
Nacido en la ciudad californiana de Anaheim el 17 de noviembre de 1966 e hijo del también cantautor Tim Buckley (fallecido en 1975 a causa de una sobredosis de heroína y alcohol), la figura de Jeff emergió de golpe y porrazo en la escena en abril de 1991, cuando dejó atónitos a todos los asistentes al homenaje de su padre en la iglesa St. Ann de Brooklyn (Nueva York). Allí interpretó un par de canciones de Tim, vaciándose de tal forma que sobrecogió al público.
Fue tras aquella actuación cuando el joven Buckley decidió sumergirse de lleno en su carrera musical. Tocó incansable en cafés y clubes de Greenwich Village, hasta que en 1993 firmó con la discográfica Columbia. Después de grabar cinco temas en directo desde el popular club neoyorkino Sin-é, en 1994 vio la luz su primer y único LP: ‘Grace’.
¡Y menudo LP! Descomunal, abrumador, emocionante, épico, con un puesto fijo en todos los ránkings de los mejores álbumes de la historia. Una verdadera obra maestra. Ninguno de sus diez temas tiene desperdicio. Empieza con una ‘Mojo Pin’ que al principio se siente como una caricia y poco a poco sube en intensidad hasta estallar en su parte final. Toda una declaración de intenciones de lo que viene después.
Le sigue ‘Grace’, donde canta «Ahí está la Luna, pidiéndome que me quede lo suficiente para que las nubes me rodeen. Bien, mi momento ha llegado y no tengo miedo a morir...». Sobre esta joya Elizabet Fraser, miembro de Cocteau Twins, manifestó que «la primera vez que la escuché sudaba como una novia en junio. Me pone los pelos de punta. La música nunca me había provocado esa reacción antes».
¿Y qué decir de ‘So Real’? Romántica, sí; bella, también; pero de una forma extraña, inusual, en la que la voz de Buckley mantiene al oyente en tensión hasta su última nota.
Todos los temas de ‘Grace’ merecerían ser enumerados y recordados en estas líneas: ‘Last Goodbye’, ‘Lover, You Should've Come Over’, ‘Dream Brother’... Pero no podemos pasar por alto el que, quizá, se haya convertido en el más conocido, y eso que ni siquiera era suyo. Se trata, obviamente, de ‘Hallelujah’, una versión de la que su propio creador, el recientemente fallecido Leonard Cohen, dijo que era la interpretación «definitiva».
Cantante único (con un portentoso rango vocal de cuatro octavas y media), guitarrista consumado, compositor fantástico, músico con alma revolucionaria... Todo eso y más era Jeff Buckley. Una de esas figuras que aparece muy de cuando en cuando para jugar en otra liga distinta al resto y que una temprana y trágica muerte convirtió en mito.
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