Amaia Ereñaga

Dinero social

Aunque su propio nombre, dinero social, pueda parecer contradictorio, su filosofía no lo es. En consonancia con una tendencia que se está dando en todo el mundo, entre nosotros han surgido el eusko, el ekhi o el txanpon, monedas alternativas a la de curso legal que plantean otro tipo de relación económica, basada en el fomento del consumo local y en conseguir objetivos más justos. Bancos del tiempo, intercambios en la red, profesionales que usan el trueque... Parece que la crisis económica está siendo un acicate para intentar cambiar las cosas.

El eusko. Moneda vasca, ecológica y solidaria de Ipar Euskal Herria. (Conny BEYREUTHER)
El eusko. Moneda vasca, ecológica y solidaria de Ipar Euskal Herria. (Conny BEYREUTHER)

Espoleado por la profunda crisis económica en la que estamos inmersos, los últimos años se ha reactivado en Europa un movimiento internacional que también tiene su reflejo en Euskal Herria, donde está siendo más activo de lo que a primera vista parece. La característica principal de esta «rebelión a pequeña escala» es la búsqueda de otra forma de hacer y de relacionarse, un deseo de articular alternativas al sistema socieconómico que sostiene la moneda de curso legal, para lo que regresa al intercambio, una práctica que existe desde que los primeros seres humanos comenzaron a ejercer el trueque con los excedentes de lo que recolectaban o cazaban. Las fórmulas son tan dispares como las propias comunidades en las que surgen: hay bancos del tiempo en los que se cambian servicios y conocimientos, redes de trueque de todas clases (virtuales, como la moneda bitcoin, o presenciales, como mercados); monedas locales que crean un espacio económico paralelo al euro, sistemas mixtos de moneda y trueque... las versiones son tantas como sus objetivos y autores.

Con la creación de la Europa comunitaria nos vendieron las bondades de una moneda única, pero, para quienes impulsan las distintas monedas locales que han surgido en el continente, el euro no es una bicoca. Eusko, ekhi, txanpon, ogerleko, axtroki... son algunos de los nombres de las monedas que conviven actualmente en Euskal Herria, parte de un movimiento todavía minoritario pero que va creciendo. Son monedas físicas de uso legal que tienen paridad con el euro (1 ekhi, eusko... = 1 euro) y, aunque cada una de ella tiene objetivos diferentes, básicamente en lo que todas coinciden es que buscan impulsar la economía local y lograr intercambios económicos más justos y sostenibles. Algunas han surgido de iniciativas ciudadanas (como es el caso de ekhi bilbaino, el eusko de Ipar Euskal Herria y el txanpon de Iruñea), otras de asociaciones de comerciantes (el ogerleko alavés, el axtroki de Eskoriatza), y otras directamente de los ayuntamientos (la moneda local que se prepara actualmente en Oñati). No buscan reemplazar el euro, como explican en el caso de eusko: «Es una moneda complementaria. Al cambiar y hacer circular los eusko, creamos un poder de adquisición específico de Ipar Euskal Herria. Así, el sistema económico local se revitaliza, cosa que no hace el euro».

Todas ellas son iniciativas que se basan en otras que funcionan desde hace tiempo en otros lugares; de hecho, hay contabilizadas 5.000 experiencias en todo el mundo. Sin duda, la de referencia es el chiemgauer, la moneda creada en 2003 en Chiemgauer (Baviera), una región alemana de 280.000 habitantes formada básicamente por áreas rurales y pequeñas ciudades y relativamente parecida a Euskal Herria, donde el chiemgauer actualmente tiene una circulación cuatro veces superior al euro. Más monedas locales: el bristol round (funciona desde 2009 en el barrio Brixton de las afueras de Londres) o el sol-violette, la exitosa moneda de la ciudad francesa de Toulouse, que caduca cada tres meses y con la que tantas similitudes tiene el recientemente surgido ekhi bilbaino.

Eusko, un año de éxito en Ipar Euskal Herria.

En Baiona Ttipia, el popular barrio del casco viejo de Baiona, no hay más que darse una vuelta para comprobar que los billetes de eusko, «la moneda local vasca, ecológica y solidaria» de Ipar Euskal Herria, son aceptados en la práctica totalidad de los comercios y bares. Un cartel identificador pegado en el escaparate nos informa de que allí sí se puede pagar con eusko y, gracias al número que lleva el distintivo, sabremos también que no hablan en absoluto euskara (aparecen con un número 1), lo chapurrean (un 2) o lo hablan bien (el 3). De las monedas locales existentes en Euskal Herria, sin duda esta es la que más éxito y la que mayor implantación tiene. Sus objetivos, la relocalización de la economía y promover el uso público del euskara. «En la zona de Baiona la utilizan alrededor de cien comerciantes, empresas y asociaciones; en toda Ipar Euskal Herria serán un total de algo más de 500. En cuanto a los particulares, a 31 de diciembre teníamos 2.700 socios; ahora tienen que renovar su apoyo anual», explica Maia Larronde de Ajuriaguerra (en la imagen de la izquierda), una de las seis personas que trabajan en la asociación Euskal Moneta. Implicada desde el inicio en esta aventura que arrancó el 31 de enero de 2013, y que descansa sobre un colchón de apoyo formado por una cincuentena de laguntzailes y grupos de apoyo locales, Maia Larronde de Ajuriaguerra se encarga sobre todo de la comercialización en el interior, en Nafarroa Behera y Zuberoa, zonas en las que «entran» a través de campañas como la semana del euskara que organizaron recientemente en Donapaleu, reuniones con los comerciantes o las rebajas solo en eusko.

¿Pero qué diferencia al eusko del resto de las monedas sociales? Impresos en Angelu y con sus necesarias medidas de seguridad –impresión en oro, hologramas...–, hay billetes de 1, 5, 10 y 20 eusko (el de 50, como a la mayoría de las monedas sociales, se les resiste por motivos de prudencia y de temor a las falsificaciones) y, a la hora de pagar, los céntimos se redondean en euros; es decir, si un café cuesta 1,40, se entrega en el comercio 1 eusko y 40 céntimos de euro y otro tanto en el caso contrario. El eusko no caduca (al cabo de dos años de su emisión sí, aunque no pierde su valor), al contrario de otras monedas como la de Toulouse o el bilbaino ekhi, y quizás el éxito de su implantación viene dado por lo sencillo de su funcionamiento, además de, innegablemente, por sus objetivos. El funcionamiento también es parejo con otras monedas: hay que apuntarse en Euskal Moneta (www.euskalmoneta.org), que emitirá un carnet acreditativo. Con el pago de una cuota anual de entre 5 y 20 euros, se elige a la asociación a la que se destinará el 3% que generen las compras. Para que esa asociación reciba el dinero, un mínimo de treinta personas también deberán seleccionarla y, a su vez, esa asociación tendrá que ser miembro de Euskal Moneta, cotizando entre 10 y 100 euros anuales. Según los datos recogidos recientemente, en su primer año de funcionamiento se distribuyeron 10.000 euros entre treinta asociaciones de Ipar Euskal Herria. Los comercios o empresas prestatarios, que deberán incluir tres productos locales en su actividad para participar en esta red, pagan entre 60 y 240 euros.

¿Pero entonces uno cuánto pierde al usar el eusko? «No se pierde nada –explica Maia Larronde de Ajuriaguerra–. Si yo cambio 100 euros me devuelven 100 eusko». Con un funcionamiento que le está convirtiendo en un modelo a copiar en otros lugares, Euskal Moneta lleva al extremo su proyecto de «otra forma» de hacer economía. Sus fondos de reserva (el dinero que garantiza que los eusko en circulación son reconvertibles a euros) están depositados en Credit Cooperatif, un banco no especulativo que funciona en el Estado francés como medio de financiación de la economía social y solidaria; y, a su vez, acaban de firmar un acuerdo de colaboración con Herrikoa (Société de capital risque pour le développement économique en Pays Basque), una sociedad con participación del Consejo Regional de Aquitania y, entre otros, 4.500 accionistas privados, cuyo objetivo es la creación de empleo en Ipar Euskal Herria a través de la financiación de empresas.

Así como un vecino de Azkaine nos cuenta que en un bolsillo del pantalón lleva los eusko y en otro los euros para no liarse, en los comercios no necesitan llevar una doble caja porque, en realidad, el eusko es como un cheque regalo o un cheque restaurante. Sandrine Dulong es una de las propietarias del Café des Pyrénées, cuya terraza invita a tomarse un buen café frente a las murallas –y el parking donde fueron vistos por última vez Lasa y Zabala–. Este café es también una de las cajas de cambio del eusko desde sus inicios y da cuenta de un detalle importante, la fidelización: «Noto que la gente viene de forma más regular desde que estamos con los eusko». Sandrine nos enseña el cuaderno donde registra las transacciones y donde figuran el número de carnet del cliente, sus datos, la cantidad y su firma. «Es rápido y muy completo». Y ¿hasta cuánto dinero ha llegado a cambiar? «No hay límite. Suelen ser cifras pequeñas, aunque he llegado a cambiar hasta 400 euskos. ¿Que si supone doble trabajo? Qué va, es un proyecto muy bonito, que tenemos que apoyar y que nos gusta».

