Mikel ZUBIMENDI

Tripartidismo: el cambio tectónico llega a la V República francesa

Unos, por ser «el primer partido de Francia»; otros por cosechar los mejores resultados de su historia, y los perdedores, con razones para paliar la amargura de la derrota; todos «contentos» con los resultados de las elecciones departamentales que han traído un cambio profundo y de gran alcance.

La primera vuelta de las elecciones departamentales, como escribe Massimo Nava en “Il Corriere Della Sera”, ha cerrado «el paréntesis Charlie Hebdo» y ha mostrado que el Estado francés es un laboratorio de tendencias y tensiones que preocupan y atormentan a Europa. Todos, cada cual a su manera, cantaron victoria y dicen haber pasado una mejor noche que la prevista.

Unas elecciones en las que apenas vota más de la mitad del electorado –con una abstención de un 49,83%, aunque netamente inferior a la registrada en las elecciones de 2011 (55,68%)–, quizá no sean el mejor espejo de las tendencias venideras, pero sin duda los resultados han dibujado una nueva realidad. Atrás queda esa República francesa cortada en dos bandos que se intercambian el poder, con una vida política que baila al son de la alternancia. La división es ahora entre tres, la tectónica de la V República se modifica definitivamente en favor del tripartidismo. El bipartidismo clásico, con una derecha e izquierda, cada uno con sus aliados y ambos con problemas internos evidentes, toca a su fin. El Frente Nacional, aun sin conseguir su objetivo de ser «el primer partido de Francia» ha ganado mucho espacio territorial y arraigo de base.

«Neta victoria» de la UMP, «mejor resultado de la historia» para el FN, «derrota no catastrófica» del PS. Atendiendo a las palabras de sus líderes, así podrían analizarse los resultados. Para la UMP y sus aliados, la estrategia de unir fuerzas y compactarlas en torno a Nicolas Sarkozy ha pagado dividendos. Aunque lejos de sus mejores registros, desbancar al FN del puesto de «primer partido» y tener enfrente a una izquierda dividida le abre un horizonte de esperanza. De cara a la segunda vuelta – el 29 de marzo–, frente al tête à tête con el FN en muchas circunscripciones, el sistema de escrutinio mayoritario y un PS llamando abiertamente a cerrar el camino al FN, la UMP parece tener asegurado más del 60% de los departamentos y el liderazgo en la geografía política del mapa electoral. Más a largo plazo, con las presidenciales de 2017 a la vista, todo indica que puede pasar a la segunda vuelta sin mayores problemas.

El Partido Socialista cosechó una gran derrota. Pero ha encontrado paliativos. No aparece alternativa posible en la izquierda al margen del liderazgo del PS. Y metiendo todos los votos de una izquierda fragmentada en un mismo saco, este tiene un tamaño similar al de la derecha. Los verdes se hunden hasta un 2% de los votos, lejos del 8% de las anteriores elecciones y el Frente de Izquierda aguanta aunque no deslumbra. Resulta curioso ese arte de convertir unos resultados históricamente malos en consuelo y hacer de lo que se asemeja a una catástrofe, un trampolín de oportunidad.

El FN cosecha el mejor registro de su historia en unas elecciones departamentales (4,83% en 2008, 15,06% en 2011 y casi un 26% en 2015), aunque en contra de lo que predecían las encuestas, no es el «primer partido de Francia».

Sin embargo, la estrategia de largo alcance de Marine Le Pen funciona: la fidelización de su electorado es nítida, mantiene sus bastiones en el sudeste y conquista nuevos territorios con números que impresionan, sobre todo en el norte: gana en los departamentos de Aisne, l'Oise, Somme y Pas de Calais.

Y por otra parte, su figura como líder sale fortalecida, tiene más presencia, pesa más y muchos ven en ella a la «Angela Merkel francesa». Con esa base, puede aspirar a todo en las elecciones presidenciales de 2017.