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Ertzaina: «No sé si es un pelotazo...». Mando: «Se habrá desmayado»

Solo en las conversaciones a las que han tenido acceso GARA y NAIZ, hasta tres veces consecutivas es informado el mando de Deustua de que existe una persona –«un ciudadano»– herida en el callejón después de los pelotazos. En dos de ellas se expone la probabilidad de que haya sido víctima de estos proyectiles.

El responsable del segundo grupo de patrullas que se convierte en interlocutor del jefe de la central informa a este superior de que «ha debido recibir un pelotazo». Este ya lo sabía por otra comunicación anterior de otro ertzaina, el primero que pide un «alfa» (ambulancia) para atender al herido: «No sé si es un pelotazo o se ha desmayado», indica. «Vale, vale, se habrá desmayado», responde «Ugarteko» con un tono imposible de reproducir en lenguaje escrito pero perfectamente captable en los audios.

Al margen de ello, lo realmente sustancial es que la Ertzaintza supo desde el primer momento que la hipótesis principal de las heridas de Cabacas era un impacto de pelota, pese a lo cual intentó negarlo durante los días siguientes o sembrar la duda de si las heridas no habrían sido producidas en la pelea anterior a las dos cargas. En el Hospital de Basurto debieron tenerlo claro en las más de 72 horas en que estuvo en coma antes de fallecer, aunque se mantuvo la confidencialidad preceptiva. De cara a la opinión pública, la duda siguió hasta que la autopsia conocida el 11 de abril no dejó dudas sobre el motivo del estallido craneal: un disparo de pelota de goma producido a muy corta distancia.

Por otro lado, resulta obvio que en las grabaciones los dos ertzainas referidos se limitaban a dar una opinión urgentísima de la situación del herido, dado que las llamadas se registraron apenas unos segundos después de que recibiera el impacto. Analizando las llamadas posteriores es probable que aparezca bastante más certeza en las conversaciones entre los ertzainas. De hecho, Laia, la joven malagueña, ha narrado que tenía una herida grande en la parte de atrás de la cabeza con pérdida de sangre e incluso de masa cerebral. La madre de Cabacas, Josefina Liceranzu, afirmó también días después que Iñigo tenía «un boquete».

Evidentemente, nada que hubiera podido producirse por un desmayo como el que sugería el superior de la central de Deustua.