¿Y, en el caso de los comerciantes, pierden dinero? «Si te digo la verdad, no. A fin de mes, si has acumulado muchos euskos y no los has terminado de hacer circular, se los entregas a Euskal Moneta, quienes te hacen un pago, aunque pierdes un 5%. No es mucho. Hay que tener en cuenta que con el pago con el chèque déjeuner o con la tarjeta bancaria nosotros también perdemos algo. En nuestro caso, además, nuestro proveedor principal utiliza el eusko, por lo que para nosotros resulta fácil. No es el caso de todos los comerciantes, pero la pérdida es mínima y lo que hay que tener en mente es que se impulsa el comercio de proximidad y trabaja con el pequeño sector, y que el dinero se queda aquí. Además, aquí en Baiona, es fácil usar el eusko. Lo usan panaderos, médicos o farmacéuticos en la misma Petit Bayonne. Y si pasas el puente, también lo usan los del mercado», agrega. De ese 5%, el 3% va a las asociaciones locales unidas al eusko y el 2% está destinado al funcionamiento de la propia Euskal Moneta.

Además, se ofrece a los comerciantes y empresas apoyo para su euskaldunización, con cursos para ellos y sus asalariados, que suelen ser flexibles en horarios y duración, como nos explican en el nada ostentoso despacho de la «oficina del eusko». Frente al Errobi, trabajan en un proyecto que, pese lo que pudiera parecer por lo espectacular de sus resultados, tiene mucho de militante. Metidos de pleno en consolidar lo obtenido en 2013, preparan el siguiente paso: el eusko electrónico, lo que posibilitaría el pago entre profesionales. Con Maia Larronde de Ajuriaguerra, quien recibe parte de su sueldo al mes en moneda eusko, no podemos evitar la broma: la imagen de recibir como pago una maleta llena de monedas de 1, 5, 10 y 20 eusko resulta cómica, la verdad, y el eusko electrónico facilitaría mucho las transacciones en cifras más altas. «Quisiéramos que fuera el siguiente paso, pero tenemos que ver qué dice el Banco de Francia», añade. Tan bien funciona el eusko que hay quienes están considerando la posibilidad de traspasar la experiencia a otros sitios. De hecho, ya existe un grupo que se propone llevarlo a Gipuzkoa, aunque el proyecto está todavía en una fase muy preliminar. Esperan que esta primavera estén ya fijadas sus bases iniciales y puedan dotarse de un grupo constituyente.

Un ekhi, para el cambio a pequeña escala

Mikel Mitxelena (en imagen a la derecha), en su taller de joyería y cuero Artekale 35, en las bilbainas Siete Calles, no da ni de lejos la típica imagen de un empleado de una oficina de cambio. Tampoco es su intención y, de hecho, su primera reacción cuando le plantearon ejercer de oficina de cambio de ekhi fue negarse. Recién nacida, ekhi es una moneda local cuya zona de implantación será Bizkaia y su objetivo, «repensar el dinero, fomentar la economía local con valores y recuperar la vida comunitaria». «Me lo pensé varias veces –explica Mikel–, pero me dije a mí mismo que siempre estamos quejándonos de que esto es una mierda y, si te surge la oportunidad de cambiar algo, hay que aprovecharla». Dicho y hecho, y aparte de algunos nervios y algún divertido lío (como confundir el lector de código de barras con el teléfono), el cambio del euro a ekhi tampoco supone mayor problema y sí tiene una parte añadida: «Lo más interesante, la gente que estamos conociendo».

Hace solo un mes que llevan circulando los billetes, casi exclusivamente por el Casco Viejo bilbaino, aunque prevén extenderse. Pero será «poco a poco, porque no tenemos prisa», puntualiza Miguel Ángel González, un comercial que, junto a compañeros como Rosa Gulias, una funcionaria jubilada, se ha metido a promotor de una moneda social que busca llevar a la práctica un cambio de modelo de sociedad –y de mentalidad–, aunque sea a pequeña escala. La idea surgió en 2011 de la asociación Desazkundea, con el objetivo de incentivar la economía local y la vida comunitaria. Finalmente, tras un proceso en el que el grupo promotor cambió de nombre a BilboDiru, en 2013 se constituyó como proyecto autónomo de la asociación, inscrito en el registro oficial como asociación para la promoción de la economía local Ekhi elkartea (www.ekhitxanpona.org). En este tiempo, y a costa de un largo y duro trabajo siempre realizado sin pago alguno, a través del crowdfunding lograron reunir alrededor de 8.000 euros, más de lo necesario para montar su proyecto de moneda, que calculaban en unos 7.500 euros. De él salió un software libre creado por ellos mismos.

Y de una imprenta de Madrid, con imágenes identificativas de Bizkaia, salieron los ekhi, que incluyen una aportación propia a las medidas de antifalsificación habituales: un código de barras que permite tener controlado el flujo de moneda al instante. A principios de este mes tenían 144 usuarios (como en todas las monedas sociales, hay que hacerse socio), 29 comercios se habían adherido a la iniciativa y había 2.405 billetes en circulación. El Ekhifunding acumulado –3 céntimos de cada euro van destinados a asociaciones y movimientos sociales ligados a sus cuatro principios: justicia social, ecología, igualdad de género y la lengua y cultura– era de 83,97 euros. Otra diferencia respecto al eusko: en el reverso, el ekhi tiene ocho casillas, que se sellan trimestralmente, lo que significa que el usuario dispone de ese periodo para gastarlos. De lo contrario, los billetes pierden parte de su valor, concretamente un 2%, que hay que pagar al sellarlos en la oficina de cambio. Esta cantidad sirve a la asociación para autofinanciarse. De hecho, todo el trabajo está realizado en forma de voluntariado, porque no tienen de momento una estructura estable. «Somos libres», apostilla Rosa Gulias, porque no depende de institución alguna.

Optar por la caducidad fue una decisión muy consciente, ya que, como apunta Miguel Ángel González, «lo interesante de esta moneda es que circule. Se ‘oxida’ porque el hecho de que el dinero se acumule acarrea finalmente que siempre haya desigualdades entre unos y otros». No esperan desbancar al euro, pero sí cambiar un poco las cosas. En esta primera fase, además, y como «deferencia» hacia los comerciantes y empresas, no se les cobrará el 2% cuando acudan a validar sus ekhi. Uno de estos comercios es el café Liverpool, situado en la plaza de Santiago, en pleno Casco Viejo bilbaíno, una popular cafetería y bar de pintxos regentado por Joseba Molina e Iraira Eskubi, quienes desde enero de este año han decidido «dar una vuelta» al negocio y dar la espalda a los grandes proveedores, comprando en el comercio local o en el comercio justo. Están metidos de lleno en el apoyo al ekhi; por ejemplo, pagar un café en su establecimiento con moneda ekhi resulta más barato que con euros.

Lo más curioso es que ya han comenzado a darse casos de intercambio de moneda entre el eusko y ekhi, con usuarios de Ipar Euskal Herria que, al ir a Bilbo, utilizan los ekhi. ¿El siguiente paso sería tal vez un intercambio entre monedas locales sin el euro de intermediario? Tal vez al final lo consigan, porque lo que sí son es muy activos y la información entre unos y otros también circula continuamente: se reúnen, dan charlas... Esta asociación, al igual que sus compañeros del norte de Euskal Herria, también se plantea un paso posterior consistente en el ekhi electrónico. No obstante, Rosa Gulias puntualiza que la decisión de poner en circulación el dinero en forma de moneda les vino dado también porque no desean dejar fuera de esta iniciativa a las personas que no están familiarizadas con las nuevas tecnologías.

Otras monedas existentes entre nosotros son el ogerleko (en euskara se llamaba así a la moneda de cinco pesetas o duro), surgido en diciembre de 2013 en Araialdea por iniciativa de la Federación Alavesa de Comercio y Servicios en colaboración con asociaciones locales de la comarca, y que funciona más bien a modo de club de compras con la finalidad de estimular el gasto en los comercios locales. Algo muy parecido es el axtroki de Eskoriatza y, muy cerca, en la también localidad guipuzcoana de Oñati, el Ayuntamiento prepara la emisión de un moneda local. De momento, están todavía en preparativos, pero está previsto que una primera fase arranque con el pago a los trabajadores municipales de un 1,5% de su paga en moneda social, dinero que repercutirá en el sector de servicios de la localidad cuando estos hagan sus compras.

Mercado social y una casa rural muy sensibilizada

En los mercados sociales de Nafarroa, desde setiembre de 2013 circula el txanpon, una moneda local emitida por la fundación Stro, entidad holandesa que desde hace dos décadas desarrolla nuevas formas para resolver problemas económicos y de desarrollo basados en un marco de sostenibilidad y justicia social. Como explica Carlos Rey (imagen de la izquierda), de REAS (Red de Redes de Economía Alternativa), «la fundación Stro asesora y provee moneda social a muchos países. Son billetes auténticos con todas las medidas de seguridad y solo hemos impreso en negro encima de los modelos de billetes. Son los mismos que se están utilizando para el mercado social de Catalunya, donde se les llama ecosol, y para el mercado social de Madrid, con los boniatos». Nacido inicialmente para el intercambio en las ferias de la zona, el txanpon únicamente se utiliza en los mercados sociales, que en Iruñea se celebran en el barrio de Txantrea y en el Casco Viejo. Este último, sin embargo, parece que va a tener que salir de la ciudad debido a una ordenanza municipal que esgrime el Ayuntamiento de la capital navarra para prohibir la venta comercial o el trueque. En la plaza Arriurdiñeña del barrio de Txantrea, sin embargo, se viene celebrando un exitoso mercado social y de trueque los segundos sábados de cada mes.

¿Pero qué es un mercado social? «Es una red de producción, distribución y consumo de bienes y servicios que funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios, constituida por empresas y entidades de la economía social y solidaria junto con consumidores y consumidoras individuales y colectivos. Su objetivo es que esta red permita cubrir una parte significativa de las necesidades de sus participantes y desconectar de la economía solidaria de la economía capitalista, tanto como sea posible», en palabras del colectivo TXbizi. De hecho, el próximo fin de semana, los días 26 y 27 de abril, la antigua estación de autobuses de Iruñea acogerá una Feria de Economía Solidaria, promovida por REAS-Navarra. Su objetivo es hacer visible la economía solidaria, una realidad socioeconómica que pretende ofrecer respuestas reales a la crisis a través de «modelos empresariales y proyectos sociales que basan su viabilidad en una rentabilidad integral, económica, social y ambiental». Entre toda una serie de actividades, que incluye la celebración de un mercado con más de sesenta expositores, la feria acogerá la séptima edición de las Jornadas Internacionales de Economía Solidaria.


Alicia Mendive y Luismi Montoya son unos convencidos del intercambio y lo ejercen en su vida diaria y en su agroturismo de Hiriberri-Artzibar.

A unos cuarenta kilómetros de la capital, en el Pirineo navarro y concretamente en la localidad de Hiriberri-Artzibar (Villanueva de Arce), Alicia Mendive es una convencida de las bondades del intercambio. Junto a su compañero Luismi Montoya regenta desde hace catorce años el agroturismo Mari Cruz (www.casaruralennavarra.com), donde viven con sus hijos Ada y Noé. Practican el ecoagroturismo, es decir que tienen huerta y corral gestionados de forma ecológica, y han utilizado el trueque con clientes, compañeros y amigos, siempre con la confianza como moneda de cambio. «Me gusta porque te permite pasar del dinero», explica Alicia, quien, por ejemplo, ya no paga la peluquería a cambio de los masajes que ofrece. Y eso que en las zonas rurales suelen ser bastante recelosos, reconoce, y recuerda, entre risas, aquellos primeros intercambios que hicieron en el pueblo con unas «abuelicas» a cambio de una caja de membrillos. El primer año se sumaron ellas al intercambio; al segundo mandaron los moscateles de Alicia de vuelta, porque no les convencía su pinta. Genio y figura.

«La necesidad se hace virtud y, si tienes dinero igual ni te lo planteas, pero si andas justo...», el trueque te da la posibilidad, pongamos, de contar con los servicios de unos psicólogos para tus hijos –unos clientes del agroturismo, que hacen sesiones a cambio de estancias–, arreglar parte de una borda con ayuda exterior, ir de vacaciones a alguna otra casa rural –suelen intercambiar con otros portales de turismo–, o contar con una página web como la que tienen ahora. Alicia y Luismi se han planteado incluso destinar al trueque una habitación de una de las tres casas de su agroturismo, aunque no es una experiencia fácil por lo que tiene de compartir, aún más, su intimidad familiar. Eso sí, su filosofía para el intercambio es sencilla: «Tú has estado este rato trabajando y, zas, nosotros el siguiente».

Pagamesindinero.com y la necesidad de una red profesional

Juanra Cayón y Noemí de Orellana son una rara avis. Desde su empresa ZENware Technologies, radicada en Iruñea y dedicada a desarrollar aplicaciones web propias e implementar productos software diferentes y originales, desarrollan desde 2012 un proyecto basado en el trueque como modelo de negocio, algo que es casi imposible de encontrar entre nosotros: es su página www.pagamesindinero.com, premio Buber 2012 al Mejor Proyecto Solidario –lo conceden Internet & Euskadi, el Gobierno de Lakua, la Diputación de Gipuzkoa y SPRI–. Dos años después, Juanra Cayón reconoce que «en general, la experiencia es positiva y además desde muchos puntos de vista, no solo desde el profesional, en el sentido de que tenemos mucha demanda, sino también, y más al principio, por la respuesta de la gente, lo que nos sigue sorprendiendo. Después de dos años hemos tenido de todo. En general, la gente es consciente de lo que significa el intercambio, aunque muchos nos llaman con un poco de recelo. Les digo ‘esto es muy sencillo: pide un par de presupuestos a empresas de desarrollo, porque al fin y al cabo nosotros también lo presupuestamos en dinero, y ves cuánto cuesta en euros lo que pides. Ahora tú búscame algo equivalente en euros o en horas’. A mí este trabajo me va a llevar tantas horas de trabajo. Valora eso y ofrece un intercambio responsable, justo y equitativo».


Juanra Cayón y Noemí de Orellana tienen una línea de su negocio, la empresa ZENware Technologies, basada en el trueque. Es la página pagamesindinero.com

El planteamiento de www.pagamesindinero.com es sencillo: se negocia y se hace un contrato entre ambas partes sobre cómo se realizará el trueque. Dirigido inicialmente al pequeño comercio, golpeado por la crisis y algo perdido en las nuevas tecnologías, este modelo de negocio les ha permitido disponer de un carpintero y un electricista o poner una verja de forja artística en casa... «tenemos también el importe de la página web en servicios de peluquería, otro para un centro de estética y masajes... A los psicólogos (casas rurales y psicólogos son los más animados, según su experiencia, al intercambio) les hemos dicho que estamos a gusto con nuestra pedrada», explica entre risas Juanra Cayón, quien remarca que la iniciativa y las ideas proceden en su mayoría de su compañera Noemí, quien está barajando la posibilidad de ampliar la oferta con un servicio de management o consultoría para asesorar a los clientes.

«Nosotros también hacemos desarrollos por dinero, porque al fin y al cabo, hoy por hoy con este esquema de a uno es imposible cubrir el cien por cien de tus necesidades. Lo que tiene el dinero frente al trueque es lo que en economía se llama el coste de oportunidad: si yo trabajo con dinero puedo cubrir todas las necesidades que tenga en cualquier momento determinado; por el contrario, si trabajo por trueque durante X meses, solo podré cubrir esa necesidad». La solución: crear redes de trueque. «Al funcionar como un banco de tiempo, en forma de red, las posibilidades son mucho mayores, porque a lo mejor alguien necesita mis servicios, pero a mí puede que no me interese en ese momento, pero sí puedo necesitar lo que me ofrece un tercero que, a su vez, necesite los servicios del primero. Sería una red de intercambio en la cual todos saldríamos beneficiados».

En la plaza Corazón de María, en la bilbaina zona de San Francisco, funciona el Banco del Tiempo de las Tierras Altas. Es una iniciativa de Konekta, a su vez un proyecto de la fundación Aldauri, que busca acercar las nuevas tecnologías a la población mayoritariamente inmigrante de la zona. Su filosofía, la de todos los bancos del tiempo: el intercambio de servicios o conocimiento con la única divisa del tiempo; es decir «todos los servicios cuestan lo mismo», explica Leire Casas, quien reconoce que la desconfianza inicial, por el hecho de que su banco esté online, fue un problema al principio, pero «quien hace un intercambio normalmente repite». El software creado específicamente para este banco lo han cedido «hasta ochenta y pico veces y estamos hasta en Colombia».

Con unos 300 usuarios e intercambios de todo tipo –desde aprender cocinas del mundo hasta practicar todo tipo de idiomas, pasando por ayuda para hacer deporte, chapucillas en casa, cortes de pelo...–, el Banco nunca ha tenido malas experiencias. «Lo ideal sería que hubiera un banco del tiempo por barrio o distrito, porque al final es cuando se genera comunidad. La idea de un banco del tiempo real es desaparecer y que las relaciones de ayuda y de confianza fluyan sin más».