Ramon SOLA

Txiki Benegas, un animal politico para el que valía todo

Decir que Txiki Benegas ha sido un peso pesado de la política vasca no es un chiste fácil, sino una verdad rotunda. Por su cabeza ha pasado todo lo sustancial en estos 40 años. Abrió camino a la negociación con ETA y al proceso de 2005-2007, pero también dijo en vísperas de los GAL que «si quieren guerra, la habrá», o planeó el Pacto de Ajuria Enea.

Txiki Benegas, en una imagen de 2011. (Juan Carlos RUIZ / ARGAZKI PRESS)
Txiki Benegas, en una imagen de 2011. (Juan Carlos RUIZ / ARGAZKI PRESS)

Decir que Txiki Benegas ha sido un peso pesado de la política vasca no es un chiste fácil, sino una verdad rotunda. Por su cabeza ha pasado todo lo sustancial en estos 40 años. Abrió camino a la negociación con ETA y al proceso de 2005-2007, pero también dijo en vísperas de los GAL que «si quieren guerra, la habrá», o planeó el Pacto de Ajuria Enea. Pasó de reivindicar la autodeterminación a impulsar la Constitución que la niega; de representar a los cuatro herrialdes, a gestar el Estatuto de la partición. De impulsar los gobiernos de coalición de la era Ardanza a defender el asalto a Ajuria Enea con Patxi López. Y de la izquierda, a la opulencia («ya solo cerraba el puño para recoger la pasta», le cantó La Polla Records). De todo ello se extrae una conclusión clara por encima de apologistas y detractores: Benegas ha sido un animal político hiperactivo, camaleónico y práctico, en la medida en que buscó sus soluciones por todas las vías, incluidas las más contradictorias.

Benegas, ha fallecido hoy por un cáncer de pulmón a los 67 años, tiene una historia azarosa antes incluso de nacer. Vio la luz en el exilio; su padre era un abogado del PNV. Siguió sus pasos profesionales y hasta tuvo algún escarceo con la resistencia vasca, pero siempre marcando las distancias. Un abogado de los militantes de ETA del proceso de Burgos (1970) explica que a él y otros estudiantes se les pidieron algunas gestiones, y no está claro si el joven Benegas las hizo, pero sí que inmediatamente se marchó a Londres por si las moscas. En 1973 se le encontraría defendiendo a vascos juzgados en un consejo de guerra en Loiola, codo a codo con Miguel Castells o Juan Mari Bandrés.

Murió Franco y Benegas cogió durante un breve periodo de tiempo la pancarta de la autodeterminación, visitó a Adolfo Suárez con una propuesta autonómica para los cuatro herrialdes y dejó escrito que la alternativa KAS era negociable y hasta positiva para la pacificación. Corría 1978 y Txiki Benegas era una de las voces que clamaba por dialogar con ETA-m, más consciente que otros, al parecer, de la dureza que podía alcanzar el conflicto. Se cuenta que intentó y no logró hablar con José Miguel Beñaran Argala, abatido por la guerra sucia meses después. El Gobierno del PSOE iría a Argel diez años más tarde.

Benegas, inclasificable, se especializó en el arte de hacer una cosa y la contraria. La idea de un «frente antiterrorista» la patentó en 1979, y se llevaría a la práctica también una década después. Aquellos eran los años de plomo, en los que llegó a afirmar: «La paz es posible, pero las alternativas tienen que quedar claras, porque solo hay dos: o abandonan las armas y llegamos a un acuerdo o en caso contrario, si siguen matando, si quieren guerra, la habrá, con todas sus consecuencias». Cuando años después se le preguntaba si tuvo que ver con los GAL, él echaba balones fuera, sin ponerse nervioso: «Con la UCD hubo 117 muertos, no 26».

Más piruetas: Benegas puso pie en pared cuando en 1990 Pierre Joxe (entonces exministro de Interior francés y luego coimpulsor de Aiete) propuso reabrir el diálogo con ETA, pero en 1999 se sentó a la mesa, junto a Nicolás Redondo Terreros y Jesús Eguiguren, frente a Arnaldo Otegi. Se abría una vía que no seguiría él personalmente sino Eguiguren, pero que sí llevaría al proceso 2005-2007, en el que José Luis Rodríguez Zapatero no dejó de pedirle ideas.

Entre tanto, Benegas pudo ser lehendakari en 1986, tras firmar con el PNV un pacto de gobierno que derivó en la escisión de EA. Se quejaba de que se le vetó con argumentos como que no hablaba euskara. El caso es que en Ajuria Enea se instaló José Antonio Ardanza y la revancha no llegó hasta trece años después, ilegalización mediante.

Acusó aquel golpe Benegas y se marchó a Madrid para asumir la fontanería del PSOE. Fue secretario de Organización, un cargo de los que queman, durante una larga década. Y eso que entre medio sufrió un pinchazo telefónico por culpa del que todo el mundo acabó escuchándole llamar «Dios» y «number one» a Felipe González y «enano» a Carlos Solchaga.

Ni siquiera eso acabó con su prestigio, dentro del PSOE pero también en el seno de PP y PNV, que ayer se deshicieron en elogios, más de los imprescindibles. Fuera por los favores prestados, fuera porque convenía tener su experiencia cerca, o por ambas cosas a la vez, el PSOE lo ha seguido teniendo en activo y nómina hasta el final. Era el diputado más veterano y el único de los siete firmantes de Ajuria Enea que seguía en activo.