hacer frente a la URSS en una Guerra Fría que, por cierto, tuvo su prólogo en Grecia (la guerra civil entre resistentes comunistas y monárquicos empezó en plena ocupación nazi). Además de la quita, los acreedores ofrecieron al nuevo régimen alemán condiciones de pago ventajosas, se supeditó el pago de la deuda al crecimiento económico y se decretó una moratoria de cinco años, durante los cuales Alemania solo tuvo que pagar unos pocos intereses. Sobra decir que no son condiciones muy diferentes de las que reclama ahora Grecia para reestructurar su deuda y hacerla de este modo viable.

En este Acuerdo de Londres, los países ocupados o atacados por la Alemania nazi no renunciaron al cobro de las reparaciones de guerra, pero si que admitieron aplazar sus reclamaciones hasta la consecución de un tratado de paz, lo cual nos lleva hasta la más cercana fecha de 1990, ya que durante la Guerra Fría, la República Democrática de Alemania se negó a asumir las reparaciones en nombre de toda Alemania. La reunificación germana pudo haber abierto la veda a la reclamación de las reparaciones, pero las cuatro potencias ocupantes (Estados Unidos, Reino Unido, Francia y URSS) renunciaron a ellas a cambio de pequeñas concesiones fronterizas, facilitando así la reunificación sellada por el acuerdo comúnmente conocido como 4+2.

Hoy en día Berlín se escuda en este acuerdo para asegurar, como lo hizo ayer, que el capítulo de las reparaciones está cerrado. Pero la trampa, a la que Tsipras hizo referencia el martes, es evidente: Grecia nunca fue consultada sobre ese acuerdo.

Hecho el repaso histórico, pocas dudas caben sobre el derecho de Grecia a reclamar las reparaciones y la devolución del crédito forzoso. De igual manera, tampoco hay dudas sobre el escaso recorrido efectivo que tendrá la demanda griega ante la rotunda negativa de Alemania a hablar sobre el tema, si bien hay opiniones que defienden que la demanda sobre la devolución del crédito podría tener algún futuro en tribunales internacionales.

Pero vistas las escasas perspectivas de que prospere, ¿para qué la reclamación del Parlamento griego? Explicaciones hay para todos los gustos, desde los que defienden que no es sino una medida de consumo interno destinada a inflamar el espíritu patrio y generar adhesión, hasta los que creen de veras que la reclamación puede tener recorrido. Ni tanto ni tan calvo. Conviene buscar razones menos evidentes y, quizás menos contundentes.

Por ejemplo, en una Grecia con los neonazis de Alba Dorada como tercera fuerza parlamentaria -el juicio contra su cúpula comienza el próximo 20 de abril-, recordar el desastre de la ocupación nazi nunca está de más. Pero sobre todo, en una Europa que repite como un mantra acrítico que «las deudas están para pagarse» y que «no puede haber excepciones», la reclamación griega invita a recordar que a la hoy intransigente Alemania ya se le aplicó una drástica quita de la deuda.

Una decisión aplaudida tanto por la historiografía dominante -que la contrapone al revanchismo posterior a la Primera Guerra Mundial- como por el propio Tsipras en su discurso del martes, en el que acusó a los líderes europeos y a Merkel en especial de «ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio».