Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
XABIER ZEBERIO
NICKELHARPA, KALINBA Y VIOLÍN DE ALOS QUARTET

Xabier Zeberio: «En cuarteto sientes cómo respiran los demás y eso se traduce en sutileza»

Alos Quartet es un proyecto de seda formado por cuatro instrumentos de cuerda emocionales. Ellos son Xabier Zeberio, Pello Ramirez, Francisco Herrero y Lorena Núñez, cuatro músicos sensibles interpretando composiciones etéreas donde lo terrenal se mezcla con el corazón y el misterio de las neuronas. «Garden» es preciosista, música clásica premiada por la belleza con dibujos de danza.

“Garden” es el título del nuevo disco de Alos Quartet, grupo de cuerda que, no obstante, no cierra sus ventanales a la incorporación de elementos próximos al folk, como la puntual alboka, la txalaparta, percusiones, salterio, bajo o acercamientos al pop con Eñaut Elorrieta cantando “Bidaiari ekina”, con letra de Harkaitz Cano. Si tanto cruce indujera a pensar que el contenido se desperdiga, no hay razón: Alos Quartet domina las fusiones sin perder ni un poro de personalidad ni textura. “Garden”, nombre que juega con el euskara y el inglés (transparente, diáfano, en euskara y jardín en inglés), transcurre delicado entre el porte de la música clásica que atraviesa el alma y amistades próximas como el folk y la danza. La unión es tan natural que el bastardeo no existe. Al contrario, el cielo y el mar son parte de su mecer, como las evocativas y hermosas “Hosto dantza” o “Urte zahar”, la fílmica y delicada “Irail dantza» y la recuperada “Mari & Kanaky”.

Alos Quartet no es un grupo prolífico discográficamente, dieciséis años y tres discos más una colaboración junto a la Banda de Txistularis de Bilbo. No obstante, sí se prodiga en directos embelesados, por lo que la sangre fluye entre los componentes como si todos tocaran el mismo instrumento. «Francisco, Pello y yo estamos desde el comienzo y Lorena lleva ya 8 años. El cuarteto requiere una complicidad y compenetración muy grande y eso se logra a base de muchas aventuras en común. Sientes cómo respiran los demás sin mirar y eso se traduce en sutileza a la hora de dar color a la música. Venimos de mundos diferentes, pero entendemos la música de forma semejante», comenta Zeberio.

Tiene 37 años y da la impresión, tanto por destreza como por lejanas actuaciones, que una buena parte de ellos los ha pasado estudiando, con ensayos y tocando de plaza en plaza, ¿nunca jugó al fútbol, la pelota…, en Tolosa o Donostia le robó las campas y el frontón?

No, no. Recuerdo una infancia normal (ríe), jugando  al fútbol en la playa de La Concha, a la pelota en el frontón Beotibar y haciendo esquí de fondo en Aralar... Con la peculiaridad de haber comenzado a estudiar el violín recién cumplidos los cinco años, con la primera promoción del método Suzuki, rodeado en casa de un ambiente muy aficionado a la música y con inquietudes culturales.

Cabe intuir, entonces, que proviene de una familia muy musical. Además buena parte de sus hermanos son músicos.

De seis hermanos, cuatro nos dedicamos profesionalmente a la música. Migel es director de coros, Juantxo pianista habitual de Benito Lertxundi, Miren, también violinista, se dedica a la música antigua y toca en Euskal Barrokensamble. De otra parte, Izaskun es médico y Pello abogado. Un porcentaje musiquero poco habitual, teniendo en cuenta que ni nuestra madre (Izaskun Etxetxipia, médica) ni padre (Jose Miguel, ingeniero) han sido músicos, aunque sí unos grandes aficionados la música. Así que siempre se ha respirado música en nuestra casa. Nuestro padre fue uno de los precursores del certamen de masas corales de Tolosa, y hemos vivido muy de cerca el contacto con compositores, directores etc… Infinidad de vinilos, conciertos de todo tipo han desembocado en cuatro hermanos músicos una hermana médico y un hermano abogado, quienes compensan las interminables discusiones familiares “monotema” de cada reunión.

1997 es para usted una fecha memorable: entra a formar parte de Euskadiko Gazte Orkestra y Oskorri.

Sí, fue un año muy especial. Recién terminados los estudios superiores de violín en Donostia, estaba ya estudiando en el conservatorio de Burdeos Estaba estudiando en el conservatorio de Burdeos cuando convocaron pruebas para la EGO. Me presenté y me admitieron. Fue en Semana Santa. La primera concentración y conciertos fueron en verano. Tuve la suerte de formar parte de la primera EGO. Una orquesta que marcó mucho a músicos de mi generación. Pasábamos del conservatorio a poder trabajar con un grandísimo director como Juanjo Mena, siendo él, curiosamente, quien me llevaría a dar el paso hacia Oskorri. Natxo de Felipe le llamó a Juanjo pidiendo referencias de violinistas con vistas a un cásting para Oskorri. Le habló de mí, y me uní a un grupo de candidatos.

Qué recuerda de aquella prueba con Natxo de Felipe, qué le dijo.

Lo recuerdo perfectamente. «Hola, soy Natxo de Felipe, andamos buscando violinista y hemos recibido tu contacto». Fuimos pasando por casa de Natxo uno por uno los candidatos. Ahí en su sala de casa, rodeados de todo el grupo, tuvimos que tocar tres temas que previamente nos las apañamos para sacar de un casete. Tenía 19 años. No recuerdo que fuera especialmente nervioso, pues no era muy consciente de la situación. Así empezó una intensa aventura que ha durado 18 años. Una experiencia impresionante, unas vivencias musicales y humanas irrepetibles. Para mí ha sido un lujo poder compartir todos estos años con Anton, Natxo, Bixente, Josu…

También ha pasado por la Orquesta Sinfónica de Euskadi y la Orquesta Pablo Sarasate, además de prestar el violín y su talento a decenas y decenas de músicos de diferente signo.

Es cierto que he tenido la gran suerte de tocar con infinidad de músicos y grupos de muchos estilos diferentes y la posibilidad de conocer otras tantas formas de ver y entender la música. La orquesta con la que más he colaborado es con la de Euskadi. Poder introducirte en las entrañas de una orquesta sinfónica produce una sensación muy intensa. A priori no tiene nada que ver interpretar una sinfonía de Beethoven con tocar un tema de Ken Zazpi, pero todo está mucho más cerca de lo que parece. Creo en la música sin fronteras ni etiquetas. Siempre partiendo de un profundo respeto hacia todo lo que se interpreta. Desde el mundo clásico hemos recibido sutilmente una educación que habla de músicas de primera, segunda e incluso de tercera división y día a día trabajo conscientemente en contra de esas premisas. Creo que la única categoría que pudiera existir es la de la música que emociona y la que no. Por suerte muy poco a poco vamos superando estos prejuicios y estos traumas, pero soy muy crítico con el enfoque de la educación musical sobre todo en los conservatorios.

En 1999 se crea Alos Quartet, precisamente había conocido a Pello Ramirez, a quien mucha gente le relaciona con Benito Lertxundi, pero que tiene también una carrera muy extensa... ¿Cómo le conoce?, ¿de qué hablan y por qué nace Alos Quartet?

La relación de amistad y musical con Pello es muy intensa. Tenemos la suerte de tener una conexión muy especial a todos los niveles. Alos Quartet se crea por casualidad. Es Niko Etxart quien nos une por primera vez en su casa de Altzuruku para grabar en uno de sus discos. Concretamente es el día en que nos conocemos Pello y yo. Seguidamente fue Dulce Pontes la artista que marcó Alos Quartet profundamente. Con 20 años tuve la suerte de comenzar a trabajar con ella realizando giras en España y Portugal durante 6 años rodeados de unos músicos de primerísimo nivel. Y hasta hoy se han sucedido infinidad de grabaciones y proyectos con Kepa Junkera, Carlos Núñez, Ken Zazpi, Los Piratas, Oreka TX, La Buena Vida, Esne Beltza y un largo etcétera. Casualidades de la vida, justo la semana pasada hemos vuelto a tocar con Dulce en el Kursaal después de 7 años. Ha sido una experiencia impresionante revivir aquellos años, volver a interpretar aquellos temas, recordar vivencias…

¿Pello Ramirez continúa «envenenándose» cada mañana escuchando a Bach, tal y como nos confesaba hace unos años tras la edición de su último disco en solitario? ¿Continúa el proyecto ON a dúo con usted?

Bach es sin duda uno de los pilares de la música. Es inspirador. Uno podría despertarse y acostarse cada día escuchando a Bach. A veces cuesta entender cómo alguien ha sido capaz de crear tanta belleza. Pello y yo arrancamos con el proyecto ON hace cuatro años. Una propuesta en la que unimos el acordeón, el violín y la nyckelharpa. Un dúo acústico que nos ofrece la posibilidad de dar conciertos con una conexión muy directa con el público. Nos hemos percatado de que el oyente valora la cercanía del intérprete y que disfruta muchísimo con una interpretación directa, sin apenas amplificación, donde puede sentir hasta la respiración del músico. Ir a lo esencial de la música. De paso, también nosotros estamos disfrutando mucho con este nuevo proyecto y, además, se están multiplicando las invitaciones para teatros y festivales.

¿El hechizo de Alos Quartet es la singular mezcla de música clásica, world music, folclore local, buen gusto, equilibrio, evocación… y belleza?

Creo que lo que une todo es su particular sonido. Lo que mucha gente nos dice, es que nada más escuchar un instante, Alos es reconocible. Que te digan esto es un halago porque sentimos que es fruto de una trayectoria, de un trabajo en una dirección. Intentamos que lo que proponemos emocione, llegue hasta dentro. Y para ello somos muy exigentes a la hora de crear, arreglar, grabar… Sentimos que tenemos un público fiel que nos sigue, que disfruta con lo que hacemos y eso es la mayor satisfacción.

Las composiciones son de usted salvo dos temas. ¿Se crean en casa? ¿Cómo se interesa por este singular instrumento de origen sueco de aspecto tan singular y con el que también le hemos visto en muchas ocasiones con Oskorri?

En este nuevo disco ha coincidido que la mayoría de las composiciones son mías, pero no son obras cerradas. Trabajamos y arreglamos en equipo. Cada uno aporta su experiencia y su visión a cada uno de los temas y los vamos montando con mucho mimo en los ensayos. Trabajando con paciencia y a ritmo de artesano. Huimos del concepto clásico del cuarteto de cuerda donde el intérprete toca la partitura de principio a fin. Dejamos espacios para la improvisación y en la mayoría de los casos las estructuras no son cerradas. Podríamos decir que el cuarteto es un elemento o un vehículo para proponer nuestra música. El punto de partida a la hora de componer  suele ser variado. Puedo partir del violín, la nyckelharpa, la kalimba… Depende del carácter del tema, del momento, de una idea o un pequeño motivo que se empieza a desarrollar. En cuanto al primer contacto con la nyckelharpa lo tuve en unas giras que realizamos por países nórdicos con Oskorri. Ya lo tenía en mente, pero en Suecia contacté con músicos y luthieres y no paré hasta que me fabricaron una. Se abrió un nuevo horizonte para mí. Desde entonces ha sido mi habitual compañero de viaje y es un instrumento que no para de sorprenderme por todos sus registros y posibilidades.

Es música muy fílmica, ¿no ha tenido la ocasión de introducirse en este campo? También son piezas muy apuestas para danza, no cuesta imaginar el revoloteo de pies y cuerpos.

Es un ámbito en el que no he tenido muchas posibilidades hasta el momento, pero que me atrae mucho. Ahora mismo estoy inmerso en la composición de una banda sonora para un corto de animación. Unos de los gérmenes del disco fue el espectáculo “Geltokia” de la compañía de danza Aukeran, para el cual me encargaron componer la música y grabamos con Alos Quartet. Pensamos que había material muy interesante para introducir en nuestro nuevo disco y seleccionamos algunos de los temas de este espectáculo. Por ello el disco tiene una atmósfera muy cercana a la danza. Danza en su sentido más amplio, desde ritmos tradicionales hasta una estética más contemporánea